Reportaje a María Jaunarena
Viernes 6 de octubre de 2023
Escribe:Eduardo Balestena
Juventus Lyrica acaba de cerrar su temporada 2023 con la ópera Don Giovanni, con música de Wolfgang Amadeus Mozart y libreto de Lorenzo Da Ponte.
Conocida como “La ópera de las óperas”, ante la versión que disfrutamos, se impone el diálogo con María Jaunarena, regisseur y Directora Ejecutiva de Juventus Lyrica. Se trata de una directora que ha optado no por las puestas predominantemente en boga, sino por aquellas basadas en el sentido profundo de las obras en cuya realización trabaja, con imaginación escénica y rigor intelectual.
“Para bien o para mal, nuestra vida actual está establecida a partir de pulseadas que Don Juan ganó como un pionero y en soledad. A pesar de perder en la obra, en la vida real Don Juan le torció el brazo a Dios. Nuestra época no solo lo legitima, le rinde culto. Como señala el filósofo Gilles Lipovetsky ´la era de la hipermodernidad resulta inseparable de la seducción soberana´. La cultura del hedonismo y del individualismo lo ha ocupado todo”, dice María Jaunarena en El primero de nosotros, el texto inicial del programa de mano, verdadero ensayo, breve, conciso y profundo sobre el personaje, con el dominio de la escritura en el que destaca igual que en el de la escena.
-Don Giovanni es el villano en la obra pero en la realidad su personaje, muy difícil de rastrear en la Historia, ha seducido a escritores como Tirso de Molina y Moliere y a un gran número de músicos y su postura hedonista ha triunfado como el modo en que muchos desean verse. En su texto no solo son mencionadas las referencias históricas sino también filosóficas del personaje y del tema y se nos presenta a dicho personaje, más que como un villano, como un espejo.
¿La idea de llevar a escena una obra semejante, tan vasta y con tal poder de significación surge de haber estudiado antes todos sus antecedentes y haberla elegido, o estos son profundizados luego de la decisión de ponerla en escena? ¿Qué factores trabajan en la elección de una obra en general y de una de tanto compromiso en particular?
MJ: Varios. Desde el sentido para uno de los propósitos fundacionales de Juventus que es cautivar público nuevo para la ópera (con todo el énfasis en los programas para adolescentes que tenemos) y la formación de artistas jóvenes. Esta ópera es, a mi juicio, la biblia de la ópera. Es una obra inevitable. Y sirve a ambos propósitos. Musicalmente da origen al romanticismo, porque la mayoría de los compositores reconocen el quiebre que produjo Mozart en los cánones musicales con esta creación. Pero también porque Don Giovanni, es decir, Don Juan, es el inicio del hombre moderno, es el hombre que se opone a la religión, al matrimonio, no sigue ninguna voluntad más que la propia, cultiva su imagen, su cuerpo, impone el placer sobre el deber. Es el inicio de lo que somos hoy en el siglo XXI. En particular para los adolescentes que están en pleno proceso de definición de su propia identidad y la pregunta “¿quién soy?” tiene un peso sustancial, el protagonista les responde en una de sus primeras líneas del libreto “quién soy nunca lo sabrás” (Chi son io tu non saprai). La frase es inquietante porque nunca terminamos de conocer realmente quiénes somos.
-En la visión de Mozart y Da Ponte un mito español anterior al siglo XVII se vincula a un argumento cuyos personajes no sólo son un reflejo social del siglo XVIII sino también de las nuevas ideas: “Quiero ser un gentilhombre/ y no quiero servir más”, dice Leporello en el aria inicial Notte e giorno faticar. La diferencia social es muy marcada por el carácter de sus personajes, la música, el canto y el movimiento escénico. La puesta que usted concibió lo refleja claramente y renuncia a cualquier otro objetivo que no sea el de rescatar la significación de la obra en su naturaleza transgresora, su propia belleza y en el plano de lo social.
¿Es eso lo que tuvo en mente al concebirla y cómo fue la génesis de esa concepción?
MJ: En Mozart, sobre todo en su unión con Da Ponte, el conflicto social emerge siempre. Da Ponte se llamaba Emmanuel Conegliano, era judío, de chico vivió en un gheto marginado cerca de Venecia, hasta que lo convirtió al catolicismo un obispo llamado Lorenzo Da Ponte, de quien heredó el nombre. Da Ponte está cortado por la tijera de no pertenecer y conoce a la perfección sus consecuencias. Mozart también. Se pasó la vida dilapidando lo poco que ganaba en ropa para acceder a los círculos de las cortes que podían financiar su producción. La apariencia lo era todo. Estamos antes de la época del compositor independiente, aunque Mozart es el pionero y se le parece bastante. Todo eso está condensado en Don Giovanni, que en más de una oportunidad cambia de vestimenta o se pone una máscara para acceder a lo que quiere. En boca de Molière, Don Juan argumenta “Hay tantos que hacen lo mismo y recurren a la máscara para engañar al mundo”. Molière es el antecedente más importante del libreto de Don Giovanni. Me parece que los dos, Mozart y Da Ponte, conocían a la perfección de qué hablaba el mito de Don Juan y el resultado fue esta obra maestra. Como directora escénica, me es imposible evitar las múltiples referencias al conflicto social que atraviesan la obra. Me gusta trabajarlas a nivel estético y también a nivel de sentido, por supuesto. Que Don Giovanni seduzca a la campesina Zerlina habla también de la transgresión del protagonista y por eso Doña Ana canta “me desmayo” cuando la ve por primera vez. Es casi un insulto para ella y también muestra el carácter abierto, intrépido y hasta podríamos decir “ecuménico”, en un sentido irónico, de Don Juan (vale aclarar que en Molière las intervenciones de la campesina están mal escritas, algo así como si en español el personaje se comiera las eses, precisamente para mostrar el quiebre de nivel social al que llega el seductor). Justo antes de eso, Don Giovanni canta: “Viva la libertad”, y a continuación “mi casa está abierta a todos”. Eso no es nada menos que una declaración política bien moderna, en términos de principios.
-Una manera de pensar el vínculo entre música, sociedad y política es la circunstancia de que hubo un auditorio popular para las óperas de Mozart, que están concebidas dentro de un gran refinamiento musical: en La Flauta Mágica, -cuyo aspecto temático usted tan bien analizó- es el simbolismo del número, tres, por ejemplo: tres acordes iniciales, tres pruebas; también un riguroso pasaje fugado y muchos otros elementos; en Don Giovanni es, por ejemplo, la superposición de tres formas musicales al final del primer acto, cada una vinculada a una diferente clase social. La idea de que hay formas populares para oyentes populares aparece al menos cuestionada por este hecho, asimismo, el límite entre lo que es considerado popular y lo que no lo es aparece como difuso.
Lo social atraviesa toda la ópera, desde el propio hecho de que parte del poder de seducción del personaje se basa en su rango, hasta el pensar que obras musicalmente tan refinadas fueron destinadas a una audiencia popular.
Creo que su puesta entendió muy bien este vínculo entre música, sociedad y política y que una forma de expresarlo fue la concepción de cada personaje, su marcación escénica y el vestuario. ¿Hubo influencia de alguna puesta en particular o es la propia obra la que propuso su forma de llevarla a escena?
MJ: Don Giovanni es una obra maestra, creo que es mi ópera favorita. Juventus Lyrica nació con esta obra. La tengo grabada en la retina. Y cada vez que se programa, intento verla. He leído también el mito en sus múltiples versiones. Cada una por supuesto ha influido de alguna manera, consciente e inconscientemente. Es imposible e inverosímil pensarse como un artista en soledad que todo lo que tiene para decir viene desde dentro y sólo se le ocurrió a uno. Es parte del mandato de originalidad contemporáneo, parte del legado del “yo” de nuestro querido Don Juan. Pero somos producto de otros, ya desde nuestro nacimiento. Con respecto a mi trabajo como directora, siempre intento en primer lugar, tratar de descifrar al compositor y al libretista. Porque cada silencio, cada indicación de sottovoce o forte, indica una intención. Para eso es fundamental la comunión con el director musical. Y luego por supuesto, intento comprender el libreto. En ese sentido, mi primera fuente de inspiración es Da Ponte. Da Ponte no es sólo un escritor. Da Ponte es un regisseur. Es evidente. Escribe como director. Si no lo sigo, naufrago. Ya me pasó cuando dirigí Las bodas de Fígaro. Si el personaje no desaparece en el compás que el lo indica, y reaparece en el otro, el chiste no funciona.
-Quizás las categorías de “puesta tradicional” y “puesta moderna” no reflejen aquello de lo que una realización se trata y haya que poner la categorización en otros términos: si la puesta es funcional a la obra o no lo es. La mayoría de las veces parece imponerse hoy el criterio de que una obra es no un universo autónomo sino algo cuya interpretación es preciso “actualizar”, en lugar de concebirla como aquello que debe poder colocar a la obra en el centro.
En ese sentido, su puesta –que suma además sencillez, sobriedad y belleza visual- fue enteramente funcional en un argumento donde el movimiento es esencial, ya que huidas, apariciones y encuentros están íntimamente vinculados tanto al desarrollo de la acción como a las diferencias sociales de las que la obra se trata. Su estética como realizadora parece estar en seleccionar elementos y no acumularlos y en el detalle que hace a la presencia de cada uno de esos elementos.
Suponemos que el proceso de elegir una ópera y llevar a cabo una puesta, con todo lo que implica, tiene varias etapas y muchos desafíos: ¿cómo es ese proceso? ¿Cuál es el primer estímulo? ¿Qué se siente al poder levarlo adelante?
MJ: Coincido en que el clivaje entre a puesta tradicional vs puesta moderna no me representa. No creo en el purismo de representar todo exactamente como fue, ni creo tampoco en este mandato de actualizarlo todo donde el director muestre que tiene una idea original, por más que esa idea desvirtúe la acción dramática de la obra. Para mí, ante todo, lo que se va a llevar a escena es teatro, para que haya teatro debe haber una acción dramática y un conflicto. Si traemos la obra a la actualidad: honestamente no entiendo el conflicto. ¿Dice hoy algo interesante alguien que no cree en el matrimonio, ni en Dios ni se ata a nada más que a sí mismo? ¿Con quién entra en conflicto esa persona? Para mí con nadie. Si no entra en conflicto, no hay trama posible, el espectador se duerme. Cuando inicié el proceso de ensayos tuve que aclarar que la puesta no era moderna y noté las caras de decepción de varios. Vivimos alienados por los slogans. En ópera es actualizarlo todo a cualquier costo. Forma parte de la misma trampa del individualismo. De otro lado de la grieta, no actualizar y montar un museo en el escenario, sin tender ningún puente con el espectador actual, tampoco conduce a ningún lado. Son categorías vacías ambas. Para mí, la programación de una obra tiene que obedecer a una pregunta: “¿es esta obra relevante hoy? ¿vale la pena volver a representarla? ¿por qué?” En este caso, esas preguntas se respondieron solas. ¿A quién no seduce Don Giovanni? Es el germen del hombre nuevo. Ese que todos somos hoy. El que pone el yo ante todo, el que se ama, y se reproduce en infinidad de dispositivos en poses y circunstancias, el que se aburre y cambia de pareja como de vestido, el insatisfecho que no puede no encadenar un consumo a otro, el que no tiene ninguna atadura a nada más que a su propia voluntad, el que publica cada una de sus acciones en redes (como Don Giovanni en el catálogo de Leporello), el que usa la máscara para sus conquistas online (ya sea con un pseudónimo o creando varios perfiles) y termina con ellas con la misma brutalidad con la que Don Juan desechaba sus conquistas. Diría más, somos peores que él. Don Juan tenía poesía, tenía profundidad, le gustaba el desafío, cuanto más difícil la conquista mejor para él. Nosotros somos vagos, banales y profundizamos hasta por ahí nomás. Con respecto a la estética, “menos es más” dice el lema. Prefiero condensar la cantidad de elementos, uno que sobra confunde al público. Y finalmente, en referencia a la última pregunta, llevar una ópera a escena es un esfuerzo descomunal. Sobre todo para una organización sin estructura fija (me refiero a edificio físico, cuerpos estables, etc.) y sin fines de lucro como es Juventus Lyrica. El proceso suele ser difícil y agotador. Pero siempre logramos una mística. Un compromiso por parte del equipo artístico y de producción. Sabemos que a pesar de los múltiples escollos estamos intentando llevar a escena una obra maestra que algunos disfrutarán por primera vez. Eso, en parte, compensa todo.
-“De la cuarentena salgo cantando” fue más que un lema; significó una actitud ante la adversidad y –en la función de reapertura de la actividad lírica en el Teatro Avenida, el 3 de julo de 2022- una revelación de talentos que pudieron surgir y encontrar su lugar pese a esa adversidad, por medio de un actividad que no fue interrumpida. Se trata de un mensaje muy poderoso: el del arte como una herramienta de supervivencia. ¿Qué reflexión le merece ello de cara a 2024 y el veinticinco aniversario de Juventus Lyrica?
MJ
Juventus Lyrica es una asociación que nace a contracorriente y que en su génesis de origen está cortada por la tijera de avanzar contra viento y marea. Su objetivo nunca fue sencillo, la ópera no es sencilla, menos si trata de hacerla con nuevas voces y despertar el interés por la ópera en niños y adolescentes, como es lo que hacemos hace varios años. No es a simple vista, un trabajo automático y fácil de financiar. Es antiguo y artesanal. Pero creo que la ópera aporta mucho contenido a esta “era del vacío” en la que vivimos. Y creo que, con nuestra tarea, de alguna manera apuntamos a elevar el horizonte cultural y emocional al que miramos y al que miran los adolescentes. Del límite surge la creatividad, y el mayor valor que tiene Juventus es el esfuerzo, el compromiso, la profundidad del trabajo, el amor y la voluntad que ponen las personas que se involucran en cada proyecto. Tal vez por eso hemos durado tanto en un país tan vertiginoso. Y también porque para nosotros hacer una ópera siempre es como la primera vez.