El Cuarteto Petrus en el Colón
IMPECABLE CONCIERTO DE MÚSICA DE CÁMARA
Mendelssohn: Capriccio, en mi menor, opus 81; Arensky: Variaciones sobre un tema de Tchaikovsky, opus 35a; Bragato: Tres movimientos porteños; Ravel: Cuarteto de cuerdas, en fa mayor. Cuarteto Petrus. El domingo 19, en el teatro Colón
Fue realmente una sesión de impecable calidad la que protagonizó el Cuarteto Petrus, el domingo en el teatro Colón. Inscripta en el ciclo camarístico de intérpretes argentinos, la velada, seguida por un público entusiasta, exhibió armonioso ajuste y atrayente sonoridad, y además de ello, posibilitó el lucimiento de Pablo Saraví, concertino de la Filarmónica , músico de encomiable seriedad y uno de los mejores violinistas de nuestro medio, cuyo orientador desempeño, reiteradamente expuesto, permitió acreditar su destreza técnica y su melodioso, refinado deslizamiento de arco, particularmente neto y sensible en el sector sobreagudo y en las voces medias.
Afinidad y musicalidad
Creada el año pasado, la agrupación debe su nombre a Petrus Guarnerius (o Pietro Guarneri), el famoso fabricante de violines de Cremona, y en su corta trayectoria lleva ya acreditado un nivel decididamente interesante.
El concierto se inició con una obra juvenil de Mendelssohn (“Capriccio”, descubierta después de su muerte), cuya traducción cadenciosa, suave y bien proporcionada, sirvió para apreciar las afinidades, justeza y musicalidad compartida de los cuatro ejecutantes, especialmente en variaciones de ostensibles dificultades contrapuntísticas.
Seguidamente, y con meritoria iniciativa, el conjunto desplegó el movimiento lento del Cuarteto Nº 2, de Anton Arensky (maestro de Rachmaninov. Skriabin y Glière), pieza bellísima, de nobilísimo y genuino cuño ruso, en la que destacaron el temperamento y las notas límpidas, exquisitamente sostenidas en sus valores largos por la temperamental cellista moscovita Gloria Pankaeva.
Ravel
En los Movimientos Porteños, de José Bragato, autor presente en la sala, el Cuarteto se manejó con prístina flexibilidad y líricas acentuaciones polifónicas, enraizadas con nuestro folclore urbano.
Finalmente, en una creación influida por una pasión luminosamente abstracta, el Cuarteto en fa, de Ravel, la agrupación mostró sutileza y agraciado equilibrio en su entramado discursivo, excelentemente modelado, en cuyo contexto el marplatense Hernán Briático (guía de los segundos violines de la Filarmónica ) aportó solidez y seguridad, al tiempo que la violista Silvina Álvarez (solista de la Sinfónica Nacional ) reveló un tañido dulce, redondo, seductor, de inusitada pulcritud y acabado timbre.
Carlos Ernesto Ure