Excelente versión de la Sinfonía Fantástica de Berlioz a cargo de la Filarmónica
REGRESO CON GLORIA
Teatro Colón
Jueves 31 de Octubre de 2019
      
    
Escribe: Martha Cora Eliseht
Tras haberse presentado en diferentes salas de concierto de Buenos Aires (Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner, Usina del Arte), la Orquesta Filarmónica volvió a su escenario habitual en el Teatro Colón el pasado 31 de Octubre para continuar sus presentaciones dentro del Ciclo de Abono, bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke y con la participación de las pianistas francesas Katia y Marielle Labèque con un repertorio integrado exclusivamente por autores galos: la Obertura de Orfeo en los Infiernos de Jacques Offenbach (1819-1880), el Concierto para dos pianos y orquesta en Re menor de Francis Poulenc (1899-1963) y la Sinfonía Fantástica, Op.14 de Héctor Berlioz (1803-1869).
    Es la tercera vez durante el  transcurso del corriente año que este organismo sinfónico interpreta la  mencionada obertura de Offenbach (en reemplazo de la obertura de La Belle Helêne, anunciada originalmente  en el programa), con motivo del 200° aniversario del fallecimiento de dicho  compositor. Por ende, es una obra que la Filarmónica tiene bien incorporada  dentro de su repertorio. En esta versión, contó con muy buena interpretación de  los siguientes instrumentistas solistas: Mariano Rey (clarinete), Natalia  Silippo (oboe), Pablo Saraví (violín) y José Araujo (cello).  Seguidamente, la orquesta ofreció una versión  magnífica del Concierto para dos pianos y  orquesta en Re menor de Poulenc. Compuesto en 1932, toma como referencia a  Mozart, aunque también alude a varios compositores (Cilea, Débussy, Ravel,  Prokofiev, Stravinsky y Nielsen, entre otros), hilvanándolos como si fuera un  collar de cuentas musical dentro de una línea armónica romántica y  expresionista a su vez, con un sello personal de sutileza y pasión. Las  hermanas Labèque son dos pianistas excepcionales: mientras que Katia posee una  potente pulsación y técnica perfecta, Marielle encarna la ductilidad y la  sutileza interpretativa. Independientemente de poseer una conexión especial por  el hecho de ser hermanas, ambas forman un dúo perfecto y resaltan esa  particular conexión por medio de la música. Esas dos cualidades anteriormente  mencionadas características de la música de Poulenc encontraron en ellas a las  intérpretes ideales. La orquesta sonó perfectamente en diálogo con las solistas  y en el 2° movimiento (Larghetto) hubo  un muy buen efecto de disonancia brindado por los cellos y las maderas  previamente a la entrada de los dos pianos. Naturalmente, el público argentino  las ovacionó. Y demostraron su generosidad ofreciendo un bis: “Le jardín féerique” de “MaMèrel’Oye”  (Mi madre la Oca), de Maurice Ravel en piano a cuatro manos. Su  interpretación fue exquisita, resaltando los matices sutiles característicos de  la música del gran exponente del impresionismo francés. Y se retiraron en medio  de numerosos aplausos. 
    Para conmemorar el 150° aniversario  del fallecimiento de Héctor Berlioz, la Filarmónica decidió interpretar la más  conocida de sus obras: la Sinfonía  Fantástica (Escenas de la vida de un artista) Op. 14, compuesta  en 1830 y que marca el comienzo del  romanticismo francés. Berlioz tuvo una obsesión amorosa con la actriz inglesa  Harriett Smithson, quien le sirvió como musa inspiradora para componer su  sinfonía. Los cinco movimientos que integran la misma (Sueños- Pasiones/ Un baile/ Escena campestre/ Marcha al cadalso/  Canción de una noche de aquelarre) se encuentran unidos mediante un motivo  conductor (leitmotiv) a cargo de la  flauta, el clarinete y el fagot evocando a la amada (idéefixe/ idea fija) y que se repiten en toda la obra. El artista  se halla tan obsesionado, que la ve en todas partes: en sueños, en un baile,  mientras dos pastores arrean su ganado –magnífica interpretación del corno  inglés y del oboe fuera de escena-  e  incluso, durante una pesadilla –producto de una alucinación causada por fumar  opio- , creyendo haberla asesinado y marchando al cadalso como consecuencia de  su crimen. 
