Orquesta Sinfónica Municipal
Teatro Municipal Colón
27 de octubre de 2012
Escribe: Eduardo Balestena
La Orquesta Sinfónica Municipal, bajo la dirección del maestro Emir Saúl, se presentó en el Teatro Municipal Colón en su concierto del 27 de octubre, con la actuación solista de Arnaldo de Felice en oboe.
Tras la obertura de La cenerentola, de Rossini, que abrió el programa, tuvimos la oportunidad de apreciar el sonido y la técnica de Arnaldo De Felice, compositor y oboísta italiano de una muy extensa actuación en Estados Unidos y Europa, tanto en su carácter de solista de la Orquesta Sinfónica Arturo Toscanini, de Parma, como de solista en escenarios como el el Carneghie Hall; Goldener Saal, de Viena y muchos otros; siendo además jurado en concursos internacionales en Sofía y en Rovereto. Lleva una extensa obra compositiva abordada en numerosas oportunidades por distintos intérpretes, tales como Machiko para flauta sola (Tokio, Bunka Kaikani y Osaka, Japón, Izumi Hall) entre muchos otros.
El Concierto para Oboe y cuerdas de Bellini como el Concierto para Oboe y Orquesta (sobre un tema de La Favoritta, de Donizetti, de Antonio Pasculli que abordó muestran exigencias diferentes en orden a obras que demandan del instrumento aspectos también distintos. En el primer caso, la delicadeza de la frase y el color de un timbre con un sonido algo menos brillante y más dulce que el habitual del instrumento en la orquesta. En el segundo, un arranque con un sonido en un registro fuerte que rápidamente pasó a una gran suavidad en el volumen: dinámica, precisión, delicadeza en el timbre fueron características de los dos primeros movimientos. En el tercero, absolutamente virtuosísitico, el tema principal es presentado de manera nítida y despojada. Luego de esa primera exposición vuelve, una y otra vez, ornamentado, pero sin perder el carácter gracioso e ingenuo de esa primera vez: a la exigencia dinámica anterior se suma la precisión y una técnica en función de la espontaneidad y de la abigarrada trama de adornos que obligan, entre otras cosas, a ir del registro medio o agudo al grave, con una rapidez tan extrema que los sonidos parecen ser notas dobles en distintos registros: eso por citar el ejemplo más evidente de los recursos con que Arnaldo de Felice cuenta y que puede utilizar de una manera plástica pero absolutamente precisa. Otro es el de la respiración circular, compleja técnica que permite prolongar la emisión con una entrada de aire que no se interrumpe. También complejas con las cadenzas, particularmente de este concierto, que , aun en obras que más que por su hondura musical destacan por su virtuosismo, nos llevan a experimentar una insospechada gama de colores para el instrumento.
Ravel
En la segunda parte fueron interpretadas, de Maurice Ravel Le Tumbeau de Coperin y números de la Suite de Mi madre la Oca. Las pocas sesiones de ensayo que la orquesta tuvo hubiera podido ser un factor que conspirase contra la dificultad de estas obras, de las más significativas de Ravel, pero el resultado, ya en el ensayo general, estuvo muy lejos de mostrar dificultad alguna. Aun con un número menos en Mi madre la Oca -4to. Cuadro Pulgarcito. Très modéré- y sin algunos interludios, hubo un muy buen resultado en el todo, en un lenguaje caracterizado por la precisión rítmica, el refinamiento del timbre, la claridad melódica y la gradación de matices.
El Tumbeau fue un género de la Francia del barroco para honrar a quien había desaparecido recientemente. Ravel se vuelve hacia la Francia de las danzas barrocas, en un postulado neoclásico: el homenaje a un mundo desaparecido pero desde un lenguaje armónico nuevo que destaca, en su transparencia, aquellas melodías. Con timbres puros muy pulidos se conforman sonidos camarísticos que requieren una exactitud absoluta –por ejemplo en Forlane, allegreto: cuerdas en pizzicato, maderas: cada cosa se oye separadamente pero conforma un todo, suerte de mecanismo de relojería. También es así en el Menuet-allegro moderato . Cada episodio danzante evoca a un amigo desaparecido en la Primera Guerra Mundial. Es de gran dificultad el solo inicial del oboe, al cual acompañan los clarinetes.
Muy distinto es el mundo irreal y fantástico de Ma mére l ´oye, una suite sobre cuentos infantiles que en la versión que escuchamos comenzó no en el Preludio sino en el segundo cuadro: Pavana de la Bella Durmiente del Bosque: El mundo de la infancia aparece como algo irreal, fantástico y añorado. Ravel no hace una música subjetiva, que permita exteriorizar sentimientos: expone un mundo mágico y lo plasma en su virtuosismo como orquestador. Por ejemplo, en Laideronnette, emperatriz de los pagodas, describe a los pagodas, de un cuento de Marie-Catherine de Aulnoy, seres diminutos cuyos cuerpos son de cristal, porcelana y piedras preciosas. Quizás el número más representativo del mundo de Ravel sea el final: El jardín de las hadas. Lent et grave: En lo que se presenta como un cambio de tonalidad en una cuerda de extrema delicadeza, la obra hace un cierre de ese mundo hecho tanto en la fantasía como en el detalle sonoro: no es cualquier sonido, es uno que, igualmente, debe ser preciso en esa precisa arquitectura, pero muy bello en sí mismo.
No se trata de obras de grandes dimensiones en su duración ni, aunque requieran multiplicidad de instrumentos, como el vibráfono y la celesta, de efectos exuberantes o fáciles: es un universo delicado y difícil de plasmar. Tuvimos suerte de poder acceder a él.
Destacaron Mariano Cañón (oboe); Andrea Porcel (corno inglés); Alexis Nicolet y Julieta Blanco (flautas); Sabrina Pugliese (fagot); Gustavo Asaro y Ernesto Nucíforo (clarinetes) y la línea de trompas.
Eduardo Balestena
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