DE LAS “MASTER CLASSES” AL ESCENARIO
Teatro Provincial de Salta
Jueves 8 de Agosto de 2019
      Escribe: José Mario Carrer
     
Orquesta Sinfónica de Salta.
Director Invitado Maestro Christian Lorca Ortega.
Sinfonía nº 101 en do mayor “El Reloj” de Franz Joseph Haydn (1732-1809).
Le tombeau de Couperin (versión orquestal) de Maurice Ravel (1875-1937).
Obertura Rob Roy H 54 (*) de Hector Berlioz (1803-1869).
Aforo 70%.
(*) Estreno en Salta.
      Durante el lapso comprendido entre los meses de Noviembre  2018 a Enero 2019 se realizó la convocatoria a las Master Classes que dictaría  en el mes de marzo de 2019 el director titular de la Orquesta Sinfónica de  Salta Maestro Noam Zur. Dichas clases, con todo lo que un trabajo de esta  naturaleza comprende, incluía un concurso de dirección orquestal entre los  participantes activos. Ese concurso, que contó con un jurado de jerarquía,  dió como ganador al joven maestro chileno  Christian Lorca Ortega que ganó el premio consistente en conducir la orquesta  local. Ese concierto estaba programado para el 1º de agosto pero por algún  motivo que desconozco se realizó una semana después. Discípulo de excelentes  maestros cuya lista incluye al maestro Francisco Rettig conocido del público  argentino, concretó un repertorio atractivo.
      Haydn fue casi un autodidacta que progresó de tal forma que  llegó a ser uno de los dos referentes máximos del llamado “clasicismo”. De sus  mas de cien sinfonías, las doce últimas fueron escritas en Londres y de esas  doce hoy escuchamos la llamada “el reloj” por el acompasado ritmo del segundo  movimiento. La obra es deliciosa y muestra un espíritu libertario como  aproximándose al período romántico que seguiría después. Claro, es el tiempo en  el que compositor austriaco ya no dependía de la familia Esterhazy sino que  gracias a la idea del empresario J.P. Salomon de escribir nuevas obras en la  capital inglesa, amasó una fortuna en sus cuatro años londinenses.
      Luego llegaron cuatro de los seis movimientos originales  denominados Le tombeau de Couperin, escritos para piano solo y que el mismo  Ravel arreglara para orquesta sinfónica. Cada movimiento tiene como  destinatario un compañero de armas muerto en la guerra de esos años en los  cuales el compositor sufrió hasta lo indecible conduciendo un vehículo que  transportaba tropas. Justamente él, cuyo carácter nada tenía que ver con algo  conflictivo. En paralelo también es un homenaje a toda la música barroca  francesa en la persona del notable Francois Couperin justificando así la  claridad, precisión y gracia del principal compositor de la música del siglo XX  en Francia.
      Sin intervalo, el concierto finalizó con la obertura Rob Roy  escrita por el francés Berlioz que en un principio consideró a la página con  relativos méritos aunque luego ingresó en los repertorios de las orquestas  sinfónicas. En realidad, la descripción del compositor está referida a ese  personaje famoso de las tierras altas de Escocia, considerado no solo un héroe  del siglo XVII sino que para esa parte de la Gran Bretaña fue casi un Robin  Hood. Berlioz a su modo fue un revolucionario que buscaba permanentemente el  colorido resplandeciente en sus obras orquestales. La expresión es apasionada,  el ardor intenso con ritmos y frases casi inesperadas. La orquesta, respondió a  gran altura envolviendo al oyente en un caleidoscopio sonoro de gran magnitud.
      No tuve la oportunidad de participar de las valiosas “master  classes” del titular de la sinfónica local, el maestro Noam Zur, por  encontrarme fuera de la ciudad pero debo decir que la labor del maestro Lorca  Ortega representa el importante nivel de las mismas. Temprano aprendí que tal  vez lo dos aspectos mas importantes de la música son la afinación y la elección  del tempo. Lo dice Hans Swarowsky, maestro de muchas de las batutas mas  importantes de nuestro tiempo. Un ejemplo: si el tempo de una fuga no es el  adecuado, es notoriamente difícil encontrar con nitidez el sujeto de esa fuga.  El maestro visitante conoce en profundidad el material a exponer y las formas  de esa exposición fue transmitida a los músicos prolija y claramente. El  director chileno tuvo un feliz periodo de ensayo y en concierto el acto de  recordación de lo aprendido fue implementado con sencilla y formal sutileza.  Por todo ello el énfasis plástico fue acertado y anticipa una batuta más que  interesante en los tiempos por venir dada su actual juventud. Otra buena visita  para enriquecer al conjunto orquestal.       

