La actividad operística en Los Angeles , Estados  Unidos
    
    
Funciones del 20 y 22 de febrero 2020
Escribe: Néstor Echevarría 
      
    
Las circunstancias conocidas a nivel mundial de la pandemia de coronavirus ha motivado como es sabido la suspensión de múltiples espectáculos, y los teatros de ópera en su gran mayoría se han plegado a esta medida precautoria.
    Y  es por ello que en esta ocasión, ya regresado de mi  nuevo y reciente viaje estadounidense y que  en este oportunidad hice de costa a costa, vale decir de desde el Atlántico al  Pacifico, porque luego de mi permanencia en Nueva York, ciudad que siempre  admiro y venero, donde presencié varias   veladas estelares del Metropolitan, fui   atravesando en vuelo aéreo los EE.UU. para recorrer California con varias  de sus ciudades emblemáticas, como Los Angeles y San Francisco,  sus dos grandes pilares.
      Entonces este despacho, lo aprovecho también  para hacerlo conocer a los espectadores, donde cuento mi experiencia presencial,  critica, analítica, que significa en la consabida meca del cine ,este  reflorecer de la actividad operística.
    Comenzaré  recordando que La Opera de los Angeles configura en estos tiempos un  baluarte   singular de la actividad operística en la costa del Pacifico de los Estados  Unidos. Esto ocurre particularmente en el estado de California. en un  territorio dominado por muchas décadas por  la War Memorial Opera House de San Francisco,  que  aquilata una muy larga  y fructífera trayectoria y donde también  estuve presente. Ahora bien se nos presenta  muy afianzada la de esta populosa ciudad  californiana como otro valioso referente. Todo ello si nos atenemos al amplio  marco  de  expansión del género operístico en el cual  puede contarse ya un centenar de compañías de  ópera establecidas en el país.
    Está  instalada esta Opera desde hace mas de treinta años, en el  elegante Dorothy Charmber Pavilion,  su sede actual, un teatro  que forma parte del complejo arquitectónico denominado  Los Angeles Music Center, Dicho edificio  comenzó a funcionar como sala de conciertos  , cuando lo inauguró Zubin Metha dirigiendo la  Filarmónica de la ciudad, orquesta que permaneció allí varias décadas hasta  hasta que se inauguró el celebrado Walt Disney Concert Hall proyectado porel  canadiense Frank Ghery, donde se aloja  actualmente.
    De  modo que el Chamber Pavilion, reconvertido en Opera  de la ciudad, dispone entonces de un amplio  aforo de mas de tres mil plazas, y  ha  estado en crecimiento constante, generando  temporadas completas con presentaciones de resonancia,  como las que nos ha tocado presenciar y  evaluar  en ocasión de este nuevo periplo.
 
    De  ahí que haya sido una valiosa experiencia la producida ,como por ejemplo un  estreno,del joven compositor norteamericano de treinta años, oriundo de Boston, Matthew Aucoin. Se basó en un texto  de la escritora neoyorquina Sarah Ruhl, que también aportó el libreto para esta  nueva ópera, en tanto la puesta escénica de Mary Zimmerman fue racional, sintética  y de claro vínculo con el  tema propuesto.
    Una  historia de amor contemporánea,, cuyo título alude a la protagonista y cuya  música revela buen manejo instrumental, con un eclecticismo compositivo que responde  a una fusión de tendencias, pero hilvanada con  eficaz manejo vocal inclusive y donde podría  sugerirse, eso sí, una menor  extensión de  la partitura.
    Alli  cantaron Danielle de Niese, una soprano lirica de buenos medios y apreciada  localmente como protagonista,  y los  barítonos Joshua Hopkins, canadiense y Rod Gilfry, californiano, que tiene programado  un recital conjunto con la afamada Renée Fleming para la futura temporada con  la conducción del renombrado maestro James Conlon, un fuerte promotor de esta compañía operística  de Los Angeles.
      Ahora  bien, aparte de esta novedad de primera audición, enseguida llegó el estreno  local de “Roberto Devereux” de Donizetti, ópera belcantista que fue la número  cincuenta y ocho de las  setenta largas  del bergamasco. Esta  fue objeto de una coproducción  con  la  Canadian Opera Company. La opera estuvo dirigida por la coreana Eun Sun Kim y  puesta en escena del inglés Stephen Lawless. Dicha producción plantea una  visión escenográfica que rememora por su morfología al teatro isabelino,  sobre diseño del belga Benoit Dugardyn.
      Los  exigentes requerimientos belcantistas de esta ópera donziettiana fueron abordados  en el caso del protagonista por nuestro conocido tenor mexicano Ramón Vargas,  con eficacia vocal y escénica, acompañado por  la soprano Angela Meade, del norteño estado de Washington, que lució en su aria  final, una pieza vital  para el “ bel  canto”, con buenos recursos en su línea expositiva   También cabe destacar los  apreciados rendimientos en este escenario del barítono  de Hawaii, Quinn Kelsey (bien conocido del Met) y de la mezzo-sopreno Ashley  Dixon.
      Se  advierte en estas circunstancias, un público al que notamos entusiasta y entrenado  para el género, de lo cual da testimonio el cercano festejo de los treinta y cinco  años de la compañía lirica, que abordará una próxima temporada con cerca de cuarenta funciones. O sea que la  opera vive también en Los Angeles, una ciudad  conocida   mundialmente   como “la meca del  cine”  y que, como pudimos apreciar,  tiene   también una afianzada vocación  lírica.

