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Irregularidades al final del Concierto de la Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte

 

LO QUE ABUNDA EN EXCESO, DAÑA

Usina del Arte

Jueves 24 de Octubre de 2019

 

Escribe: Martha Cora Eliseht

 

El pasado jueves 24 del corriente tuvo lugar el 5° concierto correspondiente al Ciclo “Divertimentos y Pasiones”, que lleva a cabo la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en la Usina del Arte. En esta oportunidad, el mencionado organismo estuvo bajo la batuta de la directora cubana Yeny Delgado y se interpretaron las siguientes obras: Danzas Húngaras n° 1, 3, 5, 6, y 10 de Johannes Brahms (1833-1897), el Concierto para tuba y orquesta en Fa menor de Ralph Vaughan Williams (1872-1958), con la participación de Richard Alonso Díaz como solista; Los Preludios (poema sinfónico), S.97 de Franz Liszt (1811-1886) y la Rapsodia Húngara n° 2 del mismo autor (arreglo de F. Liszt y F. Doppler) del mismo autor.


Previamente al inicio del concierto, la orquesta sonó muy bien afinada y afiatada, condición que mantuvo durante todo el desarrollo del concierto. Asimismo, Yeny Delgado se caracterizó por su excelente marcación de los tempi y por brindar un buen equilibrio sonoro en todas las obras hasta la ejecución de “Los Preludios” de Liszt. Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de la celebérrima Rapsodia Húngara n° 2, donde se utilizó un arreglo poco convencional, donde el primer tema es introducido por la trompeta solista en vez de las cuerdas. Si bien Fernando Ciancio ejecutó perfectamente bien su parte, hubo ciertos desacoples en la entrada de los diferentes instrumentos de cuerdas en la primera parte de la citada obra. No obstante, Eloy Fernández Rojas (requinto) y Natalia Silippo (oboe) ejecutaron con precisión absoluta e impecable calidad de sonido las introducciones a cargo de sus respectivos instrumentos antes que la orquesta tome el tema principal de la czarda – muy bien desarrollada por los instrumentos de cuerda y, en la segunda parte, por los trombones-. También tuvieron actuaciones destacadas los cornos y fagotes -de la mano de Fernando Chiappero  y Gabriel La Rocca, respectivamente-.


Con excepción de esta última obra, la Filarmónica desarrolló una excelente actuación, caracterizada por la pureza del sonido. Esta cronista ha escuchado pocas veces una ejecución tan soberbia de las archiconocidas Danzas Húngaras de Brahms, donde se utilizaron dos arreglos: por parte del mismo compositor, para las Danzas n° 1, 3 y 10, mientras que el correspondiente a las 5 y 6 corresponde a Albert Parlow. Muchas veces, estas piezas se utilizan como bises por parte de numerosas orquestas extranjeras que visitan la Argentina – la última, la Filarmónica de Luxemburgo hace 20 días atrás, en el Colón-, pero aquí se emplearon para abrir el concierto. A quien escribe le pareció muy apropiado para el título del Ciclo (“Divertimentos y Pasiones”) y la versión ofrecida por Yeny Delgado fue excelente, con buenos matices, equilibrio y profundidad sonora. Se destacaron principalmente los instrumentos de cuerda – participaron  Nicolás Favero como concertino, Kristine Bara como viola solista, Diego Fainguersh en cello y Julián Medina en contrabajo-, aunque cada uno de los solistas de los diferentes instrumentos aportó su granito de arena para que la presente versión fuera de alta calidad.

 

El Concierto para tuba y orquesta en Fa menor fue compuesto en 1954 para Philip Catelinet- tuba solista de la London SymphonyOrchestra- y se estrenó ese mismo año bajo la dirección de Sir John Barbirolli y dicho solista. El éxito fue rotundo y la misma orquesta lo grabó durante ese año. Consta de tres movimientos (Preludio: Allegro moderato/ Romanza: Andante sostenuto y Finale: Rondó allatedesca. Allegro) y sólo dura 13 minutos, donde el instrumento solista toma la melodía inicial en Fa menor (Allegro scherzando) y, al mismo tiempo, debe mantener un sonido compacto y redondo. La interpretación del colombiano Richard Alonso Díaz fue magistral desde todo punto de vista, ya que logró una musicalidad excelente, sacando los mejores matices sonoros de un instrumento tan poco conocido y del cual, existen pocos conciertos para el lucimiento del mismo. Hacia el final del 1° movimiento, la orquesta cierra con un acorde lento, que se desvanece. Mientras que el 1° movimiento consta de una melodía en tono menor, en cambio, el 2° abre con una melodía dulce y armoniosa en tono mayor en cellos, maderas y corno, que anteceden al solo de tuba. El instrumento solista realiza un contrapunto en canon con el resto de la orquesta, que persiste hasta el final. En cambio, el 3° movimiento abre con un rondó en tono menor a cargo de la tuba, que introduce el tema principal Posteriormente, la orquesta retoma el tema (similar al del 1° movimiento de  la Sinfonía n° 6 del mismo compositor), mientras que el instrumento solista sigue el tema principal del 1° movimiento, con las cuerdas en pizzicato. Luego del solo de tuba, la orquesta cierra con un acorde ffffinal. La ovación por parte del público fue total y se ofreció un bis: una transcripción para tuba del Andante Cantabile del Cuarteto n° 1 para cuerdas de Piotr I. Tchaikowsky, donde los dos primeros violines, los dos segundos violines, las dos primeras violas y los dos primeros cellos actuaron como conjunto de cuerdas. Richard Alonso Díaz demostró por qué es la tuba solista de la Filarmónica y sacó unos bellísimos matices a su instrumento. Una está acostumbrada a escuchar la pieza original para cello solista y realmente, supo suplantarlo muy bien con el sonido de la tuba –que en los agudos, era similar al del corno-  y se ganó nuevamente el aplauso del público.


Quien escribe escuchó pocas veces ejecutar a la Filarmónica una versión tan excelsa de Los Preludiosde Franz Liszt por parte de la Filarmónica. Hacía bastante tiempo que esta obra no se escucha dentro del habitual Ciclo de Abono de la orquesta y fue ejecutada con gran precisión y calidad sonora. Compuesta entre 1844 y 1845, Liszt toma el tema de su  ciclo  coral  Los Cuatro Elementos y comprende 5 secciones: Introducción (Andante maestoso), Amor, Tormenta, Calma bucólica y Batalla: recapitulación final, donde cierra con el primer tema. Se considera el primer poema sinfónico con el cual, Liszt introduce un nuevo género musical. Es el primer ejemplo de una obra orquestal considerada como tal y, a su vez, se basa en una oda del poeta francés Alphonse de Lamartine. La melodía está tomada del poema Les Astres (Los Astros) en Los Cuatro Elementos, haciendo referencia a  la frase “hombres solitarios sobre el mundo que rueda”.  Si bien la orquesta sonó algo excedida al final, no restó mérito al excelente desempeño ofrecido por Yeny Delgado hasta ese momento.


Según opinión personal de quien escribe, hubiera sido ideal haber concluido con esta obra y no con la Rapsodia Húngara, que opacó la brillante actuación desempeñada por la Filarmónica hasta ese momento. Tal como dice el refrán: “El que mucho abarca, poco aprieta” en este caso, es perfectamente aplicable. E incluso, otro consabido refrán: “Lo que abunda, no daña”. Salvo que en este caso, lo que abunda en exceso puede dañar. Y mucho.