Una puesta impactante y clamorosa ovación
Teatro Colón
27 de Septiembre de 2012
Ecribe: Graciela Morgenstern
Fotos: Arnaldo Colombaroli
Opera en dos actos
Música de Gioachino Rossini
Libreto de Jacopo Ferretti
Angelina: Serena Malfi
Don Ramiro: Kenneth Tarver
Dandini: Aris Argiris
Don Magnifico: Carlo Lepore
Clonrinda: Marisú Pavón
Tisbe: Florencia Machado
Alidoro: Carlos Esquivel
Orquesta Estable del Teatro Colón
Coro Estable del Teatro Colón
Ballet Estale del Teatro Colón
Director Musical: Renaldo Censabella
Director de escena: Segio Renán
Con una sala repleta como en las mejores noches, la Temporada Lírica del Colón llega a su fin con un título del repertorio italiano tradicional, La Cenerentola, de Rossini con libreto de Jacopo Ferretti (1817). Esta ópera semiseria que su compositor subtituló La Bontá in trionfo (la bondad triunfante), tiene como objetivo mostrar la inutilidad de la maldad. Aunque sin hada madrina ni zapatito de cristal, el argumento está basado en el cuento de Charles Perrault que a todos nos ha deleitado en algún momento de nuestra vida.
La versión fue muy buena desde lo musical, aunque sin alcanzar un nivel superlativo, a pesar de contar con algunos momentos de alta jerarquía artística, ya que algunas interpretaciones tuvieron altibajos. La mezzosoprano Serena Malfi, exhibió un registro parejo, de timbre muy interesante, con graves amplios y oscuros y una zona aguda lozana. El registro medio se vio un tanto opacado por un severo estado gripal. Sin embargo, no tuvo mayores dificultades en los pasajes de coloratura, actuó de manera convincente y transmitió esa vulnerabilidad juvenil que llega al alma. Cantó su aria “Nacqui all’affanno” y el rondó final “Non piú mesta”, con impecable estilo y expresividad y cosechó cálidos aplausos. A su lado, Kenneth Tarver (Don Ramiro) fue elocuente y demostró profundidad en el personaje. Aunque con bello color vocal y delicadeza en la línea de canto, faltó elegancia a su fraseo, especialmente en los pasajes de coloratura y sus agudos sonaron tensos y destimbrados, con algunas imprecisiones en la afinación.
El papel de Don Magnifico encontró en Carlo Lepore un gran intérprete, divertido y con el caudal vocal apropiado. Vivaz, con chispa verborrágica, buena articulación, agilidad y dicción, sirvió con dignidad al 'padre de la casa’, verdadero estereotipo del ser humano que llega al límite de lo ridículo para lograr su cometido. Uno de los roles mas cómicos y atractivos de la obra es el de Dandini, que estuvo a cargo del barítono griego Aris Argiris, quien cantó con fuerza y convicción. Su voz corrió bien por la sala. Compuso un Dandini osado que dio la impresión de disfrutar del cambio de identidad con el príncipe y los poderes que por eso le fueron concedidos. El argumento de La Cenerentola excluye al Hada Madrina con poderes mágicos. En su lugar, aparece el sabio Alidoro, que es quien mueve los hilos de la trama. Carlos Esquivel realizó una actuación correcta, mejor en lo actoral que en lo vocal, en ese papel fundamental para el argumento de la obra. Marisu Pavón y Florencia Machado estuvieron a la altura de los papeles de Clorinda y Tisbe, respectivamente. Ambas fueron vocalmente eficaces y protagonizaron algunos de los momentos más risueños de la ópera.
La rama masculina del Coro Estable, bajo las órdenes de Peter Burian, actuó con empeño y entusiasmo. En tanto, La Orquesta Estable, bajo la batuta de Reinaldo Censabella, realizó una lectura correcta de la partitura.
La puesta en escena, a cargo de Sergio Renán fue, sin duda alguna, impactante. Su marcación tuvo en cuenta hasta el detalle más ínfimo y no dejó nada librado al azar, con momentos verdaderamente graciosos. Los cambios de escena se realizaron con el disco giratorio, lo que favoreció la continuidad de la obra. A eso se suma el uso de proyecciones y la escenografía de Emilio Basaldúa, minuciosa, de elaborada factura y gran belleza. Muestra ambientes amplios aunque debidamente cerrados para beneficiar la labor de los cantantes. La iluminación, muy adecuada de Eli Sirilin colaboró para crear un efecto mágico. Muy elegante el vestuario de Gino Bogani, tal vez demasiado refinado en el caso de las hermanastras. Sin duda, un gran esfuerzo en equipo que el público no dudó en premiar con una clamorosa ovación.