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En el Colón, con Daniel Barenboim y Martha Argerich

 

Inolvidable velada histórica

 

Teatro Colón

Domingo 3 de Agosto de 2014

 

Escribe: Andrés Hine

 

Mozart: Obertura de “Las Bodas de Fígaro”, K 492;
Beethoven: Concierto Nº 1 para piano y orquesta,  en do mayor, opus 15;

 Ravel:
- Rapsodia española, 
- Alborada del gracioso, 
- Pavana para una infanta difunta  
- Bolero.

 

 Martha Argerich, piano
Orquesta West-Eastern Divan dirigida por Daniel Barenboim

 

En una velada de gran trascendencia en el ámbito local, se presentaron, en el primer concierto de la serie del Festival de Música y Reflexión, junto con la orquestal West-East Divan Orchestra, los grandes músicos Argentinos Daniel Barenboim y Martha Argerich. Con el salón colmado y la imposibilidad de conseguir entradas, se convirtió en una experiencia única para aquellos que tuvieron el privilegio de poder concurrir a la hermosa sala de nuestro primer teatro.

 

La Orquesta del West-Eastern Divan fue fundada por Daniel Barenboim y Edward Said en 1999 para unir  palestinos e israelíes, intentando demostrar que estos dos pueblos pueden trabajar y vivir juntos. Integrada exclusivamente por jóvenes, demostró durante el extendido programa,  una notable madurez, tanto técnica como interpretativa.

 

La función comenzó con la Obertura de Las Bodas de Fígaro de W. A. Mozart, pieza bien conocida que fue encarada con tono vivaz y tempo giusto, a manera de preparación para el resto de la noche. Una posible referencia a Sevilla, ubicación de la acción de la opera como también la sede estable de la orquesta.

 

Una vez concluida, tomó el escenario Martha Argerich seguida del Maestro Barenboim, con lo cual la sala estalló en una recepción triunfal para dos de nuestros eximios músicos, especialmente considerando que es la primera vez que participan juntos en nuestra primera sala.  El Concierto para piano No 1,  de Ludwig van Beethoven (en realidad el segundo compuesto por este artista) es bien conocido por Argerich, que la abordó con confianza y técnica infalible, pero también con sentimiento y expresividad, claridad y ligereza de digitación, y perfecto uso de las técnicas pianísticas, características de una artista en el apogeo de su carrera.  Calurosos aplausos premiaron la conclusión de la obra, durante la cual una representante de la orquesta le confirió el honor de ser declarada Miembro Honorario del West-East Divan Orchestra. Para satisfacer la cálida recepción del público, la pianista interpretó ‘Traumes Wirren’ de la serie ‘Fantasiestucke’ Op 12 de Robert Schumann, pieza que grabo en 1976, y que hoy sonó igualmente fresca.

 

Después del intervalo, la segunda parte del concierto, dedicada a Maurice Ravel,  comenzó con la Rapsodia Española en sus cuatro partes – Preludio a la Noche, Malagueña, Habanera y Feria. Obra originalmente concebida para el piano, tiene pasajes de considerable dificultad interpretativa, incluyendo compases solistas  de  varios instrumentos, los cuales fueron abordados de manera confiada por los respectivos miembros de la Orquesta.


A ésto siguió la Alborada del Gracioso y la Pavana para una Infanta Difunta, durante la cual la orquesta demostró su asentamiento artístico y mayor confianza a medida que transcurría la noche, pues parecía a primera vista como si Barenboim estuviera pasando menos indicaciones hacia los músicos, que igualmente brindaron una interpretación de primer nivel.


Esta sensación se acentuó aún más durante el famoso Bolero que siguió. Por momentos, Barenboim cruzó los brazos y, con apenas algunas ligeras indicaciones con movimientos de la cabeza, la orquesta siguió sola, tomando el tiempo del constante tema repetido a través de la obra del “tambor”, el cual mostró admirable precisión. Posiblemente haya estado tratando de reflejar la forma de dirigir que usaba el mismo Ravel – solo marcando tiempo y observando cómo los artistas interpretaban las indicaciones que se habían determinado anteriormente a la función.


Con esto concluyó el programa establecido, pero inmediatamente después, a manera de fuera de programa, se entabló un ‘mini-concierto’ con números extraidos de la ópera Carmen de Bizet – el Preludio al cuarto acto, el preludio al tercer acto (con un exigente solo de flauta) y la Obertura del primer acto.  Durante los mismos, el Maestro no sólo dejo de dar indicaciones, sino que se bajó el podio y se sentó entre los violines, como si estuviera tratando de demostrar al público que la West-Eastern es una orquesta que se maneja por la calidad de sus músicos y no solamente porque se encuentra dirigida por un gigante del arte.


Finalmente, se ofreció la milonga El Firulete, de Mariano Mores, en un arreglo especial de José Carli para instrumentos de viento y percusión. Pieza simpática y alegre, trajo los sentidos aplausos del agradecido público dando de esta manera conclusión a una velada histórica e inolvidable.

 

 

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