Con la participación del atrayente pianista austríaco Stefan Stroissnig
DISCRETA LABOR DE UNA AGRUPACIÓN DE MUNICH
Teatro Colón
Lunes 29 de Septiembre de 2014
Escribe: Carlos Ernesto Ure
Beethoven:
-Obertura Leonor Nº 3, en do mayor, opus 72c
- Concierto Nº 5 para piano y orquesta, en mi bemol mayor, opus 73, “Emperador”
Bruckner: Sinfonía Nº 4, en mi bemol mayor, WAB 104, “Romántica”.
Stefan Stroissnig, piano y Orchester der Klang Verwaltung München (Enoch zu Guttenberg).
En reemplazo de la Sinfónica Bruno Walter, que debía venir con Jack Martin Händler, la Orquesta para la Administración del Sonido de Munich se presentó el lunes en el Colón, en séptima función de abono de la temporada de Nuova Harmonia. Digamos desde ya que se trata de una agrupación sinfónica no excesivamente numerosa, ya conocida de nuestro público, de calidad sólo mediana, que sin perjuicio de su precisa disciplina, brindó con la batuta de su director-fundador un concierto de discreto relieve, rescatable sólo en cuanto permitió apreciar a un interesante pianista.
Beethoven La velada se inició con una deshilachada traducción de la célebre obertura Leonor Nº 3 de tiempos lentísimos, articulación chata y frases de contenido débil, seguida por el “Emperador”, también de Beethoven, una de las piedras angulares del repertorio concertístico para piano y orquesta.
Se desempeñó como solista Stefan Stroissnig, quien lució mecanismo de notable seguridad y sonido bellamente esmaltado, de depurada pulcritud y cautivantes reverberaciones cromáticas. Ágil, con digitación transparente y excelente manejo de los “diminuendi”, el tecladista austríaco (de 28 años), quien tocó todo de memoria, produjo una edición global de academicismo muy ceñido (esto es, casi sin mayor fantasía), lo cual, al margen de cualquier criterio interpretativo, contrastó abiertamente con la laxitud del maestro Enoch zu Guttenberg, de lenguaje desangelado, desprovisto de acentos (la languidez del “adagio” pareció penosa). Como número agregado, Stroissnig, discípulo de Maisenberg, de Barenboim y Bashkirov vertió el Impromptu Nº 2, de Schubert, con arte de fino y esbelto cincel.
Bruckner
En la segunda sección de la velada el nivel de la “Orchester der Klangverwaltung München” fue mejor en cuanto a complexión y fluidez. Es cierto que la exposición de la Cuarta, de Bruckner, mostró atronadores exabruptos sonoros, general falta de tensión interna y de un hilván uniforme, resultado de la carencia de enfoque conceptual unitario por parte del director. Pero también es verdad que los solistas (bronces, flautas, clarinetes) y las cuerdas tuvieron ocasión de exponer buenas virtudes, y que algunos trozos, tomados aisladamente, acreditaron enjundia y elocuencia.
Carlos Ernesto Ure