Extraordinario concierto del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón
TEMPERAMENTO Y PERSONALIDAD EN ESCENA
      
Teatro Colón
Jueves 27 de Junio de 2019
Escribe: Martha Cora Eliseht
El presente Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires se caracteriza por tener solistas y directores de prestigio, mientras que otros realizan su debut durante el transcurso de la presente Temporada. Tal fue el caso del director venezolano Manuel Hernández Silva y de la pianista croata Martina Filjak, quienes tuvieron a su cargo el 7° Concierto del mencionado ciclo en el Colón el pasado jueves 27 del corriente, donde se ejecutaron las siguientes obras: “Rincones de Buenos Aires”, de la compositora argentina Claudia Montero (1963), el Concierto n° 2 para piano y orquesta en Sol menor, Op. 22 de Camille Saint-Saëns (1835-1921) y la Sinfonía n° 8 en Sol mayor, Op. 88 de Antonin Dvorák (1841-1904).
    El mencionado director nació en  Caracas y estudió en el Conservatorio Superior de Música en Viena, donde se  graduó con las más altas calificaciones. Dirigió las más importantes orquestas  europeas y latinoamericanas –entre otras, dos prestigiosos organismos sinfónicos  de su país natal: la Orquesta Juvenil “Simón Bolívar” y la Sinfónica Municipal  de Caracas-. Actualmente se desempeña como Director titular de las Orquestas  Filarmónica de Málaga y Sinfónica de Navarra.   Si bien no figura su edad en el programa de mano, Martina Filjak es una  joven pianista croata con una prestigiosísima carrera internacional, ya que ha  ofrecido conciertos como solista en las principales salas europeas y de Estados  Unidos. También es una notable pianista de cámara, con un  repertorio que abarca desde Bach hasta Berio  y que se destaca no sólo por su técnica impecable, sino también por poseer una  personalidad avasallante sobre el teclado. Y, por sobre todas las cosas, por un  temperamento pocas veces visto sobre el escenario.
    El concierto abrió con Rincones de Buenos Aires de Claudia Montero,  que es una suite compuesta por tres movimientos: Plaza Francia, Llueve en Buenos Aires y Microcentro 12.30. Nacida en 1963, esta compositora radica  actualmente en Estados Unidos y tras haber ganado cuatro veces el premio Grammy, es la primera vez que una de sus  obras se estrena en el Colón. Fue compuesta en 1994 para orquesta de cuerdas y,  posteriormente, realizó una versión sinfónica por encargo de la Orquesta de la  Universidad de Taipei- que fue la que se escuchó en el día de ayer-. El primero  de los tres movimientos –Plaza Francia- es  un pasaje agradable y lírico, que –según la autora- remite a una sonoridad  francesa, con un solo de violín hacia el final del mismo, que –en la presente  versión- es ejecutado por la flauta, con una magnífica actuación de Claudio  Barile, mientras que el segundo –Llueve  en Buenos Aires- suena algo más barroco, con pasajes a cargo del oboe y  clarinete. Sin embargo, a quien escribe le pareció que el único movimiento que  presenta música verdaderamente porteña es el tercero- Microcentro 12.30- que, precisamente, pinta al caos del microcentro  porteño mediante influencias de tango, con ribetes típicamente piazzolianos. Si  bien es una obra muy melódica, agradable al oído y fácil de comprender, los dos  primeros movimientos parecen más música de película romántica de Hollywood que  viñetas porteñas. De todos modos, la labor desarrollada por los músicos fue  estupenda y tuvo muy buena aceptación por parte del público presente. 
