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Impresionante producción de “LOS CUENTOS DE HOFFMANN” en el Colón

UN DISCRETO CIERRE DE TEMPORADA

Teatro Colón

El domingo 1ero de diciembre de 2019

 

Escribe: Donato Decina

 

 

Opera: ”Los Cuentos de Hoffmann”

Opera Comique en Prólogo, Tres Actos y Epílogo con libreto en Francés de Jules Barbier, basado en narraciones de E.T.A. Hoffmann.

Protagonistas: Ramón Vargas (Hoffmann), Sophie Koch (Musa/Nicklausse), Rachele Gilmore (Olympia), Virginia Tola (Antonia), Milijana Nikolic (Giulietta), Ruben Amoretti (Lindorf, Coppelius, Dr. Miracle, Dapertutto), Osvaldo Peroni (Frantz, Andre, Cochenille, Pittichinaccio), Omar Carrión (Spalanzani), Alejandro Spies (Crespel), María Luisa Merino Ronda (Voz de la Madre), Emiliano Bulacios (Schlemil), Gabriel Renaud (Nathanael), Ernesto Bauer (Hermann), Cristian De Marco (Luther), Gabriela Ceaglio (Stella)

Coro Estable del Teatro Colón, Director: Miguel Martínez, Actores Figurantes.

Coreografía: Irene Martens

Realización de Video: Bruno Arantes

Vestuario: Eugenio Zanetti/Sebastián Sabas

Iluminación: Eli Sirlin

Dirección Escénica

Escenografía y Diseño Multimedia: Eugenio Zanetti.

Orquesta Estable del Teatro Colón, Director Musical: Enrique Arturo Diemecke.

 

NUESTRA OPINION: BUENO.

 

Y llegamos al fin de la temporada lírica 2019 de la mano de una nueva realización escénica de “Los Cuentos de Hoffmann”, la gran y póstuma obra maestra de Jacques Offenbach. Sabido es que este gran compositor había escrito la totalidad de su trabajo, pero no llegó a culminar la orquestación. Diferentes versiones recorrieron el mundo. Un gran director de orquesta francés,  Jean Christophe Keck, investigó a fondo hallando manuscritos del compositor que permitieron llegar a una edición casi verosímil ya que luego de estos hallazgos otra aparición de material offenbachiano hace no mucho tiempo atrás permitiría ser más exactos aún para una edición definitiva. Lo cierto es que tal cual lo manifestaran de modo conjunto Eugenio Zanetti (director escénico) y Enrique Arturo Diemecke (director musical) a Ntra. querida colega Margarita Pollini en la entrevista que publicó el matutino “Clarín” en su edición del 29 de Noviembre pasado, ante el hecho de que cada cual de ellos tomó versiones diferentes de la obra, decidieron de común acuerdo realizar la versión de Viena editada por la casa Choudens de París con recitativos en lugar de diálogos, prólogo, acto de Olympia, acto de Antonia, acto de Giulietta y epílogo.

 

Tratándose de un hombre proveniente tanto de la escena teatral como fundamentalmente del cine (Ganador del Oscar de la Academia de Hollywood), Zanetti toma como punto de partida una filmación de la vida de Offenbach, por lo que veremos al cameraman, a los asistentes y al Director rodear alos actores en una París de 1928/30.

 

Desarrollados por el Director Escénico en la multimedia, con realización de Bruno Arantes, emergen la torre Eiffel de fondo a la que sobrevuela de un dirigible y por debajo la taberna con un carrousel en la parte posterior de cuyo nivel superior serán observadas las tres protagonistas femeninas de los cuentos. La Musa trae a Offenbach a bordo de una “Voiture”, se presentará como tal para luego transmutar al papel de Nicklausse y de ahí en más el desarrollo de la acción tal cuál se la conoce. Zanetti empleó toda una gama de recursos que pueden entenderse como válidos, pero aun así desvirtúan en parte la historia. Si bien el acto de Olympia está muy logrado, el de Antonia en cambio, con proyecciones de mar al fondo, una góndola de la cuál desciende el Dr. Miracle acompañado de un séquito fantasmagórico, la presencia de un “totem” con cabeza de mujer como referencia a la madre muerta en el que ingresará el Doctor al final del acto,  sumado a un constante movimiento del navío es un claro ejemplo de que no se está en Munich como marca la acción. El acto de Giulietta está correctamente ambientado en Venecia pero presa de una marcada saturación visual entre constante paso de góndolas, desplazamientos de coro y figurantes por doquier y efectos filmados de explosión de fuegos de artificio, lo que a mi entender es innecesario. También tanto en el acto de Olympia como en el de Giulietta adquieren relevancia coreografías desarrolladas por Irene Martens. Al no constar nómina de bailarines en el programa de mano ni anuncio de participación del Ballet Estable en el mismo, debo colegir que son los mismos figurantes quienes las desarrollan. Los movimientos fueron eficaces en el acto de Olympia. En el de Giulietta, en cambio tienen marcada carga de erotismo a mi entender innecesaria porque ya la acción de los protagonistas lo expresa.  Cada final de acto estará marcado por la aparición del equipo de filmación que señalará el corte de la acción con la consecuente la aparición de los “paparazzi” tomando testimonio de ello con sus cámaras. Ya en el epílogo todos retoman su fisonomía a excepción de Lindorf que seguirá vistiendo las ropas de Dapertutto para lucir con ellas e intentar de ese modo conquistar a la diva Stella. Dentro de todo este panorama, me convencieron en lo visual el acto de Olympia y los concertantes finales del acto de Giulietta y del epílogo. La iluminación de Eli Sirlin fue muy efectiva y el vestuario desarrollado por el Director Escénico junto a Sebastián Sabas  fue impactante al primer golpe de vista. El resto me generó serias discrepancias. Entiendo que no siempre cantidad (de imágenes y efectos)  es igual a calidad. Tal vez con menos se podría haber hecho más.

