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En el Colón, con magnífica producción

 

“NABUCCO”, PRIMER PERÍODO VERDIANO

 

Teatro Colón

Martes 31 de mayo de 2022

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

Fotos: Teatro Colón - M. Parpagnoli, A.  Colombaroli

 

 

“Nabucco”, drama lírico en cuatro partes, con texto de Temistocle Solera, y música de Giuseppe Verdi.

Con Sebastian Catana, Rebeka Lokar, Rafal Siwek, Darío Schmunck, Guadalupe Barrientos y Mario De Salvo.

Iluminación, escenografía, vestuario y “régie” de Stefano Poda.

Coro (Miguel Fabián Martínez)

Orquesta Estables del Teatro Colón (Carlos Vieu)

 

Después del fiasco de “Un giorno di regno”, “Nabucco” (1842), tercera ópera del recorrido de su autor, fue la piedra de toque del éxito estelar de Verdi. Famosa, aclamada de inmediato en todos lados, bien puede decirse que a partir de allí inició una trayectoria que lo llevó a convertirse en uno de los miembros más esclarecidos del Olimpo de la música universal. Sin embargo, digamos a esta altura, las cosas como son. Con un libreto que no cierra, el melodrama basado en el conflicto judeo-babilonio del siglo VI antes de Cristo, debió su triunfo fundamentalmente a razones político-nacionalistas (Verdi: “Vittorio Emanuele rè d’Italia”). En su contexto global, la obra es musicalmente bien despareja, semi-iniciática, y contiene muchos pasajes de vaga intrascendencia,  junto a los cuales se intercalan otros en los que ya se revela claramente “la garra del león”.

 

El plano vocal

El Colón repuso “Nabucco” el martes, en tercera función de gran abono de la temporada lírica oficial. Es la segunda vez que se la daba después de una ausencia de más de dos décadas, y la versión, con sus más y sus menos, entrañó desde ya al menos interés histórico para las nuevas generaciones.

 

Edición cancelada por razones obvias en 2020, en el tinglado se alinearon Rafal Siwek (Zaccaria), bajo cantante polaco de notorio oficio, tinte más bien neutro y un persistente vibrato, junto a la soprano eslovena Rebeka Lokar (Abigaille, papel ingrato), cuya labor resultó deslucida debido a su emisión heterogénea, caudal limitado y carencia de color dramático. Con centro y graves algo lavados, el barítono rumano Sebastian Catana (protagonista), más trágico en la faena actoral que en el canto, mostró por su lado atrayente línea, al tiempo que nuestra compatriota la mezzo Guadalupe Barrientos (Fenena), exhibió registro sólido, muy bien armado, cromáticamente hermoso (“Oh dischiuso è il firmamento”). Darío Schmunck (Ismaele), por último, aportó lo suyo con discreta corrección.

 

En el podio estuvo el maestro Carlos Vieu, quien condujo con impecable seguridad y precisión a una Orquesta Estable en la que no se apreciaron fallas, y dejando de lado ciertas sonoridades de bronces y percusión un tanto excesivas, tradujo la cantinela verdiana con agraciado primor. 

 

Stefano Poda

Preparado por su titular, Miguel Martínez, el coro de la casa desplegó una faena de primera categoría en este título que le asigna un papel de enorme y permanente figuración. Esbelto, armonioso en todas las gamas y gradaciones, su cometido fue siempre parejo, sin perjuicio del bello relieve de la cuerda de tenores.

 

Pero el puntal fundamental de esta representación fue la puesta concebida de manera multifacética por Stefano Poda. Absolutamente original y creativo (lo que no es poco decir tratándose una obra súper tradicional), por lo demás, netamente alejado de las distorsiones del denominado “regietheater”, el artista trentino plasmó un marco escénico de alto impacto. A partir de una base si se quiere minimalista, utilizando la

totalidad del enorme tinglado casi desnudo, enmarcado sólo por sus tres paredes, la brillantísima iluminación, el refinamiento del vestuario (sólo blanco o negro), muy pocos objetos, imágenes de sugerencia asiria y una llamativa gran forma cilíndrica, todo ello realzó con criterio moderno e imaginativo el desarrollo de “Nabucco” (esto sin perjuicio de un gigantesco velo de tul en el proscenio que opacó algo las voces).

 

Es muy importante aclararlo: no hubo feroces guerreros babilónicos ni trajes de época; pero en el moderno contexto renovador descripto, esta nueva producción verdiana se mantuvo absolutamente fiel al espíritu de la obra. Resultado de un enorme y exhaustivo esfuerzo preparatorio, el trabajo de Poda incluyó un suave pero constante uso del disco giratorio y la incorporación de muchos figurantes que iban y venían, lo cual otorgó a su “mise-en-scéne” movilidad constante. Y desde el punto de vista estético, lució por cierto esmaltada plasticidad.

 

Calificación: muy bueno

 

Carlos Ernesto Ure

 

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