MOZARTEUM ARGENTINO
Dos grandes compositores para un trío inigualable
      Lunes 03 de junio de 2024 
    Teatro  Colón
        Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides 
NAKARIAKOV - MEEROVITCH -  BROVTSYN TRIO
      SERGEI NAKARIAKOV -trompeta
    BORIS BROVTSYN -violín
MARIA MEEROVITCH - piano
Programa:
Robert Schumann
      - Tres romanzas Op. 94 (en  transcripción para trompeta y piano)
      - Adagio y Allegro, Op. 70 (en  transcripción para trompeta y piano)
      - Arabesque, Op. 18 para piano  solo
Johannes Brahms
      - Sonata para violín y piano n.º 2  en La mayor, Op. 100
      - Trío en Mi bemol mayor, Op. 40      (original para corno en  transcripción para trompeta, violín y piano)
 Calificación: Excelente 
      
      Un programa original por las obras  elegidas y por el novedoso reemplazo de la trompeta por el fliscorno sumado a  la calidad trayectoria  y virtuosismo de  los intérpretes harán difícil de olvidar a este segundo concierto del Mozarteum  Argentino en su septuagésima segunda temporada.
      En la primera parte se ejecutaron las obras de  Schumann. Eventualmente, este compositor, conquistaría las grandes  abstracciones formales de la sinfonía y el cuarteto de cuerda, entre otros,  pero fue quizás más original con vívidas miniaturas: canciones artísticas y obras  para piano solo.
      Forman parte de esta galería musical, Las tres  romanzas, op. 94 de 1849 que desde entonces han cautivado a los oyentes con  cuentos de hadas sonoros cuya esencia musical trasciende incluso su  instrumentación específica. 
      Originalmente escritos para violín u oboe y piano, contagiaron  su magia a transcripciones para arpa y clarinete o como en esta oportunidad para fliscorno. De hecho, el brillo, la textura y la  elocuencia de este instrumento hicieron que estas romanzas se volvieran particularmente  incandescentes. El sonido del fliscorno afinado en si bemol es probablemente más  contenido y suave que el que se obtiene del sonido de la trompeta. Su  ejecutante, el ruso-israelí Sergei Nakariakov transmitió una profunda  sensibilidad musical y con genuino virtuosismo y equilibrio le dio un toque diferente  sin perder el tono menor y sombrío de la obra   y sus  ricas narraciones  que expresan una variedad de estados de ánimo.   En algunos casos parte de la luz, cambia a mitad de camino para provocar  un estallido de pasión mucho más oscuro. 
      El Adagio y Allegro, op. 70, escrito originalmente  para trompa y titulado Romanze and Allegro, fue escrito en  1849 durante un período en el que Schumann experimentaba un renovado interés  por la composición. La pieza encarna las luchas de Schumann entre emociones en  conflicto, comenzando con un Adagio profundamente introspectivo, que expresa  una gran emoción en todo momento. A esto le sigue un Allegro fogoso y apasionado  que, antes de concluir, se ve interrumpido por un breve recuerdo de la  apertura.
      El duo de artistas nos recordó que gran parte de la  música de Schumann se basa en dos personajes ficticios contrastantes que  utilizó para representar lo "suave" y lo "salvaje". Lograr  variaciones apropiadas de color es uno de los principales desafíos de esta  pieza, especialmente en las secciones más líricas. Meerrovitch y Nakariakov crearon  diferentes matices combinando algunos colores básicos y como los verdaderos maestros  eligieron un color para crear el efecto deseado en cada momento.
      Para concluir con Schumann, la pianista Maria  Meerovitch, sola en el escenario demostró una familiaridad unificada con la  expresión, el rubato, el ritmo y la dinámica, sin gestos exagerados, con buena  técnica, que como debe ser pasa desapercibida, interpretó Arabeske, una  obra que el autor compuso  durante una  época de separación forzada de Clara, su futura mujer, en 1839. 
      Meerovitch logró transmitir el pathos envolvente de  las dulces melodías donde el amor, la frustración y la depresión del autor  están plasmadas en las notas de esta obra. 
      La primera parte del programa concluyó con La Sonata  para violín y piano n.º 2 en La mayor, Op. 100 de Brahms. Obra radiante, alegre,  refleja el buen humor del compositor durante sus vacaciones. El trío la ejecuto  con gran lirismo Curiosamente, se conoce esta partitura como la Sonata  “Meistersinger” debido a la similitud entre las tres primeras notas del primer  movimiento con las de Walthers  Preislied de Der Meistersinger de Richard Wagner. Aunque Brahms y Wagner fueron  considerados rivales musicales, la guerra entre ellos la libraron en gran  medida sus seguidores.
      La sonata comienza con un tema directo e inmediato,  presentado primero por el piano y luego retomado por el violín. Sirviendo como  antecedente de la línea dramatúrgica que se desarrollará en el resto de la  pieza, la melodía es dulce en su simplicidad y poderosa a pesar de su falta de  grandilocuencia.
      Mientras que en el primer movimiento un tema fluye  directamente hacia el siguiente y el intercambio conversacional entre los dos  instrumentos es intrigante, el segundo movimiento se puede dividir en dos  secciones alternas. 
Comenzando con el bucólico Andante, el Vivace disfruta de un ligero toque de humor. El movimiento termina en un breve y ligero estallido de excitación.
      El final, Allegretto grazioso, es inusual porque  carece de la bravura y emoción de las obras del período romántico. Y el trío  ejecutante supo ponerlo de manifiesto marcando con elegancia, el grácil rondó  que comienza con una línea conmovedora expresada en un legato sostenido. Asimismo  a mitad del movimiento, hay un arrebato apasionado bastante repentino y un  trastorno emocional que fue muy bien expresado. Como el tema conmovedor de la  apertura que regresa para terminar la obra en una expresión de dignidad  triunfante.   
      En la segunda parte del programa interpretaron una  inusual partitura para trompa, violín y piano suscitó desde el principio  especulaciones sobre un posible trasfondo que no tenía conexión con la música.  El biógrafo de Brahms, Max Kalbeck, vio en él un lamento por la madre del compositor,  quien supuestamente le había tocado canciones populares en la trompeta cuando  era niño. 
      No hay duda de que a Brahms le gustaba el sonido de  la trompa natural y dedicó a este instrumento varias de sus melodías más  inspiradas. Los músicos de trompeta adoran con razón ejecutar este trío. En  esta ocasión el violín de Brovtsyn fue el encargado de exhibir el tema, Nakariakov  con su  fliscorno llevo a cabo un  contrapunto interesante.  Y la talentosa  pianista Meerovitch coronó la noche con su sencillez interpretativa e intervenciones  fundamentales sobre todo en el movimiento final.
      El trío funcionó de maravillas y el público como  siempre dando la nota: toses, ruidos y aplausos fuera de lugar. Ya ni en el  Mozarteum podemos liberarnos de esos incordios… No hubo bises. 



