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L' elisir d'amore: una magnífica versión

 

 

Y el Colón volvió a rugir

 

Teatro Colón

Jueves 4 de agosto de 2022

 

Escribe: Graciela Morgenstern

Fotografias: Teatro Colón

 

 

“L’Elisir d’amore”, de Gaetano Donizetti


Libreto: Felice Romani
Elenco: Nadine Sierra, Javier Camarena, Ambrogio Maestri, Alfredo Daza y Florencia Machado. 

Coro  y Orquesta Estables del Teatro Colón
Escenografía: Enrique Bordolini
Vestuario: Renate Schussheim
 Iluminación: José Luis Fiorruccio
Régie: Emilio Sagi
Diector del Coro: Miguel Martínez
Dierctor Musical: Evelino Pidò

 

 

El Teatro Colón ofreció una inspirada versión de "L'elisir d'amore".  La base para que el evento fuera tan destacado fue la presencia de un elenco homogéneo de excelentes cantantes y un director de orquesta destacado, como en aquellas grandes épocas de nuestro Teatro.

 

El estreno de la obra en Milán, en 1832, le valió a Donizetti su reputación como uno de los compositores de mayor preeminencia en el repertorio italiano, tanto en el género buffo como en el dramático.

 

En esta oportunidad, el Teatro Colón no escatimó esfuerzos para realizar una presentación de gran jerarquía artística.

 

La régie de Emilio Sagi que ubica la escena en Estados Unidos, en la década de los años 50, fue colorida, vivaz y con buena marcación escénica. No obstante, presentó algunos aspectos ridículos y nada originales. Por ejemplo, la presencia de jugadores de basquet antes del comienzo de la obra, tal vez tomado de la serie para televisión "High School Musical"? Durante el transcurso de este "jueguito" que nada tiene que ver con la naturaleza de la obra, una pelota cayó en el foso de la orquesta. O la entrada de Dulcamara en un auto, que ya se vio, hace unos cuantos años, en la versión con Roberto Alagna y Angela Gheorghiu. Lo que sí fue original pero no de buen gusto, fue la entrada de los novios en el último acto, transportados en carritos de supermercado o el uso de un sillón para computadora en el dúo entre Adina y Dulcamara. Existían en los años 50? En tanto, la escenografía de Enrique Bordolini y el vestuario de Renata Schussheim resultaron de bella factura, lo mismo que la muy adecuada iluminación de José Luis Fiorruccio.

 

Pero sin duda, lo más atractivo fue la excelencia de las actuaciones en el plano musical. Javier Camarena como Nemorino cantó con convicción y entrega. Con elegante fraseo y muy buen manejo del fiato. Su voz contó con todos los matices necesarios para dejar al descubierto los sentimientos del personaje. También exhibió desenvoltura escénica, contribuyendo al buen sentido del humor de la obra en general. El público lo ovacionó al concluir su aria "Una furtiva lagrima", que repitió, cantando la versión original que Donizetti compuso antes de componer la ópera completa.   

 

Lo mismo ocurrió con la vibrante Adina de Nadine Sierra. Su voz fresca sonó segura en la zona aguda y en todos los pasajes que exigen agilidad vocal. También fue solvente en la faz actoral, presentando una campesina caprichosa que,  cumpliendo con todas las facetas de este complejo personaje, pasa del interés a la indiferencia, del despecho al arrepentimiento, el enojo, y finalmente, al amor.

 

Inmejorable resultó el Dulcamara de Ambrogio Maestri, cantado y actuado de acuerdo a la tradición de los grandes barítonos buffos italianos. Una voz de importante sonoridad, clara dicción y articulación, se aliaron a una comicidad que pareciera le es innata para hacer un retrato perfecto de este charlatán que vende brebajes su­puestamente milagrosos.

 

El barítono Alfredo Daza, si bien con un vibrato molesto, mostró prestancia escénica, aunque por momentos un tanto sobreactuado, como el narcisista Belcore.

 

La Giannetta de Florencia Machado completó el cuadro, con gracia y estilo.

 

El Coro Estable exhibió solvencia vocal y buen rendimiento, bajo la dirección de Miguel Martínez.

 

La Orquesta Estable y su director Evelino Pidó, también hicieron su contribución. Pidó abrió todos los cortes que normalmente sufre la obra y dio a esta versión completa, el brillo que requiere, sin por eso dis­minuir el lirismo general de la partitura, con precisión hasta en el más mínimo detalle.

 

Durante los saludos finales, el antológico rugido del Colón no se hizo esperar.

 

CALIFICACION: EXCELENTE

 

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