Final de Ciclo de la Orquesta Sinfónica Nacional en el CCK
HASTA EL AÑO BEETHOVEN QUE VIENE
Auditorio Nacional
Miércoles 18 de diciembre de 2019
      Escribe: Martha Cora Eliseht
Se cierra un ciclo y otro comienza. Y para concluir un ciclo brillante, la Orquesta Sinfónica Nacional se despidió con un concierto que tuvo lugar el miércoles 18 del corriente en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner (CCK) bajo la dirección de Andrés Tolcachir, con la participación del Coro Nacional de Ciegos “Carlos Roberto Larimbe”, dirigido por Osvaldo Manzanelli y los siguientes solistas: Ana Moraitis (soprano), Mónica Ferracani (soprano), Laura Domínguez (mezzosoprano), Enrique Folger (tenor) y Mario De Salvo (bajo), en un programa que comprendió las siguientes obras: Arena, entre la carne y el hueso (para soprano y orquesta) de Andrés Gersenzony la Misa en Do mayor, Op.86 de Ludwig van Beethoven (1770-1827).
    El actual titular de la Orquesta  Sinfónica de Neuquén demostró ser un director con mayúsculas: logró un  equilibrio sonoro perfecto durante todas las obras comprendidas en el programa  y una gran musicalidad. Además, mantuvo un diálogo perfecto entre coro,  solistas principales y orquesta en la mencionada obra de Beethoven, al igual  que durante la mencionada obra de Gersenzon. Esta última es una musicalización  de la obra de teatro homónima de Bea Odoriz, donde la protagonista trata de  encontrarse con su padre. Este rol le fue confiado a Ana Moraitis, quien  realizó los recitativos con micrófono para que su voz no pasara desapercibida  durante los tutti orquestales. Comienza  con un glissandi en La entre el arpa,  piano y vibrafón, hasta que la soprano entra con una melodía de tinte  folklórico, que posteriormente se desarrolla brindando un clima de misterio  cuando pisa sangre y se encuentra rodeada de cuchillos. Aparece el tema de la  muerte mediante un trémolo en las  cuerdas cuando alude a una carta escrita por su padre, a quien trata de  encontrar. Mediante la repetición de una frase simulando el eco durante el  recitativo, la orquesta acompaña en escala descendente creando dicho eco que-  por cierto- estuvo muy bien logrado. Posteriormente, le sigue el aria de las  sombras, donde la protagonista siente nostalgia por la voz de su padre. Este  clima se logra mediante una melodía introducida por las cuerdas, que la flauta  retoma posteriormente. La flauta y el piano crean un clima de misterio que  expone las dudas de la protagonista, su invocación al padre mediante la carta  –que la protege ante la inminencia de la muerte-. El acompañamiento en pianissimo logrado por las placas y el  gong grave dan el efecto del desfallecimiento de la protagonista, que cierra la  obra mediante un recitativo. La línea de canto y el dramatismo de Ana Moraitis  fueron impecables y recibió numerosos aplausos. La marcación de Tolcachir fue  perfecta y al concluir la obra, saludó tanto al compositor como a la dramaturga  –que se encontraban presentes en el Auditorio-.
    La Misa en Do mayor, Op.86 fue compuesta por Beethoven en 1807 y está  dedicada al príncipe Ferdinand Kinsky. No es de las obras más ejecutadas del  genio de Bonn y posee la estructura de una misa clásica (Kyrie/ Gloria/ Credo/ Sanctus/ Benedictus/ Agnus Dei), con la  participación de solistas (soprano/ mezzosoprano/ tenor y bajo), coro, orquesta  y órgano. Desde el inicio, el Coro Polifónico Nacional de Ciegos desempeñó una  excelente labor, con voces muy bien trabajadas y preparadas, mientras que  Andrés Tolcachir logró una profundidad sonora muy buena al frente de la  Sinfónica. El bellísimo canon a 4 voces del Gloria –iniciado por la mezzosoprano, seguido por el tenor, el bajo y la soprano-  tuvo en Laura Domínguez, Enrique Folger, Mario de Salvo y Mónica Ferracani respectivamente  a sus intérpretes ideales. Posteriormente, el orden de las voces se invierte  hasta el canto al unísono, que es retomado por el coro, quien tuvo a su cargo  el Credo. Fue maravilloso escuchar el  Credo Niceno Constantinopolitano mediante el canon por parte de las cuatro  voces principales y el coro, hasta desembocar en el Amén dado por los solistas. La orquesta sonó majestuosa en el Sanctus, con una excepcional  intervención del coro en el Hosanna,  al igual que el órgano –de la mano de Sebastián Aschenbach- que introduce el Benedictus para desembocar con la  intervención de coro y solistas en el Agnus  Dei. Como no podía ser de otra manera, la sala estalló en aplausos y los  integrantes del coro se llevaron los laureles. Fueron los más aplaudidos por su  excelente interpretación y su musicalidad. La orquesta sonó magníficamente bien  y todos se retiraron ovacionados. 
      Parece ser que el cambio de  autoridades le ha sentado muy bien a la Sinfónica Nacional, ya que por primera  vez en mucho tiempo no se observó el cartel con el hashtag #Sinfónica Nacional en crisis. Asimismo, se eliminaron las vallas  de entrada al CCK y se rehabilitó la puerta giratoria de la entrada principal  –durante los cuatro años de gobierno macrista se entraba  por el costado-, dando cierto aire de libertad e integración.  Quizás, el hecho de depender nuevamente del  actual Ministerio de Cultura le dé expectativas de mejora salarial, hacer  efectivos los nombramientos de sus integrantes y organización de giras  largamente postergadas. Lamentablemente, todavía no se dispone de programas de  mano –un ninguneo a los artistas y un dolor de cabeza para el periodista  especializado-. No obstante, ha sido un ciclo muy rico en estrenos y obras  inéditas, merced a la excelente labor de Ciro Ciliberto como programador. Ha  sido un brillante final de ciclo y un anticipo del año que vendrá –coincidente  con el 250° aniversario del nacimiento de Beethoven-. Por ende, fue una muy  buena idea cerrar un ciclo con una de las obras menos conocidas del genio de  Bonn antes del año próximo, donde la mejor orquesta del país seguramente le  rendirá un merecido homenaje. Hasta el año – Beethoven- que viene.