Finalmente, en su delirio, el artista vive una noche de horror rodeado por brujas, monstruos y otros seres extraños, entre los cuales, también se encuentra la amada. La ronda infernal conduce a un Dies Irae, donde se entremezclan las notas y la visión espectral concluye. Representa un excelente ejemplo de música descriptiva y Berlioz utiliza un sinnúmero de efectos sonoros. El 1° movimiento inicia en Do menor y posteriormente, pasa a Do mayor, siguiendo la clásica forma de sonata, pero presentando los temas de la manera más simple posible. Al respecto, Berlioz rechazó escribir las melodías en forma simétrica –características de esa época- para brindar mayor intensidad a la melodía. El 2° movimiento arranca con una atmósfera misteriosa, seguida por el solo de las dos arpas y el vals en 3/8, donde la idea fija es transformada. En el 3° movimiento, tras la entrada del corno inglés y el oboe fuera de escena –que representa el diálogo entre los pastores, en un Adagio lento, en 6/8-, el tema principal aparece en flauta y violines. Fueron muy merecidas y destacadas las actuaciones de Natalia Silippo (oboe), Gabriel De Simone (flauta) y Paula Llan (corno inglés) y la excelente labor de los percusionistas en el doble juego de timbales en diálogo con el corno inglés al final del mismo. Por su parte, la orquesta logró durante toda la obra un perfecto y excelente equilibrio sonoro, respetando los tempi, sin caer en excesos. Esto fue aún más notorio en el 4° y 5° movimientos, donde hay tutti orquestales que ilustran la idea fija durante la Marcha al cadalso y la Noche de aquelarre. Asimismo, fue excelente el dúo de tubas formado por Richard Alonso Díaz y Pedro Pulzován –contratado especialmente para esta ocasión- del 5° movimiento (tema que luego tomarán Rimsky- Korsakov en La Gran Pascua Rusa y Sergei Rachmaninov en una de las variaciones de la Rapsodia sobre un tema de Paganini) que marca el DiesIraey la Ronda de Sabbat – iniciado por las cuerdas, con síncopas en los metales-. Estos dos temas se alternan hasta el final, donde la melodía sombría del Dies Iraese combina con la salvaje fuga dela Ronda de Sabbat. El aplauso del público fue unánime ante una versión de alta jerarquía interpretativa y gran sonoridad.
      Hacía tiempo que quien escribe no  escuchaba una versión tan espléndida de la mencionada sinfonía a cargo de la  Filarmónica (la última, hacia 1989, bajo la magistral dirección de Rafael  Frühbeck de Burgos, sin desmerecer la soberbia interpretación de Serge Baudó, en  la década del ’80). No obstante, hay que recordar que esta misma obra fue interpretada durante el transcurso del corriente año tres veces  en la misma sala: por Simon Rattle, Zubin Mehta y la actual. Por lo tanto, una  considera que para brindar un homenaje   hay que variar el repertorio,  ya  que Berlioz ha compuesto obras bellísimas, como su Sinfonía “Romeo y Julieta”, Años de Peregrinaje, Haroldo en Italia  o la Gran  Sinfonía Fúnebre y Triunfal. Con excepción de La Condenación de Fausto –también interpretada por la Filarmónica  durante el transcurso del corriente año- , ninguna se representa asiduamente.  Y  en el caso de Offenbach, sucede exactamente lo mismo. Cuando el repertorio se  repite tan frecuentemente, suena trillado y remanido. Por ende, una orquesta se  enriquece cuando amplía su repertorio y ofrece auténticas gemas. Y si suena  como esta última vez, alcanzará la excelencia. 
    

