La Sinfónica UCASAL: una nueva esperanza
Basílica de San Francisco, Salta
Sábado 28 de septiembre de 2024
Escribe: Flavio Gerez
      Reseña publicada en Diario El Tribuno de Salta el 03/10/2024
       
El año 2024 será, sin duda, un hito en la historia musical de Salta, un año que quedará grabado en la memoria colectiva como "el año de las orquestas". Una efervescencia musical que ha dado lugar a la creación de cuatro nuevas orquestas en esta ciudad no solo es un testimonio del notable talento musical que aquí se cultiva, sino también del insaciable apetito del público salteño por experiencias artísticas que explora diversidad artística y de repertorio. Este florecimiento musical otorga a Salta un lugar de prestigio en el mapa cultural de nuestra Nación.
      Sin embargo, entre las flamantes  agrupaciones, una se destaca con singular fulgor: la Orquesta Sinfónica de la  Universidad Católica de Salta. Desde su aclamado concierto inaugural el pasado  20 de julio, bajo la batuta de su director y fundador, el maestro Jorge Lhez,  esta orquesta ha demostrado una capacidad artística que progresivamente trasciende  expectativas. No es sólo el número de sus integrantes ni la ambición de su  repertorio lo que la eleva, sino la cohesión de su sonido, la pulcritud de su  ejecución y el profundo entendimiento de las obras presentadas.
    El más reciente de sus tres  conciertos, el del 28 de septiembre pasado en la Basílica de San Francisco,  representó la culminación de lo que hasta ahora ha sido un deslumbrante  ascenso. Este tercer concierto, tras dos predecesores notables, confirma que la  Orquesta Sinfónica de la Universidad Católica de Salta no sólo está aquí para  quedarse, sino que se perfila como una de las ofertas más estimulantes y de  alta calidad dentro de la vida cultural salteña.
    La apertura del concierto fue el  estreno mundial del Divertimento Concertante Op.19b, del propio maestro Jorge  Lhez, un momento de gran relevancia para el panorama musical contemporáneo. La  obra, derivada de un sexteto anterior, muestra una unicidad estilística que la  sitúa como un testimonio de la maestría del compositor. Este Divertimento  destaca por su riqueza rítmica, sonora y tímbrica, con un tratamiento del tempo  que fluye con naturalidad, aún con sus permanentes cambios y por ello mantiene  una tensión constante. El maestro Lhez demuestra un refinado manejo de los  ritmos y planos sonoros, creando una experiencia auditiva multidimensional. La  percusión, tantas veces relegada, aquí adquiere un papel revelador y  protagónico, mostrando un entramado sonoro en el que cada instrumento tiene una  voz clara y definida. La obra, concebida originalmente para flauta, clarinete,  corno, violín, violoncello y piano, despliega una complejidad fascinante,  iniciada con un acorde del piano que actúa como punto de partida para un  diálogo polifónico interesantísimo. El Divertimento Concertante Op.19b es una  creación de ingenio y refinamiento que refleja cómo se aproxima el maestro Lhez  a su madurez creativa plena y, de paso, confirma su capacidad para sorprender y  desafiar las expectativas del público, mostrando un diálogo entre las  tradiciones más elevadas de la música de cámara y una clara impronta personal  con este estimulante arreglo sinfónico. 
      El punto culminante del concierto  fue, sin duda alguna, la actuación del dúo conformado por la flautista Marina  Tiburcio y la arpista Carolina Varvará, quienes ofrecieron una interpretación  sencillamente exquisita del Concierto para Flauta, Arpa y Orquesta en Do Mayor  K.299 de W. A. Mozart. Su extraordinaria conexión no solo fue evidente en cada  fraseo compartido, sino que se extendió al conjunto de la orquesta, creando un  diálogo musical fluido y lleno de esos detalles y matices que se esperan de las  partituras mozartianas. El segundo movimiento, Andantino, fue un momento de  pura magia. La delicadeza con la que ambas solistas abordaron esta sección,  combinando el equilibrio, el lirismo y la sutileza propia de la obra, dejó al  público inmerso en una atmósfera etérea. Cada nota resonó con una claridad casi  sobrehumana, haciendo de este fragmento una experiencia auditiva inolvidable. El  impacto de esta interpretación fue tal que creo, sin temor a exagerar, que lo  logrado en ese segundo movimiento quedará grabado en la memoria de los  presentes durante mucho tiempo. Tiburcio y Varvará, con una compenetración producto  de un evidente conocimiento musical mutuo, lograron capturar la esencia más  pura de Mozart, ofreciendo una lectura que equilibró a la perfección la  simplicidad clásica con una profunda expresividad.
El concierto cerró con la Sinfonía N°41 en Do Mayor K.551 de Mozart, una obra monumental que, a lo largo de sus cuatro movimientos, logró mantener una coherencia discursiva admirable por parte de la orquesta y una emoción palpable en la audiencia. Sin embargo, pese a la solidez interpretativa general, algunos pasajes revelaron ciertos momentos de distracción entre los grupos orquestales, especialmente en el cuarto movimiento. Este último movimiento, una auténtica proeza contrapuntística, exigía una precisión milimétrica en la interacción de las secciones, algo que en ciertos instantes pareció diluirse, generando breves desconexiones. Aunque estos deslices no empañaron por completo el esplendor de la ejecución, sí marcaron una diferencia en la fluidez esperada de una obra de tal complejidad. Aun así, la orquesta mostró una notable capacidad para recuperar el control, permitiendo que la sinfonía alcanzara su culminación con la majestuosidad propia de la obra.
      El futuro se antoja prometedor para esta joven formación, cuyo crecimiento  artístico seguramente seguirá deleitando a un público cada vez más exigente y demandante.  Salta puede congratularse por contar con una orquesta que, con apenas unos  meses de vida, ya ha dejado una huella indeleble en el corazón de
    todos aquellos que han tenido la  suerte de escucharla.

