VLa "Flauta Mágica" en el ciclo de Juventus Lyrica
Teatro Avenida
Sábado 3 de Agosto de 2019
Escribe: Eduardo Balestena
La  Flauta Mágica, Singspiel en dos actos  (1791)
      Música:  Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791)
      Libreto:  Emanuel Schinkaneder
      Dirección  musical: Hernán Schvartzman
      Elenco:  Tamino, Nazareth Aufe (tenor); Pamina, Romina Jofre (soprano); Reina de la  Noche, Laura Pisani (soprano); Papageno, Gabriel Carasso (barítono); Sarastro,  Walter Schwarz (bajo); Primera Dama, Laura Penchi (soprano); Segunda Dama:  Verónica Canaves (mezzosoprano); Tercera Dama: Rocío Albizu (mezzosoprano);  Monostatos, Patricio Olivera (tenor); Sprecher, Felipe Cudina Begovic (bajo); Papagena,  Victoria Sambueli (soprano); Primer niño, Sol Sánchez Arteaga; Segundo niño,  Micaela Sánchez Arteaga.    
      Dirección de escena: María Jaunarena                                                                                  
      Coro  de Juventus Lyrica, dirección Hernán Sánchez Arteaga
      Orquesta  de Juventus Lyrica
      Iluminación  y Escenografía: Gonzalo Córdova
      Diseño  de Vestuario: María Jaunarena
      
Juventus Lyrica celebra sus veinte años con la reedición de su puesta de La Flauta Mágica, que recibió en 2013 el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos. Lo hizo con una producción muy elaborada en lo musical y en la puesta escénica.
      La  música 
      En una versión muy distinta a aquellas a  los que nos tiene acostumbrados la discografía tradicional el maestro Hernán  Schvartzman se manejó con flexibilidad en el tempo, que variaba de una locación  de la partitura a otra: un comienzo más lento en el acorde inicial de la  obertura –en mi bemol mayor- por ejemplo, seguido de un tempo más vivo  inmediatamente después.
      En una orquesta de sonido ajustado,  grácil y muy sutil, fue posible apreciar el trabajo con la dinámica en los  comienzos muy delicados de frases cuya intensidad se acentuaba luego.
      El ajuste con el palco escénico fue  permanente: la música está muy lejos de ser un acompañamiento: plasma  sensaciones, siempre cambiantes, climas y situaciones y en todo momento resulta  esencial y vale por sí misma en un horizonte dado en los relieves y articulaciones  de una partitura con elementos muy propios del Mozart más elaborado: levedad,  permanente inventiva melódica, momentos conclusivos de frase breves y precisos,  esos acordes de oboe, flauta y pasajes de mucha rapidez en la cuerda, a lo que  sumamos una tan demandante como bella percusión que requiere la obra en su  plano musical y narrativo.
      Partes como “Wie, wie, wie”, con Tamino  y las tres damas –acto II-  o el  bellísimo trío “Soll, ich, Teurer, nich meher sehn?” fueron abordados en un  tempo más rápido que, al menos en el segundo caso, hizo prevalecer la frase  como totalidad en lugar de sus articulaciones: la frase no es necesariamente un  todo sino un encadenamiento de eventos que producen la sensación de que a  medida que dicha frase avanza descubre algo nuevo: un matiz, un enlace entre un  elemento y otro.
      Transparencia, justeza, dinámica  cambiante, equilibrio del fraseo y la belleza sonora de un discurso de  inventiva inagotable fueron puestos en primer plano.
      Las  voces 
      En un elenco que se caracterizó por la  homogeneidad y expresividad de las voces, lo que significó que lugares como el  cuarteto entre los guardias, Tamino y Pamina, del segundo acto; las  intervenciones de los niños (niñas en esta versión) y las tres damas resultaran  muy logradas.
      Nazareth Aufe exhibió su voz pura,  dúctil y fluida en un papel caracterizado por el sentido de descubrimiento, el  amor y la decisión que dan su carácter a la obra, con arias tan bellas como la  del retrato –en mi bemol- “Dies Bildnis ist bezaubemd shön” –primer acto-.
      Romina Jofre  brindó su voz de gran musicalidad y matices,  potente, sensible, capaz de encarnar tanto el amor como la desesperanza –“Ach,  ich fühl es ist verschwunden” –segundo acto- . Pese a los pasajes denostativos  hacia la mujer es Pamina quien guía el descubrimiento y enfrenta las pruebas  requeridas para permanecer unida a Tamino.
