Verdi para el comienzo del “Verano Italiano”
Muy buenos cantantes para “Don Carlo”
Teatro Coliseo
Lunes 9 de Junio de 2014
Escribe: Graciela Morgenstern
Don Carlo, de Giuseppe Verdi, libreto de Francois Joseph Méry y Camille du Locle
Elenco:
Don Carlo: Fernando Chalabe
Elizabetta: Haydée Dabusti
Felipe II: Marcelo Oteguy
Eboli: Anabella Carnevali
Rodrigo de Posa: Leonardo López Linares.
Gran Inquisidor: Marcela Boluña
Tebaldo: Joel Damian Ramirez
Coro: Coro Imma del Coro Opera Studio de Rosario
Director de Coro, Dirección escenica y luces: Nelso Cocallotto
Vestuario: Lisa Tanoni
Dirección musical: César Tello
El Consulado General de Italia presentó, en el Teatro Coliseo, a total beneficio del Patronato Italiano y sus asistidos, una única función de Don Carlo, una de las obras cumbres del genio verdiano. La versión aquí ofrecida fue la italiana, en cuatro actos. La amistad, la libertad, el amor, la lucha de poderes entre Estado e Iglesia, la Inquisición, la lealtad, son los temas incluidos en el libreto, detrás del desencuentro amoroso de Carlo, hijo de Felipe II de España, e Isabel de Valois. Si bien ésta es una partitura monumental, tal vez una de las más interesantes del repertorio italiano, es muy difícil en su programación, porque requiere la participación de cinco cantantes de primera línea, un coro poderoso y un director de orquesta que sea un verdadero concertador.
Esta versión, si bien buena, se basó exclusivamente en las cualidades y profesionalismo de los solistas intervinientes. El rol protagónico encontró en Fernando Chalabe, quien debió “salir al toro” en reemplazo del anunciado tenor napolitano Raffaele Sepe, fuerza y musicalidad considerables, con buen dominio de la partitura. Su capacidad para producir tonos heroicos se puso de manifiesto y dio acentos sutiles a los momentos más escabrosos de su aria del primer acto.
Su amigo Rodrigo, claro ejemplo de lealtad, quien muere por Carlo y defendiendo un ideal de libertad, estuvo muy bien representado por Leonardo López Linares, quien en una actuación verdaderamente destacada, exhibió registro parejo y excelente línea de legato, verdaderamente verdiano. Otorgó convicción y fortaleza a la parte, interpretando la escena de su muerte con notable sensibilidad.
La voz, de hermoso color, de Haydée Dabusti fluyó con naturalidad, cumpliendo con todas las exigencias dramáticas del personaje de Isabel de Valois, quien enamorada de Carlo, debe casarse con Felipe. Cantó con tonos brillantes y gran pasión, incluyendo bellísimas frases piano que flotaron en el aire. Su alto nivel de profesionalismo, depurada técnica e impecable estilo, se manifestaron especialmente, en sus dos arias Non pianger mia compagna y Tu che le vanitá, cálidamente aplaudidas.
Igualmente celebrada fue la actuación de Anabella Carnevali como Eboli, su rival. Poseedora de un caudal vocal impactante y gran facilidad hacia los agudos, que suenan brillantes, aún debe lograr mayor sutileza en las partes que así lo requieren. Es aún un elemento joven y sería interesante escucharla más a menudo. Su interpretación dramática fue intensa, especialmente en su gran aria O don fatale, la que al igual que la Canción del Velo, fue muy celebrada.
Marcelo Otegui aportó musicalidad al papel de Felipe II. Dejó entrever en su retrato de este rey atormentado, la angustia del soberano, especialmente en su aria Ella giammai m’amó. Marcelo Boluña, dio presencia vocal y escénica al Gran Inquisidor. Resultó un actor convincente y dio tensión a su choque con Felipe.
Cabe también, destacar la actuación del contratenor Joel Damián Ramírez como Tebaldo, paje de la reina. El resto del elenco se desempeñó dentro de un marco de discreta actuación
La masa coral, integrada por el Coro IMMA del Instituto de Música de Avellaneda y el Coro Opera Studio de Rosario, actuó bajo las órdenes de Nelson Coccalotto. Tal vez por falta de ensayos, no se logró el ensamble de las voces y hubo mucho desequilibrio sonoro.
La dirección de escena, también de Nelson Coccalotto fue prácticamente inexistente, con una marcación inapropiada, si es que la hubo. La escenografía constaba de algunas columnas truncas y un gran Cristo fragmentado que dominaba la escena en primerísimo plano, resultando molesta su ubicación en general y en especial, en la escena del jardín (Acto I, escena II) y en la aún más intimista, en la alcoba de Felipe II (Acto III, escena I). La iluminación fue correcta y el vestuario, diseñado por Liza Tanoni, fue de gran belleza.
La conducción estuvo en manos de César Tello, quien no logró el control de la orquesta que incurrió en numerosos desafinaciones, especialmente por parte de los vientos, lo que impidió tener una base musical sólida.
Para sintetizar, una obra estupenda con cantantes argentinos de elevada jerarquía y alto nivel profesional.