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“La flauta mágica” en el Avenida

 

Producción de Juventus Lyrica

 

Teatro Avenida

Viernes 26 de Julio de 2019

 

Escribe: Eduardo Casullo

 

 

“La flauta mágica”, ópera en dos actos .

Libreto: Emanuel Schikaneder

Música Wolfgang Amadeus Mozart.

Dirección musical: Hernán Schvartzman

Director del coro:Hernán Sánchez Arteaga

Dirección escénica y vestuario: Maria Jaunarena

Escenografía: Gonzalo Córdova

Cantantes:Nazareth Aufe, Jaquelina Livieri, Oriana Favaro, Gabriel Carasso y otros.

Coro de Juventus Lyrica y orquesta

 

 

 

Mi bemol Mayor, (la tonalidad por excelencia del misterio, Wagner, el oro del Rin). Con ésta tonalidad se inicia una obertura que plantea desde sus cinco acordes la presentación de la logia masculina y la femenina (ésta última, por adhesión) y obviamente separadas del resto por tres silencio. A partir de este momento se inicia un desarrollo impresionante de un tema que en realidad en su línea temática pertenece a Clementi y no a Mozart. (Sonata número dos, escuchada por Mozart durante la competencia pianística realizada en Viena en 1781 por invitación de José Segundo emperador de Austria y ante los Zares de Rusia). Cierto es que si bien el tema no es de Mozart, el desarrollo que realiza en esta obertura es sinfónicamente espectacular, cosa difícil en Clementi.

 

Pero, ¿de qué se trata La Flauta Mágica? Podemos verla desde una perspectiva absolutamente inocente y considerarla un cuento de hadas. Podemos verla en profundidad y si nos metemos en su esencia, descubriremos un mundo increíble. La comparación que me viene a la mente entre ambas posiciones es la siguiente: un turista va al museo del Prado y mira “El Jardín de las Delicias” de El Bosco. Se maravilla y disfruta de toda la gran cantidad de personajes, lo disfruta. Por supuesto que no comprende que es una de las más importantes obras religiosas de todos los tiempos, simplemente porque se queda con una lectura a primera vista. Con Flauta pasa lo mismo. Podemos disfrutarla e incluso llevar a nuestros niños y todos felices. Pero si nos metemos en su profundidad, descubriremos símbolos y una trama que por sobre todo profundiza en el amor y en la ceremonia de iniciación masónica.

 

Es potestad del asistente el decidir con que visión se queda. Para aquellos que quieran profundizar recomiendo el libro “La flauta mágica” de Jackes Chelly, publicado en 1968. Punto de revisión total de la obra. Podríamos escribir muchas páginas sobre el tema pero no es este el momento. Vamos a lo que nos ocupa.

 

Tamino entra en el escenario perseguido por una serpiente, con un arco sin flechas (do menor, relativa de mi bemol mayor, la inseguridad, y también el drama, Beethoven, la gran sonata número 8, Patética) y se desmaya (simbología de la muerte por la que viven los iniciados al inicio del viaje de iniciación). Nazareth Aufe es un tenor que ha realizado enormes progresos vocales y desde esta aparición, bajo la dirección de María Jaunarena logra a lo largo de toda la obra una actuación convincente y comunicadora. Y se luce en el aria del retrato (mi bemol mayor, anhelo de amor, Tristán e Isolda) La puesta es una reposición, en realidad cuando se cambian elencos, aunque se utilice la misma escenografía y el mismo vestuario, nunca es realmente una reposición. La dinámica que le agrega éste elenco lo modifica todo. Yo la consideraría un reestreno con grandes cantantes y una dirección musical de primera. Las tres damas participan con convicción y solvencia musical, resolviendo los tríos y quintetos con calidad.

 

La concepción de María Jaunarena tiene dos virtudes: la simpleza, cosa fundamental en Mozart y la interpretación actoral de los cantantes. Felicitaciones.