      Papageno fue encarnado por el propio  Emanuel Schinkaneder, empresario, actor y cantante. Gabriel Carasso lo abordó  con evidente soltura en ese carácter doble de actuación y canto, con un dominio  absoluto y espontáneo del movimiento.
      Laura Pisani destacó como la Reina de la  Noche por la belleza de su voz y su técnica en el difícil recitativo y aria de  coloratura “O zittre nicht, men lieber Sohn” –primer acto- y la célebre aria  “Der Hölle Rache knocht in mein Herzen” –segundo acto- con absoluto dominio de  la voz en pasajes extensos y sin tregua, en la tonalidad –re menor- propia de  la oscuridad. Un canto frío y enérgico de grandes demandas.
      A la inversa de la Reina de la Noche,  las arias de Sarastro discurren en la zona media del registro, son lentas y  reposadas y requieren una voz calma y honda. El bajo Walter Schwartz destacó en  estas exigencias en lugares tan bellos como el del Coro de Isis y Osiris.
      También destacó Felipe Cudina Begovic  como el orador y Patricio Oliveira como Monóstatos, con una voz dúctil que supo  plasmar la característica servil y subrepticia de un personaje dispuesto a toda  suerte de argucias, a lo que sumó su desenvoltura actoral. 
      Victoria Sambuelli plasmó acabadamente a  Papagena en el sentido de regocijo y descubrimiento inherente a su papel.
      Como las tres damas Laura Penchi,  Verónica Canaves y Rocío Arbizu hicieron gala no sólo de sus acabados recursos  vocales, en intervenciones de demandas en la precisión concertante, la rapidez  y la belleza sonora, a lo que hay que sumar la ajustada dinámica de sus  movimientos. En este sentido la puesta innovo sobre el estatismo con el cual  suelen ser presentados estos personajes guía.
      Sol y Micaela Sánchez Arteaga y Abril  Roitman como los tres niños no sólo mostraron la pura musicalidad de sus voces  en bellos pasajes que alternan guía y confidencia, llenos de matices, sino  también en los movimientos en los que fueron dadas sus intervenciones.
      También excelente fue la actuación del  coro, considerando el número reducido de coreutas, lo cual hace más audible  cada una de las voces, en intervenciones absolutamente amalgamadas, en líneas  de gran belleza.
      La  puesta      
      El texto “El príncipe y la rosa” de  María Jaunarena, en el programa de mano, no sólo se adentra en simbolismos no  evidentes de la historia pero sí importantes sino que también  postula que ante un contenido universal –que  surge de aquello que en la historia es más visible: la búsqueda, las pruebas  que las circunstancias nos presentan y el sentido del bien- no cabe hacer  referencias a la época actual, ya que se trata de algo que vale desde y para  siempre.
      De este modo, muy pensada, hecha de  síntesis y elementos funcionales no ya a la acción –algo secundario- sino a los  símbolos, la puesta, sin aditamentos innecesarios, exhibió además el cuidado y  detalle puestos en cada uno de sus elementos: vestuario, movimiento, pautación  escénica e iluminación.
Con una preparación cuidada en todo: dicción en alemán, inflexiones, pausas, desenvolvimiento de la máquina escénica en función del mensaje de la obra, fue un digno hito de celebración de las dos décadas de Juventus Lyrica.
      “La  sombría noche de la muerte”
      A principios de 1791 Mozart vivía una  situación apremiante en todo sentido. Sin embargo, en sus últimos seis meses de  vida escribió el Concierto para clarinete, el Ave Verum, la ópera La Clemenza  di Tito, el inconcluso Requiem y La Flauta Mágica.
      Es música de una hermosura e inspiración  imposibles de imaginar en un hombre que estaba muriendo.
      El 30 de septiembre de 1791 dirigió el  estreno en el Theater auf der Wien y el 5 de diciembre murió en la misma  ciudad: “Por el poder de la música atravesamos alegres la sombría noche de la  muerte” dice el aria “Tamino mein! o weich ein Glück” de Pamina y Tamino, ya  casi al final.
      Ese es el poder de la música, aquello  que nos permite olvidar a la sombría noche de la muerte y renovar la  fascinación del poder de la música de una obra mágica. 
Eduardo Balestena

