El Mozarteum en un concierto de alta jerarquía
La Orquesta de Dresden en el Colón
Teatro Colón
Lunes 1ero de Septiembre de 2014
Escribe: Andrés Hine
Programa:
Witold Lutoslawski - Pequeña suite
Ludwig Van Beethoven - Concierto para violín en Re Mayos, Op 61
Johanes Brahms - Sinfonía No. 1 en Do Menor, Op68
Orquesta Filarmónica de Dresden
Director: Michael Sanderling
Solista: Carolin Widmann - violín
La Orquesta Filarmónica de Dresden, fundada en 1870, es una de las más antiguas y respetadas orquestas sinfónicas en Alemania, y aunque en ocasiones ha estado bajo la sombra de la Orquesta de la Opera de Dresden, ha tenido una historia larga y exitosa bajo directores de renombre mundial. Ha recibido elogios de los críticos en un amplio repertorio desde Bach y Vivaldi hasta Schnittke y Dittrich. La mayoría de sus aproximadamente 80 conciertos anuales son dados en el moderno Kulturpalast Dresden y a través de los años, ha recibido en carácter de directores invitados, a Brahms, Dvorák y Strauss. Su actual director, Michael Sanderling, hijo del reconocido Kurt Sanderling, tomó la batuta de la orquesta en 2011.
En un velada muy esperada por el público, el Mozarteum presentó otro concierto de sumo interés para los amantes de la música romántica, con dos grandes obras de este período. Pero primero se pudo escuchar la Pequeña Suite de Lutoslawski, obra del periodo contemporáneo compuesta en 1951, cuando el joven compositor había sido criticado por el gobierno comunista en Varsovia, por las tendencias modernistas de sus obras, en particular la quinta sinfonía. La orquesta de Radio Varsovia le comisionó una pieza, y como era conocida la preferencia de este organismo por la música popular, decidió escribir esta leve pero atractiva partitura basada en un tema popular polaco. La orquesta demostró una variedad de tonos y matices con buen tempo y entradas precisas, en una obra que sirvió principalmente como entrada y preparación, creando el clima para el resto del programa.
Siguió el conocido Concierto en Re Mayor para violín de Beethoven. Actualmente considerado como uno de los pilares del repertorio, no fue bien recibido en su première en 1806, hasta el punto de que se ejecutó en muy pocas ocasiones en las décadas siguientes y el pianista Muzio Clementi convenció a Beethoven que escribiera una versión para piano, conocida como la Op 61a. El joven violinista prodigio Joseph Joachim lo revivió en 1844 en un concierto en Londres dirigido por Félix Mendelssohn y desde entonces, ha sido un favorito del público. Esto puede convertirse en una desventaja para solista y orquesta, pues cualquier desvío de lo que el público espera después de haber escuchado decenas de grabaciones, suele ser tema de conversación. En este caso, la solista Carolin Widmann demostró una técnica impecable y sin errores de interpretación. Sin embargo, en general, el volumen que extrajo de su instrumento fue pequeño con lo cual el director mantuvo a la orquesta bajo control para mantener el equilibrio con la solista. Otro desvío de lo acostumbrado fue la inclusión de dos cadenzas de su propia autoría que se mantuvieron dentro del carácter de la obra y del periodo, sin lanzarse en estilos modernos, como por ejemplo las cadenzas de Schnittke. Resultó una versión diferente, pero válida desde el punto de vista artístico. Se pudo notar cómo el director protegía a Widmann, asegurándose todo el tiempo de mantener el control sobre la orquesta tal que no ahogara en ningún momento, el delicado sonido del violín.
Como fuera de programa la artista brindó una Sarabanda, de J.S.Bach.
Brahms
En la segunda parte se escuchó la Sinfonía No. 1 de Brahms, sobre la cual el compositor estuvo trabajando unos 14 años. Comienza con una introducción donde tres elementos principales se escuchan simultáneamente - los timbales, el crescendo de las cuerdas y el diminuendo de los vientos. El Allegro, parte del primer movimiento es una gran sonata orquestal donde las ideas musicales son desarrolladas y reiniciadas con diferentes relaciones entre ellas. El segundo y tercer movimiento son más ligeros en tono y tensión que el primero o cuarto. El movimiento lento, Andante sostenuto, demuestra un lirismo suave a través de sus tres secciones, el tercero de los cuales es un tratado nuevo de los temas del primero. El tercer movimiento, en estilo de scherzo, está repleto de ritmos complejos y texturas entremezcladas. El cuarto movimiento contiene melodías que recuerdan a la Novena Sinfonía de Beethoven en su última sección, allegro ma non troppo, con una gran melodía en tonalidad mayor.
Se notó una diferencia significativa en la interpretación de Brahms cuando se compara con el Beethoven que le precedió. Michael Sanderling se lanzó en forma enérgica en la conducción, lo que se notaba no solamente en la riqueza y volumen del sonido, sino también en sus movimientos físicos, extrayendo de la orquesta una amplia variación de matices, variando desde sonoridades aterciopeladas a momentos de gran volumen y magnífico potencial sonoro. Una excelente interpretación bien recibida por el público concurrente.
Como fuera de programa, se interpretó la última parte de la obertura de Guillermo Tell de Rossini, pieza que la orquesta evidentemente conoce bien, pues la empezaron a tocar antes de que el director regresara al podio.