 

  En cuanto a lo musical, Enrique Arturo Diemecke logró una correcta concertación más allá de algunas imprecisiones de la Estable que me llamaron la atención, máxime que en todas las presentaciones de opera en las que intervino durante la presente temporada lo hizo con gran solvencia. Hubo conexión con el palco escénico y en el trazo grueso se estuvo bien, tanto como en los conjuntos y en las escenas de grandiosidad. En la interpretación más fina se podría haber hecho más pero esto último, claro, es materia opinable.

 

  El Coro Estable lució una vez más  sólido guiado por Miguel Martínez, redondeando de esta forma una muy buena temporada.

 

  En cuanto a las voces, Gabriela Ceaglio aportó no solo belleza y gracia como Stella, sino que una muy buena voz en su breve intervención del epílogo. Cristian De Marco se lució con suma gracia como Luther el tabernero. Muy eficaces tanto Gabriel Renaud cono Nathanael como Ernesto Bauer en el rol de Hermann. Emiliano Bulacios aportó presencia y buen registro vocal como Schlemil,el amante de Giulietta. María Luisa Merino Ronda se lució ampliamente desde fuera de escena cantando la voz de la madre de Antonia, escuchándosela en toda la sala, al igual que a Alejandro Spies como Crespel, el padre de la infortunada joven. Omar Carrión, con amplio oficio y extraordinaria solvencia se puso al servicio del rol de Spalanzani (Hacedor de Olympia) y lo logró rotundamente. Una vez más Osvaldo Peroni aportó su sabiduría en los roles del tenor característico con timbre grato y exquisito y expresando como pocos. Así tanto Frantz, Cochenille, Andre y Pittichinaccio  tuvieron en El al más justo intérprete. En cambio no convenció Milijana Nikolic en el rol de Giulietta. Su timbre dista de ser el más grato, su afinación es errática y actoralmente no convence. Virginia Tola asumió el rol de Antonia aportando presencia escénica. Los pasajes más agudos sonaron muy tirantes, aun así, cumplió cabalmente.

 

  Y llegamos de esta manera a los que fueron a mi entender los cuatro puntales fundamentales de todo este trabajo para que el producto final llegara dignamente al público. El bajo español Rubén Amoretti, con fuerte presencia escénica y voz magnífica y cavernosa dio vida a los cuatro papeles de contrafigura (Lindorf, Coppelius, Dr, Miracle y Dapertutto). Lució ampliamente. ¿Qué decir de Sophie Koch como la Musa y Nicklausse?. Que fue el lujo de la puesta por presencia, voz, actuación y decir. Por algo está donde está en el primer nivel mundial. A despecho de su ya larga carrera, Ramón Vargas conserva encanto, presencia, oficio y buena voz para asumir el protagónico sin escatimar en nada y logra imponerse. Y finalmente la revelación de la noche, la soprano norteamericana Rachele Gilmore como Olympia, poseedora de exquisito timbre, agudos de formidable extensión y notas que llegan a extremos superiores a los marcados en la partitura que hicieron “rugir” al Colón como en las grandes funciones. También ella por algo está en las grandes ligas y lo demuestra con creces. Por estos cuatro magníficos intérpretes es que estos “Cuentos” llegan a buen puerto, aunque el rubro específico del teatro, la ópera, siga siendo deuda pendiente de muchos años a esta parte.

 

Donato Decina