    Acto seguido, llegó la presentación  de Martina Filjak, quien impresionó al auditorio no sólo por su estatura-  aproximadamente 1,80 m-, sino por su arrolladora personalidad sobre el  escenario. El mencionado concierto de Saint- Saëns es una obra muy poco  frecuente en los programas de   conciertos- hacía prácticamente 30 años desde su última interpretación  en el Colón, a cargo de Philippe Éntremont- y se inicia con un solo de piano en  Sol menor en el 1° movimiento (Andante  sostenuto), donde Martina Filjak demostró ser una experta en marcación de tempi –ejecutó con pianissimi con una sutileza y una sensibilidad exquisitas y los forti y tutti, con ahínco y garra- y brindó un arpegio magistral  previamente al tutti con el cual  entra el resto de la orquesta, ofreciendo una versión magnífica, muy sólida,  compacta y con un equilibrio sonoro perfecto. No sólo hizo alarde de su  magistral pulsación y de su prestigiosa digitación, sino que a la vez, mostró  su singular  temperamento interpretativo. Una recuerda  pocas pianistas con  una personalidad tan  avasallante en escena – por ejemplo, Elsa Puppulo, quien se imponía sobre el  teclado-, lo cual fue aún mejor. La orquesta acompañó perfectamente a la  pianista, bajo la magistral dirección de Hernández Silva. En el segundo de los  tres movimientos (Allegro scherzando), el scherzo de Filjak fue magistral, con  una profundidad y equilibrio sonoro entre orquesta y solista como hacía rato  que no se escuchaba en el Colón. Se puede establecer un paralelismo entre este  movimiento y la Serenata de Det var engang (Había una vez…) del compositor  danés Peter Erasmus Lange- Müller (1850-1926), ya que ambas obras poseen un  pasaje donde se escucha la misma melodía en Sol mayor. Finalmente, una tarantela (saltarello) abre el  velocísimo 3° movimiento (Presto),  donde tanto el piano como la orquesta avanzan velozmente hacia el tumultuoso  final, arrancando en Sol menor y culminando el Sol mayor. Hacia el final,  el público estalló en aplausos y obligó a la  pianista a hacer un bis. Martina  Filjak se dirigió en un modesto castellano hacia la audiencia para interpretar  una obra de autor argentino (probablemente, de Jacobo Fischer), que ejecutó con  gran solemnidad. Y volvió a cosechar aplausos.
    Para la segunda parte del concierto,  Manuel Hernández Silva eligió la Sinfonía  n° 8 en Sol mayor de Dvorák, obra que integra el repertorio habitual de la  Filarmónica y que la ha ejecutado en un sinfín de oportunidades. Pero pocas han  alcanzado el nivel de perfección y luminosidad que la ofrecida anoche por  Hernández Silva, que descolló por su brillante calidad interpretativa y por la  pureza de su sonido. Se ajustó fielmente  a la partitura, donde los cuatro movimientos  que componen la misma sonaron tal como lo indican sus nombres en italiano: Allegro con brio/ Adagio/ Allegretto  grazioso/ Molto vivace y Allegro ma  non troppo. En este último, hay intercalados fragmentos de danzas de la  región de Bohemia (Furiant) y abre  con una fanfarria, ejecutada por un solo de trompeta –excelente desempeño de  Daniel Marcel Crespo- que, posteriormente, da lugar al tema principal del  primer movimiento, que comienza con un arpegio en Sol mayor, para luego  recapitular con el mencionado Furiant,  donde toda la orquesta entra al unísono, con una difícil cadencia a cargo de  los cornos. Durante el 1° movimiento, Claudio Barile se lució como solista en  flauta, seguido por el resto, mientras que Néstor Garrote en oboe y Mariano Rey  en clarinete fueron las figuras principales en el 2° movimiento (Adagio en Do menor, que abre en  2/4),  al igual que los cornistas Martcho  Mavrov y Margaret Mengel –las entradas de los 3° y 4° cornos fueron perfectas  en todos los movimientos-, mientras que Nicolás Favero figuró en calidad de concertino invitado. Sería injusto no mencionar  al resto, porque todos y cada uno de los músicos  han contribuido para ofrecer la magistral  versión de esta sinfonía. 
      Cuando hay ensayo, disciplina y esfuerzo, la  Filarmónica demuestra su calidad, sonando como una orquesta europea. En este  caso, Manuel Hernández Silva ha sido un ingrediente más, que contribuyó con su  personalidad y talento para dar brillo y luminosidad  a la misma, en una noche digna del Colón. Una  auténtica revelación sobre el escenario de nuestro mayor coliseo.

