Concierto de Avi Avital y la Orquesta de Cámara L´arte del Mondo
Teatro Coliseo,
Jueves 22 de Agosto de 2019
Escribe: Eduardo Balestena
Avi  Avital, Mandolina
  Orquesta  de Cámara L´arte del Mondo
  Director:  Werner Ehrhardt
  Ciclo  Nuova Harmonia.
La Orquesta de Cámara L´arte del Mondo es un organismo fundado en 2004 por el violinista y director de orquesta Werner Ehrhardt y está dedicada a la interpretación de la música con criterio histórico. En la oportunidad intervino como solista Avi Avital en mandolina, con un repertorio de obras que abarcó desde el barroco al siglo XX. Cabe destacar que el solista tocó sin amplificación.
  En la primera parte fueron  utilizados violines y violas barrocos (sin micro afinadores y con arcos  diferentes y más cortos) y clavicémbalo, en una afinación más baja que en la  segunda, con instrumentos actuales. Comenzó con la Sinfonía en La Mayor de Giovanni Battista Sammartini (1700-1775).  Belleza y despojamiento de la línea de la melodía y un pulso rítmico constante  y preciso la caracterizan, con voces –segundos violines y violas- que subrayan  las precisas articulaciones de una obra que requiere un toque muy justo en  todo: gradaciones, intensidades crecientes y decrecientes y una enorme  claridad.
  El Concierto RV 93, en re mayor, para laúd y orquesta de Antonio Vivaldi (1678-1741),  en la oportunidad con la mandolina como instrumento solista, fue la segunda  obra de la primera parte. Estructurado a partir de un hermoso estribillo  enunciado por las cuerdas y sucedido por un tema en el instrumento solista, que  es elaborado en la sección central, las intervenciones de la mandolina, un  instrumento de sonido más agudo y manifiesto  –con lo cual los adornos de la línea melódica  se destacan más que la dulce voz del laúd-  lo retoman ya sea volviendo a la primera parte  del tema o abordando una sección de respuesta.
  También bellísimo es el largo, una  delicada e introspectiva página, sencilla y despojada, elaborada en una sección  expositiva y otra de desarrollo, a la que la cuerda acompaña en pizzicato.
  El último movimiento, en 6/8, es  decir con un pie ternario y aire de danza, introduce el tema principal en las  cuerdas, seguido por el instrumento solista y una elaboración que lo expone  nuevamente en diferentes intensidades, con una breve sección conclusiva que lo  cierra admirablemente.
  El Concerto Grosso Nr.5 en re mayor, opus 6, de Evaristo Dall´Abaco (1675-1742) fue la siguiente obra. De una fuerte impronta rítmica, rápida,  enérgica y sumamente inspirada, permitió apreciar la técnica de interpretación  histórica de la música de la Orquesta de Cámara L'arte del Mondo: una cuerda  dividida con segundos violines subrayando la intensidad de pasajes que llevan  la melodía en los primeros y secciones de respuesta que surgen de pronto y que sorprenden  con elementos diferentes a los de la frase inicial. Una obra muy rica y una  interpretación acorde a esa riqueza.
  El Concierto para violín, cuerdas y bajo  continuo en la menor, BWV de Johann Sebastian Bach (1685-1750) en arreglo  de Avi Avital para mandolina fue la última  obra de la primera parte. Resultó perceptible,  en esta instancia, algo que se haría más notorio en el resto del programa: la  aptitud de instrumento solista para abordar formalmente las obras y del solista  para resolver problemas como el de las notas ligadas o largas –la mandolina  permite sólo notas cortas de sonido punzante-. La cuestión central reside en  las limitaciones del instrumento para determinados climas y colores (por  ejemplo en el bellísimo andante de este concierto), lo cual, dentro de ese  marco de posibilidades,  suple en los  pasajes rápidos como el del Allegro Assai final. La orquesta destacó en  cuestiones como los acentos: por ejemplo el primer ataque ascendente, más  abrupto que, luego de una breve suspensión, se resuelve en una suerte de rápida  caída hacia el segundo elemento de la frase: algo característico de la actual corriente  de interpretación histórica: el dar relieve trabajando sobre cambios de tempo.
  La segunda parte, ya con un  instrumental moderno y otra afinación –sensiblemente más alta y destacada, lo que  redundó en un mayor volumen- se inició con la Sinfonía nro. 10 para cuerdas, en si menor, de Felix  Mendelssohn-Bartholdy (1809-1847). Comienza con una suave  introducción,  interrumpida por un  insistente pasaje descendente, como un llamado, se resuelve en el tema central.  Mostró la amalgama de una orquesta que trabajó esta obra del romanticismo de  manera diferente a las del barroco –centrando el sonido en el fraseo antes que  en el relieve-.
  Le siguió un arreglo para mandolina  de la Chacona de la Partita para Violín  en re mayor, BWV 1004) de Johann Sebastian Bach (1685-1750).
  Rescatada por azar de su terrible  destino de papel para envolver pescado en una pescadería, en una de las obras  virtuosísticas más importantes en el repertorio para violín solista. 
  Es en sí un tema con variaciones en  el cual el violín, discurre casi siempre con notas simultáneas y una gran  amplitud de rango y riqueza armónica discursiva. Hay en ella un desplazamiento  rítmico que reside en concentrar, durante largos pasajes, la tensión en el  primer tiempo en lugar de en el segundo, como es propio de la Chaconne como  danza, con lo cual se produce una acumulación de tensión que va siendo resuelta  en breves pasajes de distensión que, en lugar de disipar esa tensión, conducen  a nuevos pasajes en que es acentuada. Sólo accedemos a la distensión al final  de la obra, cuando funciona como elemento resolutivo. El modo en que se  resuelve este genial e inusitado planteo es también inusitado y genial: primero  lleva a la re exposición invariada del núcleo del tema central y luego pasa a  un motivo más lento, dulce y solemne en modo mayor (que evoca un coral).
  Esta extensa referencia permite  atisbar los problemas que la transcripción para mandolina implica: en efecto,  se trata de un instrumento pequeño, con pares de cuerdas dobles, muy cercanas,  con un corto mástil y una gran proximidad de notas. En una obra de las  características de la Chaconne: de notas dobles o triples, rápidas,  permanentemente cambiantes en un trabajo extenso, las dificultades parecen  insalvables. No obstante, el sonido fue absolutamente claro y limpio, sin  vacilaciones en un marco de precisión absoluta, lo que habla a la claras del  virtuosismo del intérprete.
  Nuevamente, las limitaciones  aparecen en el nivel sonoro: se trata de un instrumento de notas cortas, con un  espectro limitado de gradaciones.
  Las Danzas Rumanas BB 68, Sz56, de Bela Bartók (1881-1945) en arreglo  de Avi Avital para mandolina y orquesta siguió en el orden del programa. De una  singular,  prístina y ruda belleza, estas  muestras del trabajo etnomusicológico de Bartók, parte de su estética del  Folklore Imaginario, se aviene al cambio de instrumental: son los modos e  intervalos y los motivos los que cuentan por sí mismos y la relación, por  momentos disonante, con el instrumento solista.
  El programa concluyó con la Danza Española de la Vida Breve, de Manuel  de Falla (1876-1946), en arreglo para mandolina. 
  Nuevamente se presentan dos  cuestiones: las notas ligadas y, en este caso, el color sonoro del instrumento,  no particularmente asociado al nacionalismo español de De Falla.
  En síntesis, es posible afirmar que  el arreglo para mandolina es factible  en  lo que se refiere al aspecto formal externo de las obras: los problemas de  duración fueron resueltos con trinos que incursionaban en la nota siguiente y  volvían; muchos cambios de intensidades requeridos fueron también posibles, en  parte gracias al virtuosismo del intérprete y en parte a que se avenían a la  naturaleza de las obras –como en Bartók-. La transcripción es posible al precio  de permanecer en el plano más exterior y formal.
  No obstante, el planteo mayor se  encuentra en el nivel semiótico: obras como la Chaconne o el concierto para  violín de Bach, si bien responden a la cuestión formal, se distancian de los matices  propios de su significación más profunda. Afortunadamente, ello no es así en  todas.
  Otro aspecto a tener en cuenta e que  la concepción virtuosa de recital llevó a una suerte de segundo plano a una  orquesta que responde al criterio musical historicista, donde esta clase de  arreglo no parece factible en todos los casos.
  Fue una experiencia musical bastante  inédita por parte de intérpretes de virtuosismo.
Eduardo Balestena