 

La reina de la noche (re menor, tonalidad por excelencia de la muerte y el drama, símbolo de la oscuridad, la mala de la película) tiene un tratamiento de coloratura notablemente resuelto en este caso. Es, a la inversa de la música de Sarastro, bastante histérica y difícil. Oriana Favaro es poseedora de una tesitura amplia y resuelve las dificultades del rol con solvencia y carácter. Si bien tuvo un inconveniente de salud en la primer aria, se repuso y en el segundo acto recobro totalmente su potencia. Bravo. (Tuve la suerte de que en una puesta mía, ella interpretara Pamina, también con una calidad notable). Pamina, sin duda el personaje principal de toda la obra. La guía el amor, ella conduce a Tamino a través de las pruebas de iniciación y va adelante de él. Es la primer mujer que se muestra en una ceremonia de iniciación. A ella sólo la guía el amor y le infunde valor a Tamino para encararlas. Jaquelina Livieri es sin duda la Pamina por excelencia. Su voz llena maravillosamente la sala con una capacidad inigualable de transmitir sensibilidad en su momento más importante, la famosa aria, el que no llora es porque está muerto. Escrita en sol menor, una tonalidad propia de la desesperanza (lamento de Dido, Ariadna) logra capturar la profundidad y el sentimiento superlativo del amor en Mozart (sensibilidad sólo alcanzada en el adagio del concierto para piano numero 23). Un lujo tener la posibilidad de escucharla. Durará poco en Argentina.

 

Otro momento memorable es el cuarteto con los hombres en armas, guardián interior y exterior del templo con Pamina y Tamino. Un verdadero coral de Bach. Prestarle atención. Vale la pena, sobre todo si los hombres en armas no son considerados como personajes secundarios. Tienen que ser buenos y acá lo son. Sus armas, la espada, deberían estar en la mano izquierda.

 

Monostatos; mono statos, una sola neurona, personaje cuyos negros pensamientos se tiñen en su piel negra. Primitivo porque está al servicio de Sarastro? Todo en Mozart es equilibrio. En nuestro caso muy buena la interpretación. Como Papageno sirve al mal, Monostatos sirve al bien. Todo es equilibrio. Vemos en el final que se integra a las tres damas y a la reina cuando desaparecen en la oscuridad frente al triunfo de la luz.

 

Papageno es sin duda el personaje que descontractura la obra. Su melodía principal tiene mucho que ver con la primera obra que escribió Mozart a los 5 años. Es casi el mismo tema. Es el hombre del pueblo, simple, alegre y, a su manera, busca la felicidad tratando de encontrar su “Papagena”. En este caso Gabriel Carasso pone sus condiciones histriónicas al servicio de la escena con soltura y convicción logrando una muy buena interpretación y sobre todo, convincente. Un poco sobreactuado a veces.

 

El orador, cargo importante dentro de las logias, tiene fragmento relativamente cortos, pero sumamente importantes tanto con Tamino como con Sarastro. Creo que su capacidad de analizar y hacerle comprender a Tamino de qué se trata es fundamental para su interpretación dramática.

 

Los tres niños, en este caso niñas, son en definitiva orientadores para guiar a Tamino en su camino. Además cumplen una misión importante al evitar que Pamina se suicide (cosa muy extraña dentro del clasicismo, otra avanzada de Mozart anticipando en el tiempo a la gran cantidad de suicidios del romanticismo).

 

Sarastro son palabras mayores. Es el poseedor del círculo de la sabiduría, razón por la cual, la Reina de la Noche quiere matarlo, y para lograr eso le ha dado a Pamina un cuchillo para que ella lo haga. (No muy para chicos). Su rol está enmarcado en la serenidad, el sentido de lo bueno y sobre todo la discreción. Un Gran Maestre como pocos. Las líneas son tranquilas y sobrias, lentas, contenedoras y cobran magnitud en el aria con coro dedicado a Isis y Osiris. Tesitura apropiada para un bajo profundo. En este caso expuesto con solvencia por Walter Schwartz.

 

Papageno interpretado por Gabriel Carasso estuvo en todo momento a la altura de lo requerido. Con respecto a este singular personaje nos queda una pregunta: ¿para qué fin, la reina de la noche, necesita de los pájaros que atrapa Papageno? Dejo ésta pregunta a la inquietud del lector.

 

La dirección orquesta a cargo de Hernán Schvartzman mostró muchas libertades y fue complementada por una gran variedad de efectos sonoros, a veces excesivos pero coherentes con la escena. En general, la dirección, estuvo resuelta demostrando en todo momento el profundo conocimiento de Mozart y, como debería ser siempre, la sumisión de la orquesta a la acción dramática. Bravo por Hernán Schvartzman.

 

Conclusión: una versión excelente digna de ser vista y recomendada donde, independientemente de lo que se espere, cubrirá las expectativas de cualquier espectador.