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En el Colón, en el cierre de la temporada del Mozarteum

 

ESPLÉNDIDA FUNCIÓN PROTAGONIZADA POR JOYCE DIDONATO

 

Teatro Colón

Lunes 28 de Octubre de 2019

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Haendel: arias de los oratorios “Jefté” y “Susana” y de las óperas “Agrippina”, “Rinaldo” y “Ariodante”; Purcell: Leo: aria de la ópera “Andrómaca”; De’Cavalieri: Sinfonía de la “Rappresentatione di anima e corpo”; Purcell: Chacona, Lamento de Dido y aria de “La reina india”; C.Gesualdo: Responsorio a seis voces; Pärt: “Da pacem, domine”; R.Strauss: “Morgen”. Yousef Iskandar, video, Henning Blum, iluminación, Vivienne Westwood y Lasha Rostobaia, vestuario, Ralf Pleger, director de escena, Manuel Palazzo, baile, Joyce DiDonato, mezzo e “Il Pomo d’Oro” (Maxim Emelyanychev).

 

 

Se lo debe decir sin rodeos: el Mozarteum Argentino clausuró su temporada, el lunes, en el Colón, con un espectáculo de alta jerarquía internacional. Joyce DiDonato se presentó una vez más en nuestro medio (sus anteriores visitas fueron en 2012, 2014 y 2016), pero en esta ocasión y como gran novedad, acompañada por un conjunto camarístico de música antigua la notable mezzo de Missouri lideró una velada barroca desplegada en un marco escénico de talentosa creatividad.

 

Espectáculo singular

Bajo el lema “En la guerra y en la paz: la armonía a través de la música”, de concepción teatral muy original, el evento, alejado de la acartonada imagen del solista y la orquesta colocados sobre un tinglado austero iluminado “a giorno”, exhibió en cambio un cuadro visual por cierto muy diferente. Con trasfondo oscuro (en realidad: negro), atravesado esencialmente por una iluminación de sugerentes reflejos cromáticos y originalidad dirigida incluso hacia la sala (Henning Blum), nebulosas, evanescentes proyecciones de video (Yousef Iskandar), y la agrupación musical alumbrada de manera sumamente tenue, casi misteriosa, el escenario se vio siempre pleno de honda sugestión.

 

Avanzando desde un costado posterior, Joyce DiDonato lo transitó con pasos lentos acordes a los “tempi” matrices de la velada, recorrido ceremonioso del cual emanaba un metal penetrante de singular encanto y poesía. Nuestro compatriota Manuel Palazzo, radicado desde hace mucho en el exterior, la acompañó con figuras coreográficas un tanto decorativas al comienzo, más involucradas después en la acción comentada de las partituras, al tiempo que el maestro ruso Maxim Emelyanychev (31), especialista en el género, condujo con estilizada musicalidad, convicción y precisión. Fundado en 2012, es cierto que el ensamble “Il pomo d’oro” (dieciocho miembros) utiliza instrumentos de época o sus réplicas, lo cual genera como es de imaginar un sonido global de tendencia agria; pero también es verdad que este déficit resultó compensado en el transcurso de la noche debido a la primorosa esbeltez de sus líneas y acentuaciones (dentro de un esquema parejo, se lucieron la sólida concertino Zefira Valova y Ana Fusek, con su comprometido “piccolo” de pico en la delicada “Augelletti che cantate”, de “Rinaldo”).

 

Voz pura y cristalina

En cuanto a Joyce DiDonato (50), también productora del evento, cabe apuntar que su desempeño fue de primera magnitud en múltiples aspectos. En el plano estrictamente vocal, su órgano se escuchó impecablemente entero, de color cálido y unívoco, manejado con una ductilidad que le permitió abordar con claridad y sin esfuerzo los trozos de coloratura más arduos en los que todo pareció naturalmente fácil (“Doppo notte”, de Haendel), emitir con pureza, sortear difíciles saltos interválicos en “legato”, “appianar” o reforzar las notas (subrayando su estiramiento) con magnífica clase.

 

En materia interpretativa, la deslumbrante performance de la artista de Prairie Village se distinguió también a mérito de la exquisitez del fraseo (“Lascia ch’io pianga” también de Haendel y “Morgen”, de Richard Strauss), la selección del color en orden a reforzar la intencionalidad de la expresión (atención: siempre dentro de un mismo espectro), a lo que corresponde añadir una admirable riqueza de matices y claroscuros naturalmente articulados y un arte singular para desmenuzar con excelente dicción y sentido comunicativo casi podríamos señalar que cada sílaba y cada nota de su canto. En síntesis: no todos los días se puede asistir a una función de tan refinada estética, inefable delicadeza y elevada calidad.

 

Calificación: excelente

 

Carlos Ernesto Ure