Resplandeciente Mahler por la Sinfónica
Auditorio de Belgrano, Viernes 6 de Agosto de 2010
Escribe: Héctor Coda (ACMA)
Publicado en La Nación, Domingo 8 de Agosto
Una audición que constituirá, sin duda, uno de los puntos culminantes de su temporada oficial y de toda la temporada musical de Buenos Aires, ofreció la Sinfónica Nacional con la memorable versión de la Novena sinfonía de Gustav Mahler, avalada por un rendimiento orquestal que no escatimó esfuerzos por traducir en forma fidedigna el trascendente mensaje de este magna obra. Quizás resulte oportuno señalar que pocos o ningún organismo sinfónico en el país pueda ofrecer al melómano, en obras como ésta, tal variedad y riqueza de recursos técnicos y expresivos para llevar a cabo de manera tan exhaustiva su ejecución, por la dimensión y la complejidad de la Novena, sin perder de vista su unidad de sentido, comenzando por la autorizada batuta de Pedro Ignacio Calderón.
Si duda ello gravitó en la sostenida atención del público que colmó la capacidad de la sala y retribuyó a sus intérpretes con tan prolongados aplausos.
La Novena siguió a la encantadora y poco difundida Obertura criolla, de Ernesto Drangosch (1882-1925), eximio pianista y compositor argentino de original inventiva, cuyo lenguaje amalgamó la estilización de esencias folklóricas con los ritmos del naciente folklore urbano de su tiempo.
La vastedad estructural de la Novena, la relación directa que su autor establece entre las dimensiones del aparato expresivo y las ideas que plasmó en su obra requieren de una conducción inteligente que encuentre rápidos reflejos en cada uno de los diversos grupos instrumentales –como aconteció-, para traducir los múltiples efectos y combinaciones tímbricas, su riqueza expresiva, las elaboradas o repentinas transiciones de movimiento o de carácter que surgen al amalgamar el lenguaje sinfónico con el espontáneo fluir de las canción popular. Ello, por ejemplo, resultó admirablemente lograda en el Andante commodo inicial, una marcha fúnebre que refleja la síntesis antedicha entre la expresión sinfónica y la canción popular. dando la tónica de lo que seguiría después.
Tal impronta reflejaría una confrontación coincidente con la idea que subyace en toda la obra, la transitoriedad de toda existencia humana frente a su fin, si bien Mahler profesaba un amor incondicional a la vida y a la misma naturaleza que la sustenta.
Especial mención merece el permanente contralor de la sonoridad orquestal, ejercido por Calderón, con un dominio perfecto del excepcional rango dinámico que la Sinfónica Nacional puede exhibir al abordar obras monumentales como al Novena de Mahler, concomitante con una compenetración de los contenidos trascendentes de la obra, de lo cual dio fehaciente testimonio cada atril de la orquesta nacional.
Héctor Coda (ACMA)