"Quartett", ópera de cámara de Luca Francesconi
TEATRO EXPERIMENTAL EN EL COLÓN
Teatro Colón
Martes 16 de Junio de 2015
Escribe: Carlos Ernesto Ure
"Quartett", ópera épica en un acto, con texto y música de Luca Francesconi.
Con Allison Cook y Robin Adams.
Iluminación de Marco Filibeck
Proyecciones de Franc Aleu
Escenografía de Alfons Flores
Vestuario de Lluc Castells
"Régie" de Álex Ollé.
Orquesta Estable del teatro Colón (Brad Lubman).
Lo fuerte y duro, lo que puede resultar agresivo es la pieza del sajón Heiner Müller (1929-1995), “Quartett” (“Cuarteto”), en su momento prohibida en Inglaterra debido a su vocabulario escatológico y su crudeza sexual (que no alcanzan, de todos modos, a enmendar la plana de un buen filme de clase “C”). Pero lo cierto es que su adaptación, en el caso, a la escena lírica, se resiente notoriamente a mérito de la imposibilidad de un manejo más afinado de pausas y tiempos teatrales, inflexiones, gestualidades y movimientos que permitan jugar creíblemente con la trama.
Teatro contemporáneo
El milanés Luca Francesconi (1956), presente en la sala, encaró sobre la base del texto de Müller una ópera de cámara en trece escenas que se desarrollan a lo largo de una hora y veinte, y lo cierto es que su trabajo (cantado en inglés y presentado en la Scala, en el Ircam, en una sala menor del Covent Garden) dio la impresión de ser, antes que otra cosa, una suerte de ropaje envolvente y no totalmente logrado de la desgarradora tragedia original. