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"El Bateo" y "La Revoltosa"

 

LA ZARZUELA RELUCE EN MADRID

 

Teatro de la Zarzuela, Madrid

Viernes 18 de abril de 2025

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

 

 

Madrid (especial). Fundado en 1856 por una legión de entusiastas del género, el Teatro de la Zarzuela fue reinaugurado en 1913, después de un incendio, y reabrió sus puertas en 1956 luego de una importante remodelación, modernización de su equipamiento y redecoración. Emplazado en la corta calle Jovellanos, en pleno centro de la ciudad del oso y el madroño, a metros del Congreso de los Diputados y el inicio de la Gran Vía, su primoroso edificio alberga una muy esbelta sala de herradura de cuatro plantas, en colores blanco, rojo cálido y dorado, verdadera joya diseñada por los arquitectos Vallejo y Dampierre.

 

Consagrado como es obvio a al repertorio lírico popular español, la temporada actual del recinto que dirige Isamay Benavente (quién sucedió por concurso al argentino Daniel Blanco) incluye entre otros títulos a “La Tabernera del Puerto”, “Marina”, “La Corte de Faraón”, “La Gran Vía” y “La del Manojo de Rosas”. A las que cabe añadir “El Bateo” (1901), muy cómica, y “La Revoltosa” (1897), también, pero algo más sentimental, ambas de un acto, en doble espectáculo de excelente factura al que nos tocó asistir.

 

En Lavapiés

Con entradas agotadas desde varios días atrás, la función se caracterizó por el cuidado estilo de toda la compañía, tanto en sus aspectos musicales como teatrales. Si bien con una puesta del reconocido actor Juan Echanove, fallida en su pretensión (imposible) de traer a estos días la acción del sainete medularmente madrileño de Federico Chueca (casi todos los habitantes de Lavapiés parecían rockeros), en su encuadre general “El Bateo” (el bautismo) tradujo con mucha gracia las vivencias tan castizas de sus populares personajes (“¿El hijo es de legítimo matrimonio?”, pregunta el padre Celestino, “Pues ponga usted que se van a casar muy pronto”).

 

En su costado vocal, el barítono Javier Franco (Wamba) mostró registro entero y bien cubierto, el tenor ligero José Manuel Zapata, formado con Alberto Zedda, cumplió estimable y completa labor en su hilarante papel (“Yo me llamo Virginio Lechuga”), la mezzo vallisoletana María Rodríguez (Visita) lució timbre atrayente y aterciopelado, y nuestra conocida Milagros Martín (Valeriana), quien cantó en la reapertura del Avenida, se destacó por su acabado oficio.

 

Cabe poner igualmente en relieve que la faena del coro de la casa, preparado por su titular, Antonio Fauró (entre sus antecesores estuvieron Valdo Sciammarella y Vittorio Sicuri) lo mostró espléndido en todo su contexto y especialmente en el popurrí y pasodoble de los organilleros (“tocadores del piano con manubrio”). A lo largo de la velada, se lo debe remarcar, la dicción de todos y cada uno de los personajes en las partes habladas (tan importantes en la zarzuela) fue absolutamente impecable.

 

Mari-Pepa

En lo que hace a “La Revoltosa” y los famosos amores contrariados de Felipe y Mari-Pepa, “una de las piezas claves del teatro lírico breve” dirigida en la edición de 2007 por Enrique Arturo Diemecke, lo cierto es que su producción se vio ajustada a la esencia de la obra de Ruperto Chapí (figurines en su mayoría en blanco, de alrededor de 1930, atildada iluminación y movimientos, y fuertes figuras coreográficas).

 

Cabe apuntar que en esta versión se incorporó el terceto (hasta ahora inédito) de las esposas que fraguan su venganza, con su original declamación melódica. En el elenco de solistas, la soprano lírica navarra Sofía Esparza (protagonista) exhibió volumen limitado, pero también pulcra línea de canto; Franco (Felipe) mostró reciedumbre (ambos interpretaron con vigor y convicción el famosos dúo “¿Por qué de mis ojos los tuyos retiras?”), al tiempo que se desenvolvieron con precisión y eficacia la mediosoprano canaria Blanca Valido (Soledad), Ricardo Muñiz (Cándido), José Julián Frontal (Tiberio) y Alberto Frías (Atenedoro), todos ellos de estimable nivel. La experimentada Milagros Martín (Gorgonia) exhibió por su lado sobresaliente personalidad teatral.

 

Fue muy importante la presencia en el podio de Óliver Díaz, discípulo de Temirkanov y Dutoit. Artista con solvente manejo del repertorio, el maestro asturiano condujo a la homogénea Orquesta de la Comunidad de Madrid con plena seguridad, y plasmó un discurso preciso, de fraseo sutil y giros siempre apropiados, particularmente emotivos en el despliegue de los telúricos e intensamente pasionales fragmentos de “La Revoltosa”.

 

Toda la representación, en definitiva, sirvió para corroborar la vitalidad de la zarzuela, paño tan raigalmente español, colorido, costumbrista, divertido, auténtico, si se quiere en el mismo rango (y no menos) que la opereta, el “Singspiel” y la “opéra-comique”. Pintura de un tiempo y de un lugar, reflejo animado, pleno de vigencia musical y teatral, de personajes y aspectos de la vida peninsular, sus festejos, hábitos y decires, sus modos y modelos literarios.

 

Carlos Ernesto Ure