Menu principal

 

 

 

AMBROGIO MAESTRI, BARÍTONO DE ALTA CATEGORÍA

 

Martes 16 de Septiembre de 2014

 

Escribe: Carlos Ernesto Ure

Foto: Máximo Parpagnoli

 

 

 

Alto y corpulento. Culto. Simpático. Con voz natural de perfecta impostación. Ideas precisas. Y bellísima dicción italiana. Ambrogio Maestri visita nuestro medio por primera vez, para participar en el Colón de las representaciones de “Falstaff”, personaje complejo, que ha cantado prácticamente en todo el mundo, al que encarna tanto en sus aspectos vocales como teatrales con nivel magistral, hoy verdaderamente único.


¿Porqué el canto?
-¿Qué lo llevó al canto como elección para su vida?- le preguntamos en el hotel donde se aloja, a metros de nuestro primer coliseo.
-Estudié piano desde que era niño, y además, mi padre también era barítono. De modo que mi vinculación con la música y con la voz cantada se conecta desde los inicios con mi propio crecimiento personal. Mi primera aparición en un escenario fue en 1999, en Washington, donde Plácido Domingo me llevó para encarnar no a Rigoletto, sino a Monterone!
-¿Se considera un cantante verdiano?
-Abordé a lo largo de mi carrera muchos papeles de Verdi: “Ballo in Maschera”, “Forza” (Posa y Melitone), “Aida”, “La Battaglia di Legnano”, “Nabucco”, “Il Corsaro”, “Rigoletto”, “Trovatore”, “Traviata”, “Otello”, “Simone Boccanegra”. Muti fue siempre para mí una gran guía para este repertorio: hasta me enseñó a meterme en el canasto en “Falstaff”. Y además me repetía: “más allá de las indicaciones del director de escena, tú debes desenvolver en el tinglado tu propia personalidad artística”. Luego fui ampliando mi catálogo con Puccini, Donizetti, Mascagni, Leoncavallo. Ahora me encantaría interpretar a Mozart, pero para ello debo trabajar arduamente el estilo, la vocalidad, la línea.
-¿Y “Macbeth?
-Pienso que me falta para este gran personaje, también de Shakespeare, no menos de un año de estudio. Sobre el palco escénico hay que ir “pian, pianino, pian, pianino”. Las carreras largas pertenecen a los cantantes inteligentes. Al igual que Verdi, yo soy un “campagnolo”,  personas que hablan poco pero piensan bastante.


“Falstaff”, un milagro
-Terminada de componer a los 80 años, ¿Falstaff” es un milagro?
-Hasta entonces Verdi había escrito siempre para el público. Pero ya en su vejez, decidió concretar lo que siempre había tenido ganas de hacer, y compuso para él. La supresión de los números cerrados, la línea del tenor, distinta de todos sus anteriores personajes de esta cuerda, la fuga, tan difícil, elaborada como en el “setecientos”, con lo que demostró su amplia capacidad  para poder idearla, la inexistencia de arias, y al fin y al cabo, la construcción de una comedia lírica (atención: no una ópera bufa), todo muestra un cambio radical, sin dejar de ser, por supuesto, como lo era, un creador del “ottocento”.
-Descuento que usted conoce a la perfección a Shakespeare.
-Por supuesto. Y le digo: el texto de Boito suaviza y hace algo más alegre a Falstaff, que en realidad era un ser solitario, triste, melancólico a la hora de la vejez, porque había pasado por muchos sitios principescos, pero ya no tenía nada ni a nadie. Esta misma mirada la compartía incluso Eleonora Duse. Debo confesarle que yo cuando canto Falstaff me re-encuentro con un amigo al que conozco en todos sus matices, y que no siempre lo hago exactamente del mismo modo. De acuerdo a mi propio estado de ánimo, puede ser más o menos serio, más o menos suelto o alegre. Estas son, precisamente, las libertades del artista. Sin embargo, “Falstaff” debe ser divertida, y en su contexto, las voces juegan musicalmente como un instrumento de la orquesta. Pero tengamos en cuenta que la palabra es muy importante, y que es necesario articular la palabra cantada de forma tal que el público la entienda lo más posible, sin necesidad de acudir a los sobretitulados. Yo me esfuerzo mucho en la dicción, porque una gran voz, obviamente, no es todo. El propio Toscanini decía: “muchachos, canten bien, pero deténganse en las palabras”. 

  
Alta profesionalidad
Y una cosa que me asombró: cinco meses después del estreno de “Falstaff” en la Scala, en 1893, se hizo aquí en Buenos Aires, con Antonio Scotti. Para concluir, nos dice el músico de Pavía, cada vez que vuelvo a casa, al cabo de una gira, me encierro solo durante no menos de tres días, para seguir estudiando. Es absolutamente necesario. Espero retornar a Buenos Aires, no sólo porque en el Colón encontré un equipo de muy alta profesionalidad, sino también porque el público es muy cálido, cálido y atento.


Carlos Ernesto Ure

 

 

Falstaff5

Foto: Máximo Parpagnoli