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El Concierto para violoncello y orquesta de Elgar

 

Teatro Colón de Mar del Plata

Jueves 26 de Abril de 2014

 

Escribe: Eduardo Balestena

 

 

.Orquesta Sinfónica Municipal de Mar del Plata
.Director: Emir Saúl
.Solista: Eduardo Vassallo, violoncello
.Teatro Colón de Mar del Plata, 26 de abril.

 

 

En su concierto del 26 de abril en el Teatro Colón, la Orquesta Sinfónica Municipal dirigida por el maestro Emir Saúl en un programa íntegramente dedicado al compositor Sir Edgard Elgar (1847-1934) contó con la actuación solista de Eduardo Vassallo en violoncello.


Concierto para violoncello y orquesta, en mi menor opus 85.
Escrito en 1919, fue consolidado como obra referencial para la literatura del instrumento a partir de la versión de Jacqueline Dupré con Sin John Barbirolli (1965), circunstancia que a la vez establece un vórtice al cual no es fácil sustraerse.


El solista puede imprimir un sello personal (como lo hizo Du Pre en una forma irrepetible) o apegarse a la obra en lo formal como modo de plasmar sus valores y posibilidades expresivas propias que permitan plasmar el pensamiento de Elgar y mostrar su opus en toda la riqueza de su concepción. Fue este el caso de la interpretación que logró Eduardo Vassallo en esta, la novena oportunidad en que lo aborda como solista.


Estructurado a partir de un motivo principal, expuesto por primera vez por las violas, y tomado por el instrumento solista en el primer movimiento (desarrollado en un esquema ternario), está escrito como una suerte de variaciones sobre ese tema, del cual son extraídos los distintos motivos expuestos en los restantes movimientos. Esta particularidad le confiere unidad y variedad al mismo tiempo y requiere una belleza tímbrica sin la cual perdería relieve o se transformaría sólo en un planteo formal. El concierto mismo está contenido en ese tema principal que requiere del cello un sonido hondo, profundo, de gran musicalidad, dicho en fraseo muy articulado y flexible y un enorme lirismo: sin eso perdería casi todo.


Esta exigencia también es propia del tercer movimiento, el adagio, con su tema intenso y dulce, que requiere ese mismo detenimiento en el sonido del instrumento.


En cambio el segundo –Lento-Allegro molto- y especialmente el cuarto –Allegro-Moderato- Allegro, ma non troppo- Poco piú lento- Adagio- son de gran dificultad técnica. Este último, que retoma elementos variados en al menos dos motivos, está escrito con distintos cambios de tempo (de ellos, el del poco piú lento parece una variación de la segunda parte del motivo inicial). Debe ser abordado con un virtuosismo que consiste en mantener la fluidez de los pasajes pese a su dificultad en una obra que si bien elude el puro virtuosismo lo requiere de dos formas: para brindar musicalidad a esos elementos y para hacer de ese virtuosismo algo no evidente. El diálogo previo con el solista permitió apreciar que todas estas gradaciones se encuentran contempladas en la partitura (donde constan claramente los valores de tempo) verdadera guía del sentido interpretativo. Como en las variaciones enigma, tales pasajes son resueltos y su continuidad establecida con una enorme maestría en una paleta orquestal con timbres que realzan cada motivo.


Eduardo Vassallo, cello solista de la City of Birmingham Symphony Orquestra; docente del Royal Northern College Of Music en Manchester, ha sido alumno de Pierre Fournier; Boris Pergamenschikov; Yehudi Menuhin, integrado la Camerana Lysy Gstaad, entre otros muchos organismos sinfónicos y de cámara. Como solista de la City Orchestra de Birmingham ha abordado distintos conciertos para el instrumento, así como el repertorio sinfónico. Logró evidenciar, con su interpretación, que una obra tan hecha en un planteo formal puede ir mucho más allá de él: para eso se requiere un sentido de su musicalidad, un respeto y dominio de su forma y la conciencia de sus exigencias técnicas y lo que implican.


Como bis interpretó la bourée de la  suite nro. 3, en do mayor de Bach. Nuevamente destacó el sonido que extrae al instrumento y las articulaciones de un fraseo que debe observar ese carácter destacado, a la vez grácil y danzante propio de una obra de semejante envergadura. Fue una experiencia muy importante contar con solista de este nivel.


Variaciones sobre un tema original Enigma, opus 36
El programa se integró con esta obra, sensiblemente más breve que las sinfonías que suelen ser interpretadas en la segunda parte, pero no menos significativa musicalmente que ninguna de ellas.
Veinte años anteriores al concierto para cello, pese a sus diferencias, esta primera obra orquestal inglesa contemporánea verdaderamente importante, más allá de la anecdótica postulación de su origen (el de retratos musicales humorísticos de distintas personas conocidas por el compositor), es original por su concepción: por ejemplo su uso de motivos expuestos en un permanente diálogo y cambio dinámico. Hay momentos muy vivos pero nunca efectos bruscos ni estallidos: los clímax van siendo gestados progresivamente y en un momento surgen, acabados y brillantes.


En el programa establecido por Elgar interviene el solista pero es importante toda la línea donde su motivo se expande y el efecto, más que el solo, es el propio conjunto. El tema enigma aparece delicadamente en las cuerdas hasta una armonía de los clarinetes en si bemol que es una especie de respuesta luego elaborada en una variación y que lleva al primer crescendo: se plantea una gran diferencia dinámica en escaso minuto y cuarenta segundos.


Lo mismo sucede en la nro. 4 (William Meath Baker). En la nro, 8 (Winifred Norbury) se pasa, sin solución de continuidad, en una nota larga del violón que parece resolverse en un cambio tonal, a la 9 (Nimrod), quizás la mas bella. Al final, se entrelazan motivos de las anteriores.


En ambas obras la orquesta tuvo una actuación lucida –lo que habla del desempeño de sus secciones- pese a la falta, muchas veces, de indicación precisa de entradas, problema que aquejó particularmente a metales y maderas que debieron entrar con la sola indicación de tempo. En las variaciones ello se tradujo en un sonido a veces inseguro y que, como en el inicio en la cuerda, hubiera requerido una trabajo más exhaustivo. Instrumentos como la tuba, que destacó en varias oportunidades (Eduardo Lamas) son imposibles de disimular. Salvo algún problema puntual en las variaciones,  los metales lucieron un timbre ajustado y pleno.


Destacaron la línea de metales; Baldomero Sánchez (viola solista); Gustavo Asaro (Clarinete); Mariano Cañón (oboe); Gerardo Gautin (fagot), entre otros.

 


Eduardo Balestena

 

http://www.d944musicasinfonica.blogspot.com