Festival Internacional de Piano Chopiniana 2014
MARTHA NOGUERA Y UN CHOPIN DE ALTO VUELO
Miércoles 24 de Octubre de 2014
Palacio Paz
Escribe: Carlos Ure
Mozart: Sonata en si bemol mayor, K. 281
Beethoven: Sonata Nº 21, opus 53, „Waldstein“
Suchon: Pequeña Suite y Passacaglia
Fedel: Preludio Nº 3
Kogoj: Tres piezas de “Trivialidades”
Chopin: Veinticuatro Preludios, opus 28
Con crecida cantidad de público, que terminó aplaudiendo de pie, Martha Noguera se presentó el miércoles en el Palacio Paz, en la quinta jornada del Festival Internacional de Piano Chopiniana 2014. Integrada por autores diversos, la velada, que fue extensa, mantuvo en todo momento alta jerarquía, y sirvió para conocer además a varios músicos poco difundidos en el medio local.
Fue inteligente en dicho sentido la elección de la concertista, quien abordó tres números (son cinco) de una interesantísima obra de Eugen Suchon (l908-1993), primera figura de la creación musical de Eslovaquia. Exponente de una paleta de impresionismo cromático y elaboraciones armónicas de talentosa factura, su “Pequeña Suite y Passacaglia” fue vertida con giros precisos, delicados y decididos. De los Veinte Preludios, de nuestro compatriota Gustavo Fedel, presente en la sala, Martha Noguera tradujo el Nº 3, trabajo meditativo, tonalmente simple, que desgranó con prolijidad y sensible pulcritud. En cuanto a las “Trivialidades”, del triestino-esloveno Marij Kogoj (1892-1956), las piezas que se escucharon, con tintes nacionalistas-expresionistas, no parecieron demasiado atrayentes, con excepción del “allegro feroce”, con sus “ostinati” turbulentos y su rítmica salvaje.
Chopin, magnífico
El punto alto del recital estuvo centrado, sin duda, en los Veinticuatro preludios, de Chopin. Composición de inusual complejidad debido a sus cambiantes estados de ánimo, su escritura difícil, el grado de concentración que requiere en el intérprete, lo cierto es que fue ejecutada de memoria por la tecladista porteña con magnífico vuelo. Introspectiva en su mensaje, con neta solemnidad o trazos vigorosos, según las exigencias de la partitura, Martha Noguera brindó una versión modelo en cuanto a unidad conceptual, notable maleabilidad en la construcción de un lenguaje intensamente sensible, no exento de melancolía y apagamientos sutiles, siempre en un contexto de fraseo de muy depurado estilo (la República de Polonia la condecoró en su momento por su labor de difusión del repertorio de Chopin en todo el mundo).
Mozart, Beethoven
Dueña de una digitación transparente, toque neto y absoluta agilidad técnica, la solista había comenzado el recital con una edición de la Sonata K 281, de Mozart, de meritoria fluidez melódica y acabado manejo dinámico, a la que siguió la Sonata “Waldstein”, de Beethoven. Es cierto que esta obra, según se lo ha dicho, semeja “un fogonazo de luz”: Martha Noguera la desplegó en verdad con vertiginosa solidez e ímpetu francamente arrollador, que tal vez debió haber sido algo más moderado (especialmente en el “andante”), teniendo en cuenta los ecos duros del recinto. En el cierre, el célebre Vals Mefisto, de Liszt, fue volcado con esbeltas escalas y una pasión que afectó aunque muy levemente la claridad de sus texturas.
Carlos Ernesto Ure