Teatro Colón
UN BAILE SIN RELIEVE
Teatro Colón
Miércoles 4 de Diciembre de 2013
Escribe: Carlos Ure (La Prensa)
“Un Ballo in Maschera”, ópera en tres actos, con libro de Antonio Somma, y música de Giuseppe Verdi. Con Giuseppe Gipali, Fabián Veloz, Virginia Tola, Sussana Andersson, Elisabetta Fiorillo, Lucas Debevec Mayer, Fernando Radó y Leonardo Estévez. Video de Emmanuel Carlier, iluminación de Urs Schönebaum, escenografía de Alfons Flores, vestuario de Lluc Castells y “régie” de Alex Ollé y Valentina Carrasco. Coro (Miguel Martínez) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Ira Levin).
Después de dos postergaciones sucesivas (se levantó la función del domingo y después la del martes), el miércoles se dio finalmente en el Colón “Un Ballo in Maschera”. Con un público que se impacientaba, la representación arrancó con veinte minutos de atraso y no superó como común denominador un nivel de discreta medianía, comenzando por una puesta que pareció insanablemente incoherente y anodina. A cargo de La Fura dels Baus (Alex Ollé y Valentina Carrasco), dio la impresión que el grupo catalán se hubiera enredado entre sus deseos de innovación y sus tesis contra el capitalismo, el totalitarismo, el poder político, los burócratas y los financieros (todo esto en una ópera de Verdi), lo que produjo en síntesis y como resultado global, un espectáculo irrelevante y extremadamente confuso.
Emmanuel Carlier fue el responsable de unas proyecciones de video cuya comunión con la obra no se pudo entender, al tiempo que Urs Schönebaum mostró moderado oficio como iluminador. Diseñado por Lluc Castells, el vestuario exhibió básicamente uniformes de azafatas, señores de traje y corbata y un rey propio de Ionesco, mientras que la insípida escenografía realizada por Alfons Flores se desenvolvió dentro de un esquema de simétricas líneas rectas, “en un lugar sin nombre”.
El coro y la orquesta
Preparado por Miguel Martínez, fue francamente positiva la labor que cumplió el coro, a quien el compositor confía momentos de muy bello compromiso. Tanto en materia de afinación como en lo que hace a su amalgama, precisión de ataques, energía y calidad sonora el organismo estable del Colón cumplió desde ya con amplia solvencia.
En cuanto a la orquesta de la casa, lo primero que se debe decir es que se impone una revisión en varias filas de las maderas y los primeros violines; en el podio, el versátil maestro Ira Levin condujo con seguridad, nervio y tiempos justos, sin perjuicio de ciertos pasajes de excesivo volumen (y exagerado uso del bombo).
Los cantantes
Con respecto a los solistas vocales, cabe señalar que los bajos Lucas Debevec-Mayer y Fernando Radó (Conspiradores) y el barítono Leonardo Estévez (Cristiano/Silvano) expusieron registros sólidos y homogéneos. La figura más destacada de la noche fue de todos modos la contralto italiana Elisabetta Fiorillo (Ulrica), dueña de un metal importante, de ricos colores, que manejó además con dúctiles matices: su “cantábile” (“Della città all’ocaso”) y sus “sol” naturales graves (“Silenzio!”) fueron de primera categoría.
Fabián Veloz (Anckarström/Renato) acreditó por su lado empeño, elocuencia y correcta línea; Virginia Tola (Amelia), en cambio, deslució su tarea debido a sus irregularidades casi permanentes de emisión y desmanejo del canal de fonación (o “canale d’attacco”), lo que la llevó a notas destempladas y a frasear de manera harto superficial. El albanés Giuseppe Gipali (Gustavo III/Riccardo) pareció, por último, un pulcro “tenorino”.
Carlos Ernesto Ure