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En el Colón, en el ciclo del Mozarteum

 

 

BRILLANTE RECITAL PROTAGONIZADO POR JAVIER CAMARENA


Teatro Colón
Lunes 16 de Junio de 2025

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure
Fotos: Liliana Morsia

 

 

 

 

Bononcini: “Vado ben spesso”, Gluck: “J’ai perdù mon Eurydice”, de “Orfeo y Eurídice”, Händel: “Ombra mai fu”, de “Xerxes”, Donizetti, “Me voglio fa na casa” y “Spirto gentil”, de “La Favorita”, Rossini, “La danza”, Massenet, “Pourquoi me réveiller”, de “Werther”, Verdi: “La mia letizia infondere”, de “I Lombardi”, Tosti: “Aprile”, “Apri!”, “Vorrei morire!” y “Chitarrata abruzzese”, Serrano, “La roca fría”, de “La Dolorosa” y Sorozábal, “No puede ser”, de “La tabernera del puerto”. 

Javier Camarena, tenor y Ángel Rodríguez, piano.

 

Lo conocimos a Javier Camarena en sus recitales de 2017 y 2022, y también ese año en “L’Elisir d’amore”, siempre en el Colón, recinto en el que se volvió a presentar este lunes en la tercera función de abono del Mozarteum Argentino.

 

Digamos, para enmarcar su labor, que lo encontramos en una suerte de gloriosa plenitud de sus medios vocales, lo que sumado a la riqueza de su patrimonio cultural, fueron factores que confluyeron para plasmar una jornada que será recordada sin duda debido a su encumbrada categoría.  

 

Claroscuros, diversidad

Visitante asiduo de los escenarios líricos más importantes del mundo (el Met, las Óperas de París, de Zúrich, de Baviera, el Real de Madrid y el Liceo, el Covent Garden, los Festivales de Salzburgo, las Staatsoper de Berlín y de Viena, la Lyric Opera de Chicago), el célebre artista mejicano (49) comenzó su carrera como tenor ligero (Rossini, Mozart, Donizetti, Bellini). Pero con el correr del tiempo su voz fue adquiriendo mayor corpulencia, y hoy puede ubicarse en el rango lírico-ligero o simplemente lírico. Esta evolución le está permitiendo incursionar incluso en papeles “spinto” (inicialmente “Traviata”, “Rigoletto”), catálogo que deberá manejar con mucha prudencia, para no forzar su bello metal.

 

En la función que nos ocupa, compuesta de un programa bien heterogéneo  desplegado con paralelo entusiasmo tanto por su protagonista como por el público (con el que dialogó en más de un momento), pudieron apreciarse ya desde el mismo comienzo barroco sus sobresalientes cualidades. Diáfana articulación, magistral ductilidad en el manejo del registro, un fraseo pleno de matices ensamblados en una línea continua y natural. A lo que cabe añadir agraciadas esfumaturas,  dóciles gradaciones, emisión siempre neta y clara, impecable impostación.

 

Dueño además de notable escuela, Camarena cantó además en varios idiomas (italiano, francés, castellano) y encaró estilos disímiles (belcanto, romanticismo, páginas de cámara, zarzuela) con invariable apego a las maneras de sus autores y de sus épocas.

 

Bravura y tersura

Contribuyó por otro lado al realce del concierto la espléndida faena del pianista cubano Ángel Rodríguez, quien desenvolvió texturas de finísimo cromatismo (“Pourquoi me réveiller”,”Spirto gentil”), sin perjuicio de la nítida solidez que mostró durante toda la velada y de sus esmaltadas acentuaciones rítmicas.  

 

 

Debe subrayarse también que el tenor veracruzano lució metal de bonita tersura en toda su longitud, sostuvo con remarcable firmeza las notas superiores (los “la” naturales de Massenet, los agudos de Donizetti, todo fue fácil), y aparte de trasmitir tocante  sentimiento en sus traducciones, exhibió gracia y magistral técnica en “La danza”, una verdadera prueba de fuego por su velocidad, en la que hizo oír con asombrosa transparencia cada sílaba y cada nota. Esto aparte de la sensibilidad declamatoria e intimista puesta en evidencia en las romanzas de salón de Tosti, la delicadeza de los pianissimos y el dominio del “fiato” aparte de la plasticidad del legato.

 

Corresponde destacar igualmente el enorme esfuerzo que significó para Camarena la entrega de tantas piezas, una tras otra, sin pausas derivadas de la intercalación de obras sólo para el teclado (hubo un único intervalo), lo que es verdaderamente inusual en eventos de este tipo.

 

Las cosas cambiaron en los bises, ya que el tenor veracruzano, un tanto fatigado, descendió del repertorio clásico, para introducirse en piezas populares de su país (Jorge Negrete, “Flor de azalea”, Miguel Aceves Mejía, “La malagueña”, Quirino Mendoza y Cortés, “Cielito lindo”), de Ecuador (Julio Jaramillo, “Ódiame”) y del nuestro (los tangos “Uno”, “Volver” y “Por una cabeza”), para rematar la jornada con un comunicativo “O sole mio”, de Eduardo Di Capua.  

 

Calificación: excelente

 

Carlos Ernesto Ure

 

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