MÚSICA DE ALTA CALIDAD EN EL COLÓN
Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela
Director: Gustavo Dudamel
Miércoles 3 de Abril
Escribe: Carlos Ure
Stravinsky:“ La Consagración de la Primavera”;
Revueltas: “ La Noche de los Mayas”.
Nacido en Barquisimeto y sin duda una de las figuras descollantes en el campo de la dirección orquestal debido a su juventud y a sus notables cualidades, Gustavo Dudamel volvió a presentarse en Buenos Aires al frente de la Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela, de la que es titular desde hace catorce años. La velada tuvo lugar el miércoles en el Colón, colmado por una concurrencia enfervorizada, y en su transcurso se pudo escuchar una versión de “ La Consagración de la Primavera ” que fue realmente magistral.
Obra difícil
Vertebrada por una rítmica salvaje y un encendido cromatismo, formas libres y conjugaciones tímbricas politonales (de paso: para nada hirientes), la obra que Igor Stravinsky estrenó en París en 1913 por encargo de Serge Diaghilev (toda una revolución mundial) fue objeto de una traducción ejemplar por su exacta cuadratura y su brillante desenvolvimiento.
Ya desde el comienzo se pudo apreciar la nitidez exquisita de las maderas en sus exploraciones armónico-colorísticas (se destacó la redondez de los fagotes), la vibrante elocuencia del conjunto y su impecable equilibrio. Contundencia y claridad en la percusión (no siempre es así), sostenida palpitación en fortes plenos de cautivantes armónicos y una sedosa uniformidad en los “glissandi” de los violines, se integraron con el delicado sonido pianíssimo de las trompetas con sordina y la suntuosa base generada nada menos que por doce aplicados contrabajos.
La orquesta visitante, organismo juvenil de férrea disciplina que se presentó de frac, ha alcanzado realmente un sorprendente rango en el plano internacional, casi como decantada quintaesencia del plan formativo llevado a cabo en Venezuela por José Antonio Abreu. Sus filas son parejas, exhiben llamativa calidad y técnicamente responden con perfecta precisión en afinación, ataques y finales. En cuanto al maestro, que condujo una pieza tan multiforme sin partitura, bien puede decirse que tuvo una actuación consagratoria. Convincente y limpio en el gesto, dueño de un avasallante poder comunicativo, puso en evidencia una musicalidad de muy alto vuelo, encauzó con liderazgo sabio los frenesís de la partitura stravinskyana y plasmó en definitiva una ejecución de depurada sonoridad y nervio.
El resto
En la segunda porción del concierto, y prescindiendo de dos trozos de Wagner agregados como bis con fraseo extremadamente superficial, Dudamel abordó una despareja creación del mexicano Silvestre Revueltas. Desarrollada con trozos grandilocuentes, orquestación en general no demasiado sutil y líneas melódico-armónicas pasatistas, si se quiere agradables, interesantes, “ La Noche de los Mayas” fue objeto de todos modos de una interpretación predominantemente eufórica.
Trabajo también de arduas exigencias, llevado por el conjunto con acabada impronta evocativa-pasional, genuinamente telúrica, su fragmento culminante es el cuarto movimiento, “Noche de encantamiento”, en el cual diez percusionistas (entre otros gong, maracas, tambores, xilofón, timbales, una caracola aullante) recrearon una alucinante atmósfera métrica y acústica, estupendamente ensamblada con la impetuosa y bien sincronizada masa de la orquesta.
Carlos Ernesto Ure