Con la Orquesta Sinfónica de Mar del Plata
Weber y Dvorak
Teatro Colón de Mar del Plata
Sábado 14 de Septiembre de 2013
Escribe: Eduardo Balestena
El maestro Alvise Castelatti dirigió a la Orquesta Sinfónica Municipal en el concierto del 14 de septiembre en el Teatro Colón de Mar del Plata, oportunidad en la que Sabrina Pugliese actuó como solista en fagot.
La obertura de Oberon, de Carl María von Weber (1786-1826) abrió el programa. Son fácilmente perceptibles las demandas de su escritura por secciones y subsecciones: desde la llamada inicial del corno, son su respuesta por las cuerdas, a la introducción del tema principal (en lo que podríamos llamar una tercera sección): el rápido motivo de las cuerdas abre la textura a una intensidad nueva, donde la escritura parece subdividirse y marcar acentos en cada tiempo. Quizás el mejor resultado –luego de una introducción que hubiera requerido un sonido más depurado- haya estado a partir de esta segunda sección y en pasajes como la tercera, con la intervención del clarinete. Hubiese requerido una mayor masa de cuerdas para hacer más vibrante y menos incisivo el pasaje de la tercera sección, que reaparece en la última y que es desarrollado allí con otros elementos.
Concierto en fa mayor op. 75 para fagot y orquesta, de Carl María von Weber
El término francés basson, convertido en bassom en el inglés parece aludir al carácter de bajo del oboe, pero el término fagot (en alemán faggott ) parecería aludir a la madera de haya (fagus en latín) con la que está construido este instrumento de doble lengüeta. Lo cierto es que, en la variedad de registros que tuvo en el renacimiento, se convirtió en un instrumento múltiple (“tuttofare”) que fue ganando espacio en la música de cámara y en la sinfónica (a partir de la nro. 53 de Haydn), habiendo sido utilizado para plasmar diferentes atmósferas (en la escena de Sparafucile, en Rigoletto crea con el clarinete y el contrabajo una ambiente admonitorio y de inquietud; un marco muy diferente al motivo inicial de La Consagración de la Primavera que comienza con ese memorable solo de fagot).
Como instrumento solista, en cambio, sus recursos parecen más limitados: por las restricciones en establecer matices por sí solo, por sus demandas técnicas y por las particularidades del timbre, más que nada en los registros graves.
Sabrina Pugliese tiene una ya extensa experiencia, tanto en orquestas (como la Estudiantil de Buenos Aires; la del Congreso de la Nación o la Académica del Teatro Colón y como suplente solista en la Sinfónica Municipal de Mar del Plata. Ha participado en producciones operísticas (Juventus Lyrica y Buenos Aires Lyrica) e integra el ensamble Ars Nova. Sus recursos le permitieron abordar con mucha seguridad el concierto de Weber, escrito en 1811, que requiere del instrumento una elegancia y claridad, por ejemplo en el final del primer movimiento o en el adagio, y un tono scherzante en un rondó que exige al instrumento en todas sus posibilidades: en la exposición de ese bello tema inicial –que al final tiene un salto extenso en el registro- que en la forma rondó vuelve sucesivas veces enriquecido. La obra demanda pasajes lentos y rápidos que parecen significar por igual una demanda en el fiato.
El motivo inicial de las cuerdas, en el primer movimiento hubiera requerido un sonido más suave y menos incisivo.
Tal como en el concierto anterior, resulta un hecho muy positivo que integrantes de la orquesta tengan la posibilidad de actuar como solistas.
Sinfonía nro. 7 en re menor, opus 70, de Antonin Dvorak (1841-1904)
Durante la sesión de ensayo general se trabajó con esta obra, de líneas más severas y exigentes que las anteriores, en orden inverso, comenzando por la introducción de cuarto movimiento y con un detenimiento especial en la primera parte del tercero, en una versión más lograda que la del concierto ¿Se trabajó hasta el final en estos aspectos para pulirlos o ellos quedaban pendientes de los ensayos previos?
Es demandante e intensa en toda la orquesta: el cuarto movimiento lo es particularmente en las cuerdas, el primero y cuatro en los metales (destacó especialmente la línea de trombones).
Momentos como la polifonía que se inicia con la intervención del clarinete, al que se agrega el fagot y luego las flautas, en el segundo movimiento (Poco Adagio) fueron perfectamente logrados en esa calidad de fraseo que requiere una obra hondamente melódica, luego del cual la entrada sucesiva de los cornos por pares marca el cambio a una bellísima melodía de las cuerdas y a la nueva intervención de los clarinetes pero con otro motivo. Muy lograda también fue la entrada de cellos y violas en el desarrollo ulterior, que se resuelve en forma de un interrogante que lleva a un episodio de tensión.
El último movimiento discurrió a un tempo vivo que hace más exigentes particularmente los pasajes para la cuerda –que se divide en acentos e intensidades. La introducción marca un cambio de tempo. En el pasaje de resolución del segundo desarrollo del segundo tema, en el que los cornos deben tocar en contratiempo con la cuerda terminaron tocando a tempo. Hubo problemas de afinación en los cornos. Otro de los problemas fue el glissando final, ya en la coda, cuando pocos compases antes del final hay un rallentando que se inicia en las cuerdas justo antes de ese pronunciado glissando descendente del corno solista, que fue omitido en esta versión. También hubo un déficit en la proyección de las trompetas en las intervenciones de la introducción del cuarto movimiento, que tampoco tuvieron el stacatto nítido propio del pasaje y algunos defasajes luego de la introducción del cuarto movimiento en una marcación que no pareció atender a entradas significativas.
El maestro italiano Alvise Caselatti contó con una orquesta que pudo brindar una interpretación que, en un balance general, plasmó la belleza y densidad de una obra tan completa como bella y exigente.
Eduardo Balestena
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