Sin innovaciones, pero con su magnificencia intacta, cautiva su belleza inmortal
AÍDA, un templo de resplandecientes voces
Teatro Colón
Martes 11 de Marzo de 2025
Escribe: Martin Wullich
 
Aída (ópera en cuatro actos, 1872) - Música:  Giuseppe Verdi - Libreto: Antonio Ghislanzoni  - Cantantes: María Belén Rivarola, Daniela  Barcellona, Youngjun Park, Martin Mühle, Simon Lim, Fernando Radó, Marina  Silva, Diego Bento - Iluminación: Rubén Conde  – Coreografía: Lidia Segni – Orquesta:  Estable del Teatro Colón - Coro: Estable del  Teatro Colón (Dir.: Miguel Martínez) - Ballet:  Estable del Teatro Colón (Dir.: Julio Bocca) - Dirección  Musical: Stefano Ranzani - Concepción Escénica y Escenografía: Roberto Oswald - Reposición  Escenográfica: Christian Prego - Reposición de  Régie y Vestuario: Aníbal  Lápiz 
      En el marco del festejo por el centenario de sus Cuerpos Estables, el Teatro  Colón presentó Aída, de Giuseppe Verdi, de gran impacto visual, pero  sobre todo sonoro. La escenificación es una reposición de la versión  original de Roberto Oswald, adaptada por Christian Prego,  quien preservó intacta la magnificencia de la concepción primigenia. La  escenografía se articula en torno a una imponente esfinge, símbolo indiscutible  del Egipto antiguo. Complementando la estética visual, la iluminación de Rubén  Conde contribuyó eficazmente a la atmósfera, y el vestuario diseñado  por Aníbal Lápiz sobresalió por su opulencia y esplendor.
      En el rol principal, nuestra María Belén Rivarola brindó una interpretación excepcional y cautivante, de voz potente y refinada  técnica vocal, particularmente apreciable en O patria mia. La mezzo italiana Daniela Barcellona, en el papel de Amneris, fue  sobresaliente vocal y escénicamente, con matices expresivos que enriquecieron  su personaje. 
      Youngjun Park,  barítono coreano, personificó a Amonasro con una voz relevante y afable en una  buena actuación. Su coterráneo, el bajo Simon Lim, personificó  notablemente a Ramfis, con una autoridad vocal incuestionable. El tenor  brasileño Martin Mühle, como Radamés, mostró un registro vocal  poderoso y de calidad. También fue destacable la Sacerdotisa que corporizó la  soprano Marina Silva.
      Las elegantes coreografías de Lidia Segni lograron una cohesión impecable en el desarrollo de la obra. El cuerpo de baile  tuvo un rol fundamental en la representación de las escenas de mayor dinamismo,  con movimientos armoniosos y expresivos. Sus intervenciones reforzaron la  magnificencia del espectáculo y aportaron gracia y precisión.  
Sin embargo, si hubo un pilar deleitable y radiante, fue el Coro Estable del Teatro Colón, dirigido por el exquisito Miguel Martínez. Su interpretación estuvo marcada por una potencia vocal impactante, una afinación impecable y una entrega expresiva que contribuyó decisivamente a la grandeza de la función. En momentos clave, como la Marcha Triunfal, su presencia y sus voces emocionaron profundamente. La dirección musical estuvo a cargo de Stefano Ranzani, algo desparejo en las marcaciones al frente de la Orquesta Estable del Teatro Colón, aunque con buen lirismo.
Se aprecia la programación de once funciones para este clásico de Verdi, con la acertada decisión de tres elencos y dos directores. Hay para elegir y disfrutar enormemente.
Martin Wullich

