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En el Colón, con la Filarmónica y el maestro Raiskin

 

Un concierto avasallante

Teatro Colón

Jueves 30 de Mayo de 2013

 

Escribe: Carlos Ure (La Prensa)

 

 

Chabrier: Suite “España”

Guinot: Suite para vibráfono y orquesta de cuerdas

Schubert: Sinfonía Nº 9, en do mayor, D 944, “ La Grande ”.

 

Ángel Frette, percusión y Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Daniel Raiskin). El jueves 30, en el teatro Colón

 

     Esta vez sin Arturo Diemecke, volvió a exhibir características singulares el octavo concierto de abono de la Filarmónica de Buenos Aires, que tuvo lugar el jueves en el teatro Colón. Es que ocupó el podio en la ocasión el joven maestro petersburgués Daniel Raiskin, quien imprimió a toda la velada un sesgo de inclaudicable exaltación, lo que por cierto, al margen del entusiasmo que ello puede despertar, no compatibilizó para nada con la obra maestra de Schubert destacada sin duda como eje fundamental de la jornada.


España y la Argentina
La función se inició con una traducción colorida y bien articulada de la conocida rapsodia “España”, de Emmanuel Chabrier (1883), y continuó con un trabajo de nuestro compatriota Lucas Guinot (nacido en 1972). Su Suite para vibráfono y orquesta (no exclusivamente de cuerdas, como lo señalaba equivocadamente el programa), inspirada por Aníbal Troilo, Astor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta y Antonio Gil es en síntesis una composición superficial desplegada en cuatro heterogéneos movimientos, que no exhibe ideas demasiado atrayentes desde los costados armónico, instrumental, melódico o contrapuntístico.


Oscilando entre alguna insinuante exploración del campo sonoro y la cortina musical de un show televisivo, se desempeñó como solista en esta pieza el conocido percusionista Ángel Frette, quien hizo gala de pulcritud y óptima musicalidad, pese a la limitada capacidad de armónicos de su instrumento, circunscripto en su rigidez esquemática sólo a producir notas agradables, sin profundidad expresiva.  


Schubert
Digamos antes de seguir adelante que Raiskin, discípulo de Mariss Jansons, parece seguir su tendencia a la impetuosidad avasallante. Pero además de esto, conduce con gesto claro y convincente, cuenta con una sólida formación, y puso en evidencia en la sala de la calle Libertad absoluto dominio de las partituras abordadas.


Sin embargo, lo cierto es que su concepción de “ La Grande ”, de Schubert, alejada por completo de la escuela clásica vienesa y definida por una extroversión fulgurante y una suerte de romanticismo extemporáneo y opulento (¿Brahms?), se exhibió casi como un afán constante de predominio entre las cuerdas y los “instrumentinos”, frente a timbales retumbantes, dos trompetas, dos trombones tenores y un trombón bajo por completo restallantes. ¿Se amolda ello a la personalidad artística del autor de la “Inconclusa”? En este contexto, no hace falta subrayar que se echaron de menos muchos detalles de fraseo en las cadencias y una dinámica de mayor equilibrio. Por añadidura, tanto el oboe como el clarinete solistas se manejaron en el bellísimo andante con entonación notoriamente calante.

 

                                     Carlos Ernesto Ure