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La flauta mágica

 

Teatro Colón

Martes 9 de mayo de 2023

 

Escribe: Roberto Falcone

Fotos: Arnaldo Colombaroli, Teatro Colón

 

El Teatro Colon presentó en su segunda función de Gran Abono, una producción de la Komische Oper Berlin, con dirección escénica de Barrie Kosky, a la que llamó La Flauta Mágica, utilizando la música del sinspiel homónimo de Mozart y pasajes de algunas de sus sonatas para piano como fondo musical.


Definamos en primer lugar qué es el Singspiel: El singspiel (del alemán sing, «cantar», y spiel, «representación», combina partes cantadas y otras habladas, por lo que es un género similar a opereta, a la opéra-comique francesa y la zarzuela española.


Aclarado este punto, convengamos que la obra que se vio el martes en la sala de nuestro primer coliseo, no es la obra original de Wolfgang Amadeus Mozart y su libretista Emanuel Schikaneder a quien ellos llamaron La Flauta Mágica, ya que los diálogos fueron suprimidos y reemplazados por sobretitulados musicalizados con temas que Mozart no escribió para esa obra. Si bien esos sobretitulados narran la secuencia del argumento, no se corresponden con el texto de los diálogos escritos por Schikaneder y es así como por esta eliminación de los diálogos, se pierde, entre otras cosas, la graciosa escena hablada entre Papageno y la viejecita Papagena.


Otro significativo detalle es que el personaje del “Sprecher” también es eliminado y el texto que le corresponde cantar, es cantado en el interno por el bajo que personifica a Sarastro.

 

En rigor a la verdad cabe decir que la puesta, aunque no es una novedad, ya que data de 2012 y fue representada en varios teatros antes que en el Colon, es un trabajo singularmente meritorio e imaginativo, pero caprichoso. Y realmente hay que tener mucha imaginación para querer relacionar La Flauta Mágica de Mozart con el cine mudo y Buster Keaton. Es algo que impacta en su enunciado pero como quedó demostrado, ni siquiera por capricho es posible vincularlos sin desvirtuar la esencia de lo que se propuso su verdadero creador, que no fue el Sr. Kosky sino W. A. Mozart.


De este modo, La flauta mágica de Tamino se convierte en el dibujo animado de una libélula, la Reina de la Noche en una araña, Papageno en Buster Keaton, (que dicho sea de paso a Papageno se lo ve sonreir en varias oportunidades, cosa impensada en Buster Keaton), y al negro Monostatos en el pálido y espectral Nosferatus.

 

En síntesis, esta puesta es un encomiable trabajo de producción pero que no sirve a Mozart; por el contrario, se sirve de él y lo deja en un segundo plano. Y no solo eso; el mentor de este trabajo se anima a más y mete mano en la partitura pretendiendo convertirse en coautor de la obra de Mozart
En líneas generales, la versión musical fue discreta.


Como la moda actual pasa esencialmente por lo visual, y el Director de escena es hoy la vedette del espectáculo, solo se puede apreciar a los cantantes por su trabajo en el plano vocal, ya que el tirano de turno les quita toda posibilidad de ser apreciados en su faz actoral componiendo dramáticamente su personaje.


La soprano argentina Verónica Cangemi, salva con el oficio de su larga carrera la falta de lozanía vocal de la cual padece su canto en el personaje de Pamina.


El tenor Joel Prieto como Tamino, tiene una voz muy agradable pero carece de expresividad interpretativa.


Muy correcto el barítono Peter Keller en su rol de Papageno, al igual que la soprano Anna Siminska como La Reina de la noche y Pablo Urban como Monostatos.


El Sarastro cantado por el bajo Rafal Siwek carece de autoridad vocal para interpretar ese rol con una zona grave muy endeble. El resto del elenco se desenvolvió en una rayana corrección.


Estupendo el Coro Estable. Marcelo Ayub, al frente de la Orquesta Estable puso todo su empeño logrando una correcta lectura de la obra.


En síntesis. Esta fue una pretendida versión de La Flauta Mágica que pudieron disfrutar mucho más quienes no conocen la obra de Mozart, aunque se hayan ido del teatro sin aún conocer cabalmente, La Flauta Mágica que compuso y dejó para la posteridad el genio de Salzburgo hace apenas 232 años .


Roberto Falcone

 

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