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COLÓN CONTEMPORÁNEO: ÚNICO CONCIERTO 2021

 

Teatro Colón

Martes 23 de noviembre de 2021

 

Escribe: Osvaldo Andreoli

 

 

Se presentó LABORINTUS II, la obra inspirada en La Divina Comedia que Berio compuso para el 700 aniversario del nacimiento de Dante Alighieri. En la Sala Principal del Colón, un narrador (Victor Torres) condujo por un collage sonoro infernal a cargo tres voces solistas (Virginia Majorel, Natalia Salardino, Lucía Lalane), un coro (Dir: Mariano Moruja), un ensamble instrumental y electrónica.


En la primera parte del concierto escuchamos dos piezas para dos pianos de Ligeti inspiradas en el minimalismo (Lucas Urdampilleta y Silvia Dabul), y la energía rítmica de Reich en EIGHT LINES, para dos cuartetos de cuerda, dos flautas, dos clarinetes y dos pianos.
Dirección musical: Pablo Druker


METÁFORAS MUSICALES, CLIMAS ALUCINANTES


Exitante y exultante. La obra de Berio fue la cúspide del concierto. La experiencia del “teatro musical” que pergeñó como una locura, una aventura.


Advertencia: Laborintus II no es una ópera sino una obra de teatro musical, es decir, una obra que, parafraseando las palabras del filósofo Ernst Bloch, acepta el teatro como un laboratorio "reducido" a las dimensiones de la performance, donde probamos teorías y prácticas que pueden ser utilizadas como modelos experimentales de la vida real. (Luciano Berio).


A 700 años de la muerte de Dante Alighieri sentimos que estamos en el horno, en una butaca del Colón.
Las voces agudas como aves acorraladas, toques de trombón, sonidos breves y entrecortados, un tutti del ensamble , fortissimo, efectos que preceden al grito de la soprano contrastado con el susurro del relator. La voz dramatiza la situación musical. Experimentamos Instancias de inusitada creatividad.

 

“Meravigliosa visione” la frase sobrevuela el enjambre sonoro y recordamos que hay textos de Edoardo Sanguinetti y T. S. Eliot y Ezra Pound. Abundan las citas y los saltos temporales. Otros textos de Dante y la idea del catálogo medieval, tomada de las Etimologías de Isidoro de Sevilla. La totalidad en un microcosmos.


Un glissando asemeja una bocina, una sirena. Y el coro de frases histéricas. El parloteo acelerado del relator y el torrente de voces y la orquesta. Impactos percusivos y los ruidosos trombones dan cuenta del clima dramático musical. Confusión de las voces en disputa. Ámbito de discusión. Cambios abruptos de forte a piano, contrastes de timbres y de alturas arrastran a los glissandi del coro y los vientos infernales.


En un momento culminante escuchamos la exclamación del relator que sobresale sobre lo abigarrado y fragmentario del conjunto: ¡Lasciate ogni speranza! Estamos ante las puertas del Infierno dantesco-


Irrupción jazzística, palmas, discurso vacilante y parloteo del recitante. Sonidos electrónicos que emergen con humor irrisorio. La Explosión de la batería se diluye para que el relator reflexione sobre la música. Gong, susurros jadeantes, ecos del gong.


Las voces solistas dieron realce al laberinto musical. La cualidad fónica del material sonoro como objetivo del autor. Timbres, colores y significaciones posibles. El director Pablo Druker, al frente de la orquesta del Teatro Argentino, había estrenado en la Usina del Arte Un re in ascolto (“acción musical” del compositor italiano) que acaba de ser premiada por la Asociación de Críticos Musicales. En la ceremonia, el galardón fue recibido por el destacado barítono Víctor Torres. En Laberintus II, el director volvió a demostrar su estilo, con gestualidad convincente y dominio de las situaciones. Supo capear a tiempo las tormentas de su ensamble.


VOLVAMOS AL PRINCIPIO


El concierto comenzó con Monumento y Autorretrato con Reich y Riley (y Chopin al fondo), interpretada por los celebrados pianistas Silvia Dabul y Lucas Urdampilleta.


Se trata de un homenaje de Ligeti al minimalismo, en particular a Reich y Riley, y en la que el compositor confrontó su propia técnica con la de los homenajeados en el título, además de la escritura pianística de Chopin, especialmente el Presto de su Sonata en Si bemol menor.


Ostinatos marcados, el intercambio de planos sonoros y un glissando peculiar dieron relieve a la performance que culminó con la profusión de notas graves, recorridos y ráfagas que motivaron la aprobación de la sala.


De inmediato nos introdujimos en la rítmica de Eight Lines, de Steve Reich. Un desafío para el director Pablo Druker. La obra enfervorizó al auditorio, con el despliegue de dos cuartetos de cuerda, dos flautas, dos clarinetes y dos pianos. (Luciano Berio había incitado esta incursión de su discípulo Reich en la música tonal).


Un acierto programar esta versión, ya que rescata lo melódico dentro de la repetición habitual. Hay líneas alargadas en la flauta y el flautín. El interés de Reich en líneas melódicas más largas compuestas de patrones más cortos unidos entre si tiene sus raíces en los estudios de la cantilación judía. (Quizás por eso adivinamos por momentos un aire de familia con Piazzolla, también influído por la música casamentera de la sinagoga durante su infancia en Nueva York).


La pieza se lanza en un solo movimiento de un cuarto de hora, de forma rápida. Su núcleo es un ostinato de piano sincopado. Hace un uso extensivo de la polifonía imitativa y la construcción de melodías.
Percibimos ritmos de rumba antes de la irrupción de los clarinetes bajos. Y al concluir, los rápidos flautines eran un guiño a Malambo de Ginastera. Al menos para un obstinado habitué del Teatro Colón.


Osvaldo Andreoli