Frederica von Stade volvió al Colón en el Concierto de la OFBA
Teatro Colón
Jueves 17 de Mayo de 2012
Escribe: Néstor Echevarría (La Prensa)
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Programa:”Canciones de un compañero errante” y “El cuerno maravilloso de la juventud” de Gustav Mahler, “Canciones de Auvernia” en arreglos de Joseph Canteloube, Obertura “Las Hébridas”,Op26 , y Nocturno de “Sueño de una noche de verano”,Op.61. de Felix Mendelsohn, “Escalas” de Jacques Ibert y Bacanal de “Sansón y Dalila”, de Camille Saint-Saens .
Dirección: Enrique Arturo Diemecke.
Solista: Fraderica von Stade (mezzosoprano).
Sin duda la convocatoria del quinto concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires tenía un atractivo extra: la reaparición, luego de once años de ausencia del Colón, de la gran mezzosoprano estadounidense Frederica von Stade, oriunda de New Jersey, alejada actualmente de la ópera (de la cual dió muestras inolvidables entre nosotros) y dedicada con todo su amplio bagaje interpretativo , a conciertos y recitales.
Por cierto que el público la recibió con afecto y la ovacionó cuando salio al escenario para cantar los cuatro Lieder “Canciones de un compañero errante”,ciclo de Gustav Mahler, para luego acometer del mismo músico bohemio otros tres de “El cuerno maravilloso de la juventud” (Das Knaben Wunderhorn).
Su voz bien mantenida, su porte elegante y el fraseo escandido y refinado, volvieron a producir empatía con su magisterio canoro, lo mismo en la segunda parte del concierto, al abordar las “Canciones de Auvernia” de raiz folklórica de esa region francesa,arregladas por Joseph Canteloube . De ellas, de su señera interpretación, cabe citar”Una bella pastora”, por ejemplo, o “El cucú”, donde la emisión segura, el buen gusto y vocalidad de la cantante rayaron a gran altura.
El cierre con una “Vidalita” de Alberto Williams y el ocurrente Offenbach de “La Périchole” dejaron paso a una emotiva despedida., en un concierto en que la Filarmónica mostró unidad y homogeneidad sonora, bien dirigida por su titular Enrique Arturo Diemecke, que tanto en los acompañamientos de las canciones como en las obras orquestales incluidas, dejó un saldo altamente positivo.
Valen como ejemplo en Mendelssohn las cuerdas, en la obertura “Las Hébridas” Op.26 (La gruta de Fingal)) , o los vientos en “Sueño de una noche de verano” y la unidad en las coloridas y rítmicas “Escalas” del francés Jacques Ibert, orientado a evocaciones viajeras, sobre todo hispanas ,plasmadas con entusiasmo y eficacia sonora.