Música contemporánea en el CCK, con la Sinfónica Nacional
DOS ESTRENOS, EN UN CONCIERTO DIFERENTE
Auditorio Nacional
Viernes 6 de diciembre de 2019
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Saariaho: “Orión”; Benjamin: “Dream of the song”
Ginastera: “Popol Vuh”, opus 44.
Flavio Oliver, contratenor
Coro Nacional de Jóvenes
Orquesta Sinfónica Nacional (Natalia Salinas).
Sí. Fue un concierto distinto. Porque por un lado, se dedicó de manera integral al universo musical de nuestros días. Pero aparte de ello, no estuvo a cargo, como es habitual, de solistas o pequeños grupos de cámara tediosos-abstractos -experimentales, sino que fue asumido por un gran organismo sinfónico, encima, de primera categoría: la Orquesta Sinfónica Nacional, conducida además por una joven maestra egresada del Conservatorio Provincial de Santa Cruz. Por otro lado, y esto es remarcable, incluyó dos primeras audiciones, de Kaija Saariaho y Georg Benjamin, músicos ambos bien conocidos, en incesante tarea creativa.
Estrenos argentinos
Con amplia concurrencia (llamativa por lo no tradicional del repertorio), la velada se inició con una pieza de Saariaho, de cerca de media hora de duración. Fue deplorable que el programa de mano no consignara los datos biográficos de los intérpretes ni lo que es peor, los movimientos de las obras ejecutadas, lo que supone desde ya una suerte de desconsideración absoluta respecto del público. Porque “Orión” (2002), inspirada en el cazador de la mitología griega, hoy convertido en célebre constelación sideral por mandato de los dioses, está desarrollada en tres tiempos (“Memento mori”, “Cielo de invierno” y “Cazador”), cada uno con su propio sello a partir de ciertos ecos de cuño interestelar. Al margen de escribir tres óperas, “L’amour de loin” (Salzburgo, 2000), “Adriana Mater” (2006) y “Emilie” (2010) y una vasta producción en diversas categorías, la música finlandesa, nacida en 1952 y residente desde hace mucho en París, despliega aquí un lenguaje originalísimo, denso, si se quiere fantasmagórico, donde el factor rítmico se traslada a segundo plano para sumergirse en una serie de ondas que se suceden, se engarzan y superponen, todo en el marco de un espacio propio y un orgánico fuerte (cuatro fagotes y otras tantas trompetas y flautas, seis trompas, dos arpas, órgano y así). “Clusters”, “glissandi” y una riquísima percusión, sin perjuicio de sus largas frases consonantes, capas que van y vienen con episódicos “fortes”, “Orión” desenvuelve una masa sonora inquietante, en la que se intercalan coloridos destellos tímbricos, hasta epilogar en bella transición hacia la serenidad infinita de la noche astral.
Del inglés George Benjamin (Londres, 1960) conocimos en 2016 en el Argentino su excelente ópera “Written on skin”. Basada en textos andaluces (de dos poetas hebreos del Siglo XI y de García Lorca, cantados en inglés y en castellano), “Dream of the song” (2015), la pieza vertida a continuación, aparte de exhibir un ropaje espléndido, permitió el lucimiento del pulcro sector femenino del Coro Nacional de Jóvenes y de Flavio Oliver, contratenor de voz llena y entera, armada y emitida con naturalidad. Con una formación particular (cuerdas, dos oboes, cuatro cornos, dos arpas y percusión), se trata de un trabajo de atisbos litúrgicos, reflexivo, de ricas conjugaciones armónicas y tímbricas y melodismo fluido, bello y original en su morfología y contexto.
Ginastera
Finalmente, “Popol-Vuh”, la creación del mundo maya en la visión de Alberto Ginastera (1916-1983) es una obra póstuma, ausente por ende de su catálogo, que el propio compositor nos obsequió personalmente. Es que inspirada en la “biblia” de la gran civilización desaparecida, nuestro compatriota no llegó a concluirla. Comisionada por Eugene Ormandy y la Orquesta de Filadelfia, obviamente no se ejecutó, hasta que Leonard Slatkin la presentó finalmente con la Sinfónica de St. Louis en 1989, ya que de los ocho números previstos, siete estaban terminados (La Noche de los Tiempos; El Nacimiento de la Tierra; El Despertar de la Naturaleza; El Grito de la Creación; La Gran Lluvia; La Ceremonia Mágica del Maíz; El Sol, la Luna y las Estrellas). Poema sinfónico intensamente cromático, misterioso, celebratorio en sus alumbramientos y desde ya, brutal en sus “fortissimi”, en el mejor estilo de su autor, sus combinaciones y opulencia instrumentales, sus contrastes, son desde ya de primerísimo nivel, comenzando por los exquisitos “pianissimi” del movimiento inicial, a cargo de fagotes, contrafagot y timbales, cellos, contrabajos y tuba.
Nuestra gran agrupación sinfónica lució a su vez impecable calidad en todas sus filas, y en cuanto a la conductora de Río Gallegos, debe decirse que causó buenísima impresión debido a la seguridad y claridad con que tradujo tres trabajos por cierto complejos y difíciles. Fruto desde ya de una cuidada preparación, su manejo de planos fue irreprochable, al igual que su precisión conceptual, ello sin perjuicio de algunos volúmenes demasiado vigorosos, despojados de recónditas interrogaciones en la ejecución de “Orión”.
Calificación: muy bueno
Carlos Ernesto Ure
Los que se van
Antes del inicio de la función, y tal como viene sucediendo de manera reiterada sin que esto haya motivado la más mínima reacción por parte de las autoridades, la Orquesta hizo oír su protesta por la flacura de sus salarios (“los más bajos del país en comparación con entes similares, rozando incluso en algunos casos la línea de pobreza”), la falta de concursos para la provisión de treinta y cinco atriles y la supresión de las giras al interior, propias de su misión como organismo federal (“este año donde llegamos más lejos fue a Ramos Mejía”). Responsabilizaron de todo ello en forma directa al Secretario de Cultura Pablo Avelluto y a la Directora Nacional de Organismos Estables, Mariela Florencia Bollatti, cuya gestión en el campo de la música clásica, se lo debe decir, ha sido de un desinterés sorprendente, francamente lamentable.
C.E.U.