Magníficas versiones de tres obras cumbre
Auditorio de Belgrano
Viernes 14 de Septiembre de 2012
Escribe: Andrés Hine
FICHA TECNICA
Orquesta Sinfónica Nacional
Director: Pedro Ignacio Calderón
Coro Nacional de Jóvenes dirigido por Néstor Zadoff
Solista: Xavier Inchausti (violín)
Programa:
Mar Calmo y Prospero Viaje en re mayor, Op. 112
Concierto para violín y orquesta en re mayor Op.61
- Allegro ma non troppo
- Larghetto
- Rondo
Sinfonía No. 7 en la mayor Op. 92
- Poco sostenuto. Vivace
- Allegretto
- Presto
- Allegro con brio
Una velada estupenda, totalmente dedicada a Beethoven, prosiguiendo la temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta de Pedro Ignacio Calderón, se presentó en el Auditorio de Belgrano. Las luces se apagaron y el programa comenzó con Mar Calmo y Prospero Viaje Op 122, interpretado por el Coro Nacional de Niños que realizó una muy buena actuación, con voces de sonido redondo y contundente y canto afiatado, lo que exaltó las bondades de la obra en sí, que no son pocas.
Para completar la primera parte del programa, el joven violinista argentino, Xavier Inchausti dio muestras una vez más, de su gran técnica, talento y profesionalismo, presentando una versión inigualable del Concierto para violín en Re mayor, Op. 61, caracterizado por un fraseo de gran elocuencia e impecable legato. Beethoven compuso este concierto, el único para violín de su producción, en 1806 y está dedicado a su amigo Stephan Von Breuning. Se estrenó el 23 de diciembre de 1806, dirigido por Franz Clement, director y primer violín del teatro An der Wien, que había encargado la obra a Beethoven. Fue compuesto en un periodo muy productivo de la vida del compositor (1805-1807). A esta época también pertenecen su Cuarto Concierto para piano, la sonata “Appasionata”, los tres cuartetos de cuerda Razumovski, la Cuarta Sinfonia y también comenzó a esbozar la Quinta y Sexta sinfonìas. Pedro Ignacio Calderón, al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional, transmitió la fuerza del extenso primer movimiento, la serenidad y sutileza del segundo, con los pizzicatos que acompañan al solista y ayudan a crear una atmósfera con una magia especial y la energía del tercero. Junto con Inchausti, lograron una simbiosis única, en la que el director combinó precisión con adaptación al temperamento de la obra y el solista aportó calidad musical e interpretativa y un amplio dominio de su instrumento. El momento estuvo cargado de magia y la ovación no se hizo esperar.
Cerrando el programa, la Sinfonía nº 7 en La mayor (Op. 92), de Ludwig van Beethoven, en una versión más que satisfactoria. La obra fue compuesta en 1811, cuando Beethoven estaba en la ciudad bohemia de Teplice, intentando mejorar su salud y fue terminada en 1812. Dedicada al conde Moritz von Fries, fue estrenada en Viena el 8 de diciembre de 1813, durante un concierto de caridad para los soldados heridos en la Batalla de Hanau. El propio Beethoven dirigía la orquesta, la pieza fue muy bien acogida por la crítica del momento y el allegretto tuvo que ser repetido el día de su estreno. La Orquesta Sinfónica Nacional mostró tener las cualidades necesarias para esta obra. Los bronces exhibieron la fortaleza requerida para el primer movimiento y las cuerdas se ensamblaron con las maderas para lograr el efecto requerido por la partitura. La hábil batuta de Pedro Ignacio Calderón otorgó brillo a los momentos de mayor excitación y fue detallista en el legato de los movimientos lentos, sin por eso disminuir el ímpetu característico de la composición beethoveniana.
Un gran concierto de principio a final. El público aplaudía enardecido y parecía negarse a dejar la sala.