Buenos Aires Lírica en el Avenida
Inspirada versión de “Adriana Lecouvreur”
Domingo 8 de Junio de 2014
Teatro Avenida
Escribe: Andrés Hine
Francesco Cilea: Adriana Lecouvreur (Milán, 1902)
Adriana Lecouvreur: Virgina Wagner
Maurizio: Eric Herrero
La Princesa de Boullion: Adriana Mastrángelo
Michonnet: Omar Carrión
Principe de Bouillon: Christian Peregrino:
Abate de Chazeuil: Sergio Spina
Dirección Musical: Carlos Vieu
Puesta en Escena: Crystal Manich
Dirección del Coro Buenos Aires Lírica: Jaun Casasbellas.
Diseño de Escenografía: Noelia González Svoboda
Diseño de Vestuario: Lucía Marmorek
Buenos Aires Lírica ofreció, como tercer título de su Temporada Lírica, una muy buena versión de Adriana Lecouvreur, ópera en la que su autor, el calabrés Francesco Cilea, explayó su temperamento cálido y meridional. El drama pasional que surge de la obra teatral homónima de Eugéne Scribe y Ernest Legouvé y que le valió varios éxitos a la legendaria Sarah Bemhardt, se refiere a la vida de la actriz francesa, famosa durante el siglo XVIII. Su estreno en Buenos Aires fue en 1903, nada menos que con Medea Mei-Figner, Enrico Caruso y Giuseppe de Luca, bajo la dirección de Arturo Toscanini. De acuerdo con los gustos vigentes en el período de su composición, el perfil trágico del argumento incluye una trama de intrigas amorosas.
En esta ocasión se contó con un conjunto de meritorios cantantes, entre los que hay que destacar la muy buena actuación de Virginia Wagner, poseedora de un importante patrimonio vocal, brindó momentos de gran sutileza y al mismo tiempo, singular fuerza dramática, resultando muy conmovedora. Logró un singular desempeño en el último acto, con su emotiva aria “Poveri fiori”, así como en la escena final, de hondo patetismo. También Adriana Mastrangelo mostró un vocalismo temperamental como la princesa de Bouillon. Sus agudos están bien timbrados y sus graves suenan con redondez. Sin duda alguna, cumplió con su cometido.
Aunque el tenor brasileño Eric Herrero debe aún desarrollar mayor pulimento en los matices, mostró agudos seguros y una emisión franca. Dio ímpetu y temperamento al personaje de Maurizio y resultó convincente. También lo fue Omar Carrión, quien desplegó su reconocida solvencia musical e interpretativa como Michonet, realizando un trabajo de gran relevancia, tanto vocal como interpretativa. Christian Peregrino exhibió autoridad vocal y escénica como el Príncipe de Bouillion. El resto de los cantantes mostraron buen rendimiento en sus roles, aunque se debe destacar la ponderable labor de Sergio Spina en el rol del abate Chazeuil. El Coro de Buenos Aires Lírica, bajo las órdenes de Juán Casasbellas, logró un buen desempeño, en una obra que no le brinda muchas posibilidades. En tanto, el maestro Carlos Vieu evidenció un profundo conocimiento del estilo y bajo su conducción segura y eficiente, la orquesta realizó una expresiva lectura de la partitura.
La régie de Crystal Manich dio animación al movimiento escénico, dentro de un lineamiento tradicional, respetuoso del libreto, lo cual, en los días que corren, es un mérito difícil de encontrar. La escenografía de Noelia González Svoboda y la iluminación de Rubén Conde resultaron muy eficaces. El vestuario de Lucía Marmorek fue de singular belleza y buen gusto. La coreografía para la escena de baile de El juicio de París fue reducida, por razones más que comprensibles.
En definitiva, buenas actuaciones, un elenco homogéneo, que no es poco mérito, y la gran oportunidad de disfrutar de una obra con una inspiración melódica fuera de lo común, que llega al corazón.