Cierre del Ciclo de Abono de la Filarmónica en el Colón
FINAL DE CICLO CON UN GRAN PIANISTA
Teatro Colón
Jueves 5 de diciembre de 2019
      Escribe: Martha Cora Eliseht
El año llega a su fin y el Ciclo de Abono de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el Teatro Colón, también. Y lo hizo de la mano de Enrique Arturo Diemecke –Director Titular de la agrupación- el pasado jueves 5 del corriente, con la participación del pianista francés David Fray –quien reemplazó en último momento a su compatriota Helène Grimaud- en un programa dedicado íntegramente a Maurice Ravel (1875-1937), que comprendió las siguientes obras: el Concierto en Sol mayor para piano y orquesta y Daphnis et Chloé (Sinfonía coreográfica en tres partes) sin acompañamiento de coro.
      La maravillosa y exquisita música de  este gran compositor galo encontró en David Fray a un intérprete ideal para la  ejecución de su célebre Concierto en Sol  mayor. Compuesto en 1931 luego de su único viaje por Estados Unidos, es una  obra que posee ribetes de jazz en su primero y tercer movimientos (Allegramente/ Adagio assai/ Presto), mientras  que el segundo posee una de las frases más largas para piano (36 compases,  cuando la mayoría tiene sólo 8). Por dicho motivo, es uno de los más difíciles  de ejecutar, ya que el solista debe mantener el fraseo. Sin embargo, sucedió  todo lo contrario con David Fray, quien no sólo demostró poseer una pulsación  magistral y una digitación sumamente veloz, sino además, un fraseo espléndido y  una técnica perfecta. Es uno de los pianistas más renombrados de la géneration dorée francesa, famoso  internacionalmente por sus interpretaciones de Bach y Pierre Boulez  y se presenta regularmente en las salas de  conciertos más prestigiosas del mundo. Por su parte, la Filarmónica acompañó  perfectamente al solista, logrando un equilibrio sonoro perfecto. Una de las  mejores versiones que una pudo apreciar de este famoso concierto y tras los  numerosos aplausos, Fray ejecutó una de las variaciones de El Clave bien Atemperado de Johann Sebastian Bach con calidez,  maestría, precisión y sutileza. Y se retiró ovacionado.
      A continuación, Diemecke tomó el  micrófono no sólo para agradecer el acompañamiento del público y presentar la  obra, sino también para despedirse hasta el año próximo. Para ello, utilizó la  versión original de Daphnis et Chloé, definida  por el mismo Ravel como una “Sinfonía  coreográfica en tres partes”. Fue concebida como un ballet en París sobre  el mito griego de Daphnis y Chloé para la célebre compañía de Les Ballets Russes de Sergei Diaghilev y  Michel Fokiney se estrenó en 1912, dos años antes de El Pájaro de Fuego de Stravinsky y un año después de La Consagración de la Primavera del  mismo compositor. En la primera parte, los pastores adoran a las ninfas  mientras las pastoras seducen a Daphnis. En  represalia,su amada Chloé seduce a Dorcon. Los dos varones compiten en un  concurso de baile del cual, Daphnis sale  triunfante. Mientras la pastora Lyceión seduce  a Daphnis con un baile, Chloées secuestrada y raptada por los  piratas. Daphnis corre a rescatarla,  pero llega demasiado tarde y las ninfas envían al dios Pan para hallarla mientras consuelan a Daphnis. En la segunda parte, los piratas demuestran sus destrezas  como púgiles hasta agotarse. Su líder le ordena a Chloéque baile para él y ella aprovecha la oportunidad para  escapar. Llega el dios Pan y logra  rescatarla. En la tercera parte, se produce el reencuentro entre los  protagonistas, que manifiestan mutuamente su amor al amanecer. (Inicio de la célebre Suite n° 2, que es la más representada  en todas las salas de conciertos). A medida que crece la pasión entre ambos,  los pastores, las ninfas y otros seres mitológicos se reúnen en una Bacanal electrizante, que pone final a  la obra. Puede representarse o no con coro –donde sólo se vocalizan las letras A- O-Ey Ravel cumple con el precepto  wagneriano por el cual, la voz es un instrumento más-. En este caso, se lo hizo  sin coro, lo que obligó a multiplicar el número total de instrumentos para  lograr un mayor efecto sonoro y una mayor amplitud. Todos y cada uno de los  solistas de la Filarmónica se lucieron en sus respectivas partes: por ende,  sería muy injusto mencionar a unos y no a otros, ya que todos aportaron su  granito de arena para lograr un sonido perfecto y equilibrado. Y a pesar de ser  una obra con un cromatismo abundante, riquísima en matices, con una poderosa  orquestación donde se lucen prácticamente todos los instrumentos, y muy  especialmente, los de percusión –inclusive, el eolífono-, Diemecke ofreció una  versión equilibrada en cuanto a su musicalidad y sonoridad, pero que careció  del brillo habitual que la misma requiere. Sonó muy correcta y compacta, pero  le faltó intensidad sonora. Podría decirse que careció de la vibración y el  tono electrizante característicos de la misma y que quizás, se apoyó mucho en  los solistas instrumentales. 
      Al realizar un balance del actual  Ciclo de Conciertos, la Filarmónica ha tenido actuaciones muy destacadas, con  solistas y directores de gran prestigio, con obras del repertorio clásico y  varios estrenos. En líneas generales, ha sido una muy buena temporada y quizás,  faltaría variar algo más el repertorio. Si se lograra, se tendría un final de  ciclo aún más brillante.

