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SERIEDAD MUSICAL Y UNA GRAN PUESTA

 

La Forza del Destino” en el Colón

Teatro Colón

22 de Abril de 2012

Escribe: Carlos Ure


 

 

 “ La Forza del Destino”, ópera  en cuatro  actos, con libreto de Francesco Maria Piave, y música de Giuseppe Verdi.

 

Primer Elenco:

Dimitra Theodossiou, Mikhail Agafonov, Luca  Salsi, Roberto Scandiuzzi, Agnes Zwierko, Luis Gaeta, Fernando Radó, Fernando Chalabe, Leonardo Estévez, Guadalupe Barrientos y Gustavo Feullien.

 

Coreografía de Michele Cosentino,

Iluminación, vestuario, escenografía y “régie” de Hugo de Ana.

Coro Estable del Teatro Colón (Peter Burian)

Orquesta Estables del Teatro Colón (Renato Palumbo)

                                       
                                                           
Contraste rotundo entre su aureola de malos presagios y la espléndida, arrebatadora belleza de su música, el Colón inauguró el domingo su temporada de ópera con una nueva producción de “ La Forza del Destino”. Ausente de nuestra cartelera desde 1985, el título de Verdi, sin ir mucho más allá, fue objeto de una edición sin duda respetable en el plano musical, que se vio decididamente realzada por un destacado marco escénico, íntegramente diseñado por ese creador múltiple que es Hugo de Ana.


Excelente cuadro visual
Con hincapié casi permanente en sus vértices religiosos, nuestro compatriota plasmó, en efecto, una suerte de moderna “grand-opéra”, realista, siempre armoniosa, iluminada con criterio (salvo en algún punto del proscenio). Siguiendo el concepto matriz de esta presentación, los figurines fueron sobrios, despojados, al tiempo que los grandes y amplios decorados lucieron efectivos y efectistas, originales pero siempre ceñidos al contexto de la obra. En sus aspectos teatrales, de Ana, que tiene ya cumplida en Europa una labor tan importante, sobresalió por su talento para el montaje y el cuidado de los movimientos: las secuencias de masas (con inclusión de bailarines, acróbatas y actores) resultaron francamente magníficas, vigorosas, impecables, casi como si se tratara de un trabajo del tipo de Franco Zeffirelli.


Desde otro costado, y en lo que hace al Coro Estable, cabe apuntar que tanto sus miembros como su director, el maestro vienés Peter Burian se anotaron uno de los logros más positivos de los últimos tiempos. Excelente por igual en sus sectores masculino y femenino, dúctil, afinado, este gran organismo se distinguió asimismo por la claridad de sus texturas y el cálido encanto global de sus diferentes cuerdas.
En el podio estuvo Renato Palumbo, conductor de buenos antecedentes y conocimiento del repertorio, quien forjó una traducción pujante de la tragedia inspirada en el duque de Rivas (por instantes, un tanto rápida), nerviosa, precisa. No estuvo por cierto a su alcance la posibilidad de enmendar algunas de las debilidades de la Orquesta del Colón (los trombones, el concertino, algunas maderas); pero en el balance final, y pese a más de un fragmento de volumen excesivo en su relación con el tinglado, puede decirse que el cometido del concertador veneciano resultó ajustado y seguro.


Los cantantes
En lo que hace al elenco de cantantes solistas, corresponde señalar que el reconocido bajo italiano Roberto Scandiuzzi (Padre Guardián) acreditó autoridad y fraseo de primer nivel, al tiempo que el barítono Luis Gaeta (Melitone), sin perjuicio de cierta ausencia de “vis comica”, desplegó  su parte con impecable estilo y amplia solvencia vocal. A despecho de sus irregularidades de emisión, la mezzo polaca Agnes Zwierko (Preziosilla) exhibió por su lado un color cautivante, y en otros papeles, tanto Fernando Radó (Marqués de Calatrava) como Leonardo Estévez (Alcalde), Guadalupe Barrientos (Curra), Gustavo Feuillen (Médico) y Fernando Chalabe (Maestro Trabucco) se desempeñaron con acierto y solidez.
El barítono parmesano Luca Salsi (Carlos de Vargas) mostró a su vez un metal de escasa calidad y timbre desleído, pero su tarea pareció de cualquier modo correcta y sin sobresaltos (llamó la atención, de todos modos,  la omisión del “la bemol” agudo en el cierre del “Relato de Pereda”). En cuanto a la pareja protagónica, procede afirmar que si bien ambos artistas hicieron oír registros si se quiere esbeltos y de buena llegada auditiva, su déficit estuvo centrado en la superficialidad de la línea verdiana y sobre todo en su falta de comunicatividad dramático-emocional.


Además de ello, y entre otros atributos, el tenor ruso Mikhail Agafonov (Alvaro) ostentó un registro lozano, de pasaje robusto aunque un tanto apretado, flexibilidad, tersura, y proyección a veces franca y otras algo entubada. La soprano griega Dimitra Theodossiou (Leonora de Vargas) exteriorizó en cambio una voz absolutamente fresca y homogénea y un mecanismo de ponderable maleabilidad. Es verdad que su cuerpo y su color se adelgazan en más de un pasaje; pero también lo es que aún cuando no se trate de una cantante genuinamente dramática (quizás ni siquiera sea una “lirico spinto” natural), encaró su partitura con dominio y pulcritud, casi sin esfuerzo.


                                                                                                   Carlos Ernesto Ure