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Colón Contemporaneo 2014

STEVE REICH, MÚSICA DE LABORATORIO

Teatro Colón

Domingo 22 de Abril de 2014

 

Escribe: Carlos Ure

 

 

Reich: “Music for 18 musicians”.

 

Steve Reich, Lucas Urdampilleta, Haydée Schvartz y Bruno Mesz, pianos,

Virginia Majorel y Lucía Lalanne, sopranos

Evangelina Bidart y  Valeria Martinelli, mezzos,

Alejandro Cancelos y Federico Landaburu, clarinetes

Daniel Robuschi, violín

Pablo Bercellini, cello

Ensamble Perceum, percusión (Micaela Haslam).

 

El domingo 22, en el teatro Colón

 

 

Si algo hay que reconocerle a Steve Reich es su capacidad poco menos que infinita para partir de una estructura musical si se quiere simple, y reiterarla (en el caso que nos ocupa durante más de una hora) con el agregado de rellenos sonoros y enriquecimientos tímbricos, superposiciones de tiempos, alteraciones métricas casi imperceptibles, todo sobre una sólida base minimalista y una dinámica agotadora por su monotonía (los desfases o descomposiciones de movimiento pueden servir para pruebas de física acústica, pero no para sostener toda una larga obra). Dejemos de lado los “samplers”, los “drones”, el “phasing”, las agotadoras reproducciones de esquemas instrumentales o cualquier otra referencia técnica relacionada con la escritura del compositor norteamericano. Porque lo cierto es que “Music for 18 musicians”, como se lo pudo advertir, no es otra cosa que un experimento de laboratorio, ejercicios teóricos rítmico-sonoros (detalle y formas), cuyas sucesivas, repetidas, inagotables variaciones bien podrían ser elaboradas, sin menoscabo alguno, por un sistema de computación adecuadamente programado.

 

Efectos hipnóticos

En el marco de su ciclo contemporáneo y con la presencia del propio autor, que a los setenta y ocho años visita nuestro país por segunda vez, el Colón ofreció el domingo este trabajo, cuya audición se tornó incómoda debido a su insanable insistencia nuclear. Es que la reproducción de giros celulares clonados a lo largo de una cadena que no presenta prácticamente modificaciones en sus espectros tonales ni en su animación, por supuesto que aburre, pero además de ello, es susceptible de generar con sus “quasi” “ostinati” eternos e inmodificables un clima envolvente y sicodélico, de alucinaciones hipnóticas (lo volvemos a decir: esto durante más de una hora sin pausa alguna). La ausencia absoluta de tensiones produce, “a contrario sensu”, una especie de obsesivo vacío nervioso.   Tomado aisladamente y bien manejado por algún neurólogo o siquiatra, algún fragmento de “Música para 18 músicos” podría ser usado sin duda con propósitos terapéuticos. Pero la ejecución de la pieza completa, con sus inagotables sucesiones canónicas y su fluidez asfixiante y sin cadencias, no parece lo más indicado para un recinto de conciertos. Por algo se trató en esta oportunidad del estreno latinoamericano de un trabajo editado en 1976.

 

Ejecución compleja

Concebida para cuatro pianos y otras tantas voces (que se limitan a musitar sonidos ininteligibles u onomatopéyicos), tres marimbas, dos clarinetes (con abuso de las secuencias idénticas del “clarón”), cello, violín, vibráfono y dos xilofones, algunos con amplificación sobrepotenciada por mezclas electrónicas volcadas por dos grandes altoparlantes laterales, la ejecución de “Music for 18 musicians” es desde ya compleja. Y lo es porque ese verdadero, ilimitado mar sonoro uniforme de ondas que vienen y van en un contexto de procedimientos graduales requiere una enorme capacidad de concentración por parte de todos los intérpretes. Bajo este prisma, cabe destacar que el interesante conjunto internacional que actuó en el Colón, bajo la dirección general de la británica Micaela Haslam, exhibió desde ya precisión, seriedad y equilibrio.


                                                                    Carlos Ernesto Ure