UN GRAN ORATORIO DE HAENDEL CON SESGO CAMARÍSTICO
Catedral Metropolitana
Lune 16 de Diciembre de 2013
Escribe: Carlos Ure
“El Mesías”, oratorio en tres partes, HWV 56, con textos de Charles Jennens, y música de Georg Friedrich Haendel. Soledad de la Rosa, soprano, Martín Oro, contratenor, Carlos Ullán, tenor, Víctor Torres, barítono. Orfeón de Buenos Aires (Néstor Andrenacci y Pablo Piccinni) y Solistas de la Academia Bach (Mario Videla). El lunes 16, en la Catedral Metropolitana.
El lunes, día de inicio de la segunda etapa del Adviento, aquella en la que se anuncia la venida del Mesías, la Secretaría de Cultura de la Nación propició la ejecución del oratorio homónimo en la Catedral Metropolitana. Si se piensa que se trató de un concierto sinfónico-coral de entrada libre y gratuita al que concurrió muchísima gente (numeroso público permaneció de pie o se sentó en el suelo o en las gradas de los altares laterales), desde ya que cabe afirmar que se trató de una muy meritoria iniciativa a favor de la difusión del arte de Santa Cecilia. Si se analiza en cambio la velada bajo una vara algo más rigurosa, debe decirse en cambio que la versión del poderoso trabajo de Georg Friedrich Haendel resultó por cierto tediosa y conceptualmente poco comprensible.
¿Música de cámara?
La dicotomía esencial que planteó la función radicó por un lado en la actuación enérgica, envolvente, plena de cromatismo del Orfeón de Buenos Aires, masa coral de copiosos integrantes preparada por Néstor Andrenacci y Pablo Piccinni, en correlato con un grupo orquestal de sólo nueve miembros (cinco cuerdas, tres vientos y órgano), de labor deslucida, obviamente desabrida, escasamente audible.
No se entendió en verdad cual fue el enfoque que el maestro Mario Videla quiso imprimirle a la traducción de esta magna creación, desde ya arquetípica en su género, porque si bien pareció primar en todos aquellos fragmentos en los que no tomó parte el coro un sesgo interpretativo absolutamente retraído y camarístico, ello contrastó de manera chocante con aquellos momentos en los que cantó el Orfeón, dicho sea de paso, solvente técnicamente en los arduos trozos contrapuntísticos o polifónicos, pero desordenado en general en materia de sincronización y unísonos individuales de las distintas cuerdas.
¿Fraseo?
En lo que hace al desarrollo instrumental de “El Mesías”, desde ya que la pequeña formación a la que se hizo referencia imposibilitó por completo el despliegue de un fraseo con claroscuros, las tradicionales oposiciones “forte-piano”, esenciales al lenguaje barroco, lineamientos melódicos de cierto colorido y aún de una articulación armada con mejor complexión.
En cuanto al cuadro de solistas vocales, y sin perjuicio de la acústica seca, opaca, confusa de nuestro templo máximo, corresponde señalar que el tenor Carlos Ullán exhibió un canto de esquema sumamente uniforme, al tiempo que el barítono Víctor Torres, asumiendo el papel de bajo, mostró notoria blandura tímbrica en la zona central. Por el contrario, la soprano Soledad de la Rosa lució un registro claro, luminoso, bien proyectado, y el contratenor Martín Oro, pese a sus evidentes limitaciones de armónicos, acreditó un espectro de rico esmalte y expresión firme y segura.
Carlos Ernesto Ure