Menu principal

 

 

ECOS del concierto del Fauré Quartett en el Colón

 

 

Teatro Colón

Lunes 13 de junio de 2022


Escribe: Por Ricardo Mandel (Por Siempre Coloneros)
Foto: Liliana Morsia para Mozarteum Argentino

 

 

 


Fauré Quartett.

- Erika Geldsetzer (violín)

- Sascha Frömbling (viola)

- Konstantin Heidrich (violonchelo)

- Dirk Mommertz (piano)


Programa:
MAHLER: Movimiento de Cuarteto para piano y cuerdas
FAURÉ: Cuarteto con piano N°1 en Do menor Op. 15
BRAHMS: Cuarteto con piano N°1 en Sol menor Op. 25 de Johannes Brahms


Presentó: Mozarteum Argentino

 

El Teatro Colón ha sido testigo de innumerables veladas memorables, pero solo un puñado de ellas alcanza el estado de gracia que permite que hablemos de un milagro sonoro. Es precisamente lo que sintió este cronista anoche, ya desde los primeros compases del Movimiento de Cuarteto para piano y cuerdas de Gustav Mahler en las manos de estos cuatro músicos virtuosos en lo individual, pero por sobre todo en la amalgama que producen cuando tocan juntos en un ámbito propicio como nuestro Teatro.


Como una rara gema instrumental de cámara entre sus imponentes sinfonías y ciclos de canciones, esta rara pieza mahleriana de edición póstuma reúne todas las virtudes “orquestales” de sus hermanas mayores, aunque esté concebida para tan reducido orgánico. Compuesta en 1876 durante sus años de conservatorio, acaso como parte de los ejercicios requeridos por la institución académica mayor de la Viena imperial a ese adolescente de 16 años que estaba destinado a escribir algunas de las obras sinfónicas más gloriosas del Romanticismo tardío, y que llegaría a ser el más célebre director de ópera y de orquesta de su tiempo, aunque debería soportar como compositor el rechazo sistemático por parte del establishment de la música académica de su tiempo, consciente que estaba escribiendo música que sería apreciada por el gran público cincuenta años después de su muerte, profecía tristemente cumplida. Con delicado balance dinámico, las cuerdas fueron presentando el tema principal apoyadas en el acompañamiento del piano de Dirk Mommertz, que jamás pasó por encima de ninguno de sus compañeros de ruta. La violinista Erika Geldsetzer, fundadora del cuarteto que mantiene su misma formación desde aquel día de 1995 cuando contaba con solo 20 años de edad, estableció un diálogo ideal con el violista Sascha Frömbling, y con el chelista Konstantin Heidrich, todos profesores de su instrumento en la Universidad de las Artes de Berlín. Los diversos pasajes del Movimiento compuesto en forma sonata, mostraron una unión perfecta entre los cuatro instrumentistas alcanzando una dimensión cuasi religiosa que se vio coronada por un prolongado silencio cuando se extinguieron las últimas notas del mismo, como si la inmensa sala se hubiera sumido en un estado hipnótico.


Tras un caluroso aplauso llegó el turno del Cuarteto con piano N°1 en Do menor Op. 15 de Gabriel Fauré, compuesto en los mismos años en que Mahler presentaba la obra anterior y estrenada en 1880 en la Sala Pleyel de Paris. Como si se tratara de un homenaje al gran Maestro que le da su nombre a la agrupación, y que fuera profesor de composición nada menos que de Debussy y Ravel, los visitantes plasmaron las páginas virtuosas del Allegro molto moderato inicial que muestra desde sus primeros compases una evidente influencia brahmsiana, pero con acento claramente francés, manteniendo siempre ese marco de mesura y contención como acierta Claudia Guzmán en sus notas del programa de mano. Una vez más, el Fauré Quartett tradujo la pieza de manera ideal, mostrando toda la sutileza y el sentido íntimo de la misma. Lamentablemente el respetuoso silencio que coronó la obra anterior no tuvo su correlato al final del primer movimiento del Fauré, cuando el público interrumpió el clima creado con un aplauso fuera de tiempo, y que se reiteró una vez finalizado el Scherzo que lo sucedió. Fue precisamente en dicho Scherzo donde se tornó más evidente el resultado de un trabajo continuo de 27 años de una formación que funciona como si se tratara de un solo instrumento, una comunión entre cuatro artistas que funcionan como una unidad monolítica, en la que se escucha cada nota, cada pizzicato y cada armonía en una aleación simplemente perfecta. La cumbre espiritual de la obra llegaría en el extenso e introspectivo Adagio, de sutil influencia wagneriana y con una carga de nostalgia acaso producto de un desengaño amoroso del compositor.


No obstante las alturas alcanzadas en la primera parte del concierto, el plato fuerte estaba por venir. En 1862 un joven Brahms debutaba en Viena el doble rol de compositor e intérprete, con su Cuarteto con piano N°1 en Sol menor Op. 25 tras cinco años de trabajo. Aquí cambió el espíritu de la noche alcanzando una nueva cumbre expresiva, imbuida del espíritu del compositor hamburgués, por momentos abandonando la mesura que había imperado en las obras anteriores para adentrarse en las profundidades del alma propias del Romanticismo germano. Finalizado el Rondo alla Zingarese que anticipara las célebres Danzas Húngaras que vendrían años después de la misma pluma de Brahms, el Teatro en pleno estalló en una cerrada ovación de un público conmovido hasta la médula por lo acontecido durante todo el programa. Los artistas respondieron la efusividad con dos generosos bises: "Fauré tango" de claras reminiscencias piazzollianas, compuesto para esta formación por nuestro Eduardo Huber y un emotivo arreglo para cuarteto con piano de Dietrich Zöllner de la célebre canción “Aprés un rêve” de Gabriel Fauré.


En fin, una velada de calidad superior, como a las que nos tiene habituados el Mozarteum Argentino, que continúa su ciclo de conciertos el Lunes 27 de Junio con la visita del pianista Nikolay Lugansky junto a la Orchestre Philharmonique Royal de Liège dirigida por Gergely Madaras, en lo que seguramente se configurará como otro de los puntos altos de la presente temporada musical en el Teatro Colón.

 

 

Faure1