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Con una ópera de un compositor afroamericano por primera vez en su historia

 

EL MET INAUGURÓ SU NUEVA TEMPORADA

 

New York Metropolitan Opera House

Lunes 27 de septiembre de 2021

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Nueva York (especial)- Después de permanecer con sus puertas cerradas por el período más largo de su historia (“dieciocho agónicos meses”), la Metropolitan Opera House reabrió sus puertas a pleno. En el anhelado inicio de una temporada que abarca veintidós títulos y se extiende hasta el 11 de Junio, las autoridades de la sala (Peter Gelb y Yannick Nézet-Séguin) eligieron para la reapertura una obra emblemática por más de un motivo. Uno, porque nunca se había representado en los ciento treinta y nueve años de la organización una ópera de un músico negro. Otra porque “Fire shut up in my bones” (“El fuego se consumió en mis huesos”), historia de abusos y frustraciones, refiere metafóricamente a la inmanente posibilidad del ser humano de no quebrarse nunca y emerger de las caídas.

 

Discurso expresivo

Sin aforo (esto es, con una sala completamente colmada, sin limitaciones), sólo se nos requirió para el ingreso al teatro certificado de vacunación anticovid-19, documento de identidad con fotografía y uso de máscara. Con abonos optativos (se pueden elegir las funciones que uno quiera pero no menos de cinco), vale la pena subrayar que el público se mostró sumamente entusiasta, especialmente con el maestro (a rey muerto, rey puesto; exactamente lo mismo sucedía con Levine).

 

Nacido en 1962 en Nueva Orleans, trompetista, multipremiada figura del jazz, la partitura, de Terence Blanchard, digámoslo desde ya, no encuadra en ningún arquetipo previo. Su creación, en efecto, resulta absolutamente original en materia estilística; despojada de números, abundante en melodías consonantes el fluido sonoro continuo no decae en ningún momento. Alterna como es obvio delicados o rítmicamente vibrantes trozos jazzísticos y de góspel, sin sentido predominante, con expresiva música rural y expresivo lenguaje, si se quiere descriptivo, psicológico, que incluye partes tangencialmente habladas, bellos coros internos y cinematográficos “flash-backs”. Con participación de guitarras eléctricas y piano, la orquestación, talentosamente elaborada se exhibe siempre equilibrada y de gratos colores.

 

Es cierto que “Fire shut up in my bones” (se trata de una cita de Jeremías) debe ser acortada, con supresión incluso de algunas escenas de cuajo, ya que su permanente incursión en situaciones personales y estados de ánimo parece demasiado extensa (con un breve intervalo la ejecución, en tres actos, duró algo más de tres horas). La resolución conclusiva, por lo demás, es demasiado breve y simplista. Pero en el balance final, esta obra que se estrenó en Saint Louis en 2019 se exhibe como una creación contemporánea valiosa, imaginativa en su concepción y temática, y discurso de óptimo vuelo, que mucho aporta al espectro de los autores líricos estadounidenses.

 

Puesta brillante

En el marco de un cuadro vocal formado por multitud de personajes, la soprano californiana Angel Blue (Destino, Soledad, Greta) se destacó por su canto sensible, bien manejado, cromáticamente envolvente. Texana, su colega Latonia Moore (Billie), a quien recordamos por su Aída en el Colón, aparte de excelente manejo actoral, lució registro opulento, especialmente en el centro y llegó bien a las notas agudas (la línea canora de “Fire”, sin perjuicio de su tratamiento más bien clásico contiene ciertos escollos). En cuanto a Will Liverman (Charles), joven barítono virginiano, cabe apuntar que hizo oír un registro recio, parejo, impecablemente colocado.

 

Con atuendo un tanto curioso, el canadiense Nézet-Séguin condujo con pasión y remarcables gradaciones, trazando el contexto dramático de cada secuencia con métrica flexible y batuta certera. Basada en un libro de tocantes memorias de otro hombre del Sur, Charles M. Blow, la espléndida producción de la ópera de Blanchard fue otro de los grandes puntales de esta presentación. Realizada por Camille Brown y James Robinson, artistas de notable creatividad y mente abierta, sin incurrir en la más mínima chocantería (ni siquiera en la escena de la violación), ambos plasmaron una dinámica teatral que no tuvo caídas y con muy logradas proyecciones y efectos lumínicos, movimiento continuo y arquitectura escénica simple, de base rectangular, otorgaron a la versión un sello plástico de alta categoría.

 

 

Carlos Ernesto Ure