Wagner en La Plata
IMPECABLE VERSIÓN DE “EL HOLANDÉS ERRANTE”
Domingo 13 de Abril de 2014
Teatro Argentino de La Plata
Escribe: Carlos Ure
“El Holandés Errante”, ópera romántica en tres actos.
Llibro y música de Richard Wagner.
Con Héctor Guedes, Víctor Castells, Mónica Ferracani, Enrique Folger, Claudia Casasco y Patricio Oliveira.
Iluminación de Marcelo Cuervo
Eescenografía de Diego Méndez Casariego
Vestuario de Mónica Toschi
“régie” de Louis Désiré
Coro (Hernán Sánchez Arteaga)
Orquesta Estables del Teatro Argentino (Federico Víctor Sardella)
Sumergido desde 2012 entre la inactividad y los tropiezos, llamó verdaderamente la atención la atrayente categoría de la versión de “El Holandés Errante” que el teatro Argentino ofreció el domingo. No es corriente, aclaremos, que se den obras de Wagner en La Plata: el “Lohengrin” inicial, de 1952 fue, seguido recién en 2011 por “Tristán”, interregno durante el cual había estado programado con elenco internacional “El Buque Fantasma”, reaparición que quedó finalmente en la nada cuando el entonces director de la sala, Pedro García Caffi, debió huir precipitadamente de su cargo.
Notables sorpresas
Ahora, la representación que nos ocupa, de elocuente vitalidad y precisión, deparó francamente varias sorpresas muy positivas, comenzando por el joven maestro Federico Víctor Sardella, discípulo de Guillermo Scarabino y con posterior formación en Italia y Alemania. Nuevo director de estudios del coliseo de la ciudad de las diagonales, y escasamente conocido para el público local, nuestro compatriota se constituyó sin duda en uno de los puntales decisivos de la función. Su trabajo, agotador (no hubo entreactos) mostró ajuste y equilibrio, estilo y tiempos exactos, y además de ello, cuadratura y dinámica de meritorio rango. La orquesta de la casa, vale la pena decirlo, respondió en líneas generales con muy atildada aplicación.
Preparado por Hernán Sánchez Arteaga, el coro del Argentino fue otro de los elementos destacados, especialmente en lo que hace al sector masculino (y a la cuerda de tenores): su labor, de comunicativas intensidades, mostró alma global bella y depurada, sin perjuicio de cierto desorden en la escena de las ruecas.
Los cantantes
En cuanto a los solistas, si bien Víctor Castells (Daland) exhibió un registro notoriamente débil para su parte, tanto Mónica Ferracani (Senta) como Héctor Guedes (protagonista) y Enrique Folger (Erik) cumplieron actuaciones de importante calidad. Folger, en una carrera en constante progresión, lució registro lozano, penetrante, homogéneo y una línea remarcable, al tiempo que Guedes, a despecho de algunos trozos de expresión un tanto monocorde, acreditó vigoroso dominio del papel, entereza vocal, canto franco y musical. La tarea de la soprano fue por su lado de decidido impacto en la construcción emocional de su personaje, al servicio del cual aportó un órgano que se mantiene intangible, de color parejo y aterciopelado, y un manejo técnico que le permitió asumir con cómoda solvencia la ardua escritura wagneriana.
Con respecto a la sobria producción encabezada por Louis Désiré, debe señalarse que alternó aspectos efectivos con otros realmente negativos. La concentración de sesgo minimalista de la acción teatral hizo que el drama quedara subsumido en sus vectores esenciales, y ello le dio continuidad y profundidad interior, lo que se vio reforzado por el inteligente enlace escénico de uno y otro acto. Sin embargo, la endeble y poco inspirada resolución del final, muchos personajes y movimientos inentendibles del primer acto y más de un detalle pueril, contrabalancearon aquellos plausibles logros. Marcelo Cuervo plasmó, desde su costado, un atinado diseño lumínico; Diego Méndez Casariego no desplegó demasiado esfuerzo como escenógrafo, y el vestuario, concebido por Mónica Toschi, aparte de incongruente (los marineros con chambergo y atuendo de calle) pareció
sinceramente olvidable.
Carlos Ernesto Ure