Menu principal

 

Estreno de “EL BAILE” de Oscar Strasnoy en el Colón

 

CUANDO SE MUESTRA LO QUE MÁS DUELE

 

Teatro Colón

Jueves 26 de septiembre de 2019

 

Escribe: Martha Cora Eliseht

 

El pasado jueves 26 del corriente se produjo el estreno de la ópera “EL BAILE” del compositor argentino Oscar Strasnoy en el Teatro Colón, en forma conjunta entre los Ciclos “Colón Contemporáneo” y el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en versión de concierto, bajo la dirección de Wolfgang Wengeroth y la participación de los siguientes cantantes: Sabrina Cirera (Rosine), Laura Pisani (Antoinette), Marisú Pavón (Isabella, la Profesora de piano), Alejandra Malvino (Betty, la institutriz), Carlos Ullán (Alfred) y Víctor Torres (Georges, el mayordomo). La dirección escénica y la proyección de video estuvieron a cargo de Matías Feldman, con ilustraciones del recordado dibujante Hermenegildo Sábat.


Compuesta en 2009, la obra de Strasnoy cuenta con libreto de Matthew Jocelyn y está basado en la novela homónima de Iréne Némirovsky, que narra los pormenores de una familia judía disfuncional, de origen mediocre, que decide ofrecer un baile e invitar a personalidades de la nobleza y la aristocracia para aparentar su condición de nuevos ricos. Sin embargo, todos tienen algo que ocultar. A medida que transcurre la obra, el oscuro pasado de los protagonistas va saliendo a la luz. En el caso de Rosine, ha dado a luz a una hija fuera de los cánones del matrimonio (Antoinette) con un hombre al cual desprecia, pero no le quedó otro remedio que casarse con él. A su vez, Alfred (padre de Antoinette y esposo de Rosine) sospecha de su esposa, pero no se atreve a enfrentarla, mientras que Antoinette desprecia a sus padres, a quienes considera unos mediocres idiotas. El mayordomo (Georges) sabe vida y obra de cada uno de ellos y los extorsiona. A su vez, este último mantiene un romance secreto con Betty (institutriz de Antoinette), quien es, a su vez, aliada de la adolescente en contra de su madre. El círculo familiar se completa con la tía Isabelle (la profesora de piano), quien tiene una mala relación con Rosine y que será el detonante que hará explotar al núcleo familiar durante el mencionado baile.
Desde el punto de vista argumental, es una obra donde se muestran las miserias humanas en su máxima expresión. Rosine representa la típica iddische mame que comanda la familia y hace que todo el mundo baile a su compás. Es quien decide organizar el baile para aparentar su condición de nueva rica y decidir no sólo lo que se va a servir haciendo alarde de derroche, sino además, buscar un pretendiente para Antoinette, a quien le pide que redacte las invitaciones para la fiesta por su impecable caligrafía. No duda en convocar a la aristocracia local y a un tal G-E-L-D (dinero, en alemán), que se supone ser un millonario. Pero cuando le niega a su propia hija el ir al baile, Antoinette decide vengarse del desprecio materno destruyendo las invitaciones para el evento en vez de enviarlas por correo. Los padres muestran su mediocridad y su falta de diplomacia, que se traduce en la música y en las caricaturas de Sábat. Con respecto a la proyección de video, es un recurso muy bien empleado, ya que permite comprender mejor el argumento y cómo se van armando las relaciones entre los diferentes protagonistas. Finalmente, la venganza de Antoinette surte efecto, ya que la única que concurre puntualmente es la profesora de piano Isabelle, quien les hace ver a todos la realidad: el baile resultó un rotundo fracaso. Desesperada ante las circunstancias e incapaz de soportarlo, la enfurecida Rosine echa a todos. Al final, las miserias humanas salen a la luz y se muestran en su máxima expresión.


Si bien es una obra interesante desde el punto de vista argumental, no sucede lo mismo desde el punto de vista musical. La atonalidad típica de la música contemporánea no es del agrado de quien escribe, con excepción de algunas cosas: por ejemplo, la escena del baile abre con la misma melodía que se escucha al inicio de la obra, para luego continuar con inserts de música kletzmer, fragmentos del 3° movimiento de la Sinfonía n° 1 (“El Titán”) de Mahler y cuando Rosine le pide a la orquesta que toque música para bailar, remeda a la de las películas de Nino Rota. Para ello, Strasnoy emplea una orquestación profusa, que incluye acordeón, banjo, celesta, piano y arpa (alineados del lado izquierdo) y numerosa percusión y metales (alineados del lado derecho), mientras que las cuerdas y las maderas se ubican en el centro del escenario. Esto crea un efecto de profundidad sonora y cierto clima de misterio. Y, pese a que la música no haya sido del gusto particular de esta cronista, la dirección musical de Wolfgang Wengeroth fue soberbia, con una muy buena marcación y entrada de los diferentes grupos de instrumentos. Lo mismo sucedió con la preparación vocal, donde todos y cada uno de los cantantes convocados se lucieron sobre el escenario. Sabrina Cirera logró una magistral interpretación del complejo rol de Rosine, mientras que Marisú Pavón demostró sus espléndidas cualidades vocales en un aria de difícil ejecución como la de Isabelle. Laura Pisani dio vida a una sufrida y rebelde Antoinette, mientras que Alejandra Malvino interpretó a su institutriz con su maestría habitual. Muy buenas las actuaciones de Carlos Ullán y Víctor Torres como Alfred y Georges, respectivamente. Lamentablemente, no se vio acompañado del aplauso por parte del público; probablemente, porque la música contemporánea es difícil de entender y, por lo general, no suele gustar. No obstante, es importante que se incluyan este tipo de obras dentro de un Ciclo de Abono de conciertos. Más aún, si se trata de un compositor argentino en el marco del Colón.