Reflexiones sobre una puesta
Quién mató a Carmen, Don José o Don Calixto?
Teatro Colón
Domingo 14 de julio de 2024
Escribe: Alejandro A. Domínguez Benavides
Fotos: Prensa Teatro Colón - A. Colombaroli, Lucia Rivero
Carmen, ópera de Georges Bizet.
Elenco: Francesca Di Sauro (Carmen); Leonardo Caimi (José); Jaquelina Livieri (Micaela); Simón Orfila (Escamillo); Cristian De Marco (Zúñiga); Sebastián Klastornick (Dancaire); Laura Polverini (Frasquita); Daniela Prado (Mercedes); Iván García (Lilas Pastia).
Coro de Niños y Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón
Dirección musical: Kakhi Solomnishvili.
Director de escena: Calixto Bieito.
Repositor: Yves Lenoir.
Función Abono Vespertino. Teatro Colón. 
        
Nuestra opinión: Mala
        Hay  óperas, vaya uno a saber porque, son más populares que otras y Carmen es una de  ellas. El ballet, el cine, la publicidad han difundido su música alegre y en algunos  fragmentos hasta pegadiza.  Tampoco fue mera  casualidad que las entradas se hayan agotado con anticipación en las ocho  funciones programadas.
        Supongo  que muchos incautos habrán decidido concurrir al teatro sin saber que no se necesitaba  llegar al cuarto acto para ver morir a la gitana sensual y casquivana en manos  del cabo don José. ¿Quien se encargo de aniquilarla en cuerpo y alma aquél o el régisseur Calixto Bleito con la complicidad de las autoridades  del Teatro Colón, apenas iniciado el primer acto? 
        Después  de la obertura muy bien ejecutada por la Orquesta Estable sobrevino el  desconcierto. Un supuesto soldado en calzoncillos corre sin cesar en el  escenario ante la burlona tropa que no lucía uniformes de los Dragones de  Alcalá 1820 sino los de la Legión. La acción no transcurre en Sevilla, suponemos  que se la ubicó en Ceuta en el último cuarto del siglo pasado. Una cabina  telefónica nos ayuda a lograr ubicarnos temporalmente, pues el programa de mano  no nos ofrece ninguna pista, en la página nueve, donde se relata el argumento,  se mantiene el desarrollo tradicional de la acción en tiempo y lugar.
        Bieito con su puesta presentó  una versión arbitraria de la ópera, el cuartel del Acto I no es un lugar  acogedor: está lleno de escuadrones rudos y hambrientos de sexo, y el aire está  cargado de amenazas. Los personajes son diferentes de sus estereotipos  habituales: Micaela no es una jovencita tímida, sino una chica segura de sí  misma que, en última instancia, puede no lograr recuperar a Don José, pero lo  intenta. muy bien; Carmen no es una figura exótica de poder sexual antinatural  sino simplemente una puta que lleva a sus hombres donde puede; Don José no es  el muchacho de voluntad débil esclavo de los poderes de Carmen, sino un  obsesivo peligroso y violento.
        Todo encaja y le da a cada acto  un foco único de crudo poder emocional: la amenazante sexualidad reprimida del  acto I, la sordidez de la guarida de los contrabandistas en el acto II, las  pasiones del amor roto en el acto III y el caos de la multitud en el Acto IV:  seguido de un asesinato muy silencioso y personal. Los decorados son  extremadamente escasos y se encuentran sobre un suelo liso que puede ser arena  o barro cocido. En el Acto I, una asta de bandera y una cabina telefónica son  suficientes para representar el cuartel; en el segundo acto, la taberna de  Lillas Pastia se convierte en un único coche destartalado y aparcado en algún  lugar desolado donde las escenas de sexo son contempladas por una niña; se suma  la llegada de los automóviles Mercedes Benz de los contrabandistas en los actos  II y III (contabilice siete). El acto III está dominado por la figura gigante  del Toro de Osborne– con una escena taurina en la que un bailarín desnudo  protagoniza un episodio tomado directamente de Jamón, jamón (1992) de Bigas  Luna; El acto IV es un simple círculo en la arena, dibujado por Lillas Pastia,  un escenario vacío que se asemeja a una plaza de toros dónde morirá la  protagonista. 
          Palabra de  régisseur 
          Insisto,  esta descripción precedente brilla por su ausencia en el aludido programa de  mano. Sin embargo la clave está en la palabra del régisseur que escribe unas  líneas donde cuenta que la puesta cumple veinticinco años -¡y aquí muchos la  presentaban como una novedad!- recuerda que desconocía el género, pero que normalmente  trabaja con mucha libertad  y con  toda franqueza afirma que “aquí hice lo que quise”. 
          No cabe dudas que  hizo lo que quiso y a lo largo de los veinticinco años con oportunismo partió  del crimen pasional y para estar de acuerdo con los tiempos que corren concluye  que “en Carmen está el primer crimen de violencia de género puesto en escena.” 
          “Calixto Bieito se ha convertido  en una marca -escribió Pablo L. Rodríguez a comienzos de este año en las  páginas del diario El País de Madrid-. Lo decía Manuel Brug, ya en 2006, dentro  del capítulo sobre “jóvenes provocadores”, de su libro Opernregisseure heute (Henschel), un catálogo comentado de los principales directores de escena  operísticos del momento. El crítico alemán habla de un régisseur con una naturaleza intransigente para representar los abismos que dormitan  en los grandes dramas de la literatura operística. De un director con un  lenguaje propio para transformar con medios teatrales acontecimientos realistas  y violentos que la música eleva a un plano superior.” 
          LOS CANTANTES Y LA ORQUESTA 
          No nos cansamos de repetir que  en teatro no hay papeles menos significativos o secundarios no obstante de los  cuatro papeles principales el que mejor estuvo interpretado fue la Micaela de Jacquelina  Livieri mostró fuerza de voz y carácter, sus notas más altas fueron grandes y radiantes,  los pasajes más suaves fueron interpretados con una calidez y profundidad más  allá de lo que estamos acostumbrados. Francesca Di Sauro logró encontrar el  personaje sugerido por Beito, la esencia del atractivo sexual de Carmen, el  peligro y el abandono, no obstante, no cautivo con la picardía y  sensualidad necesaria al cantar por ejemplo la famosa habanera y en general su  voz nos pareció despareja y débil. Su mejor momento fue el final. Simón Orfila cantó  bastante bien las notas altas de Escamillo, su voz es buena y así como la zona  central del registro, pero en los extremos agudo y grave la rotundidad vocal  disminuye. Leonardo Caimi interpretó a Don José con carácter, pero nunca  alcanzó las alturas vocalmente. El resto del elenco cantó en líneas generales  bien, sin lograr notas para destacar.
          La puesta en escena de Carmen  puede responder bien a un enfoque sombrío, pero la música no: necesita una  inyección de energía que le brindó la Orquesta Estable del Teatro Colón  dirigida por el maestro Solomnishvili y los números del Coro Estable que  sorteando las dificultades de una puesta caprichosa y a la vez exigente en lo  corporal lograron una actuación como siempre cuando no se destaca,  decorosa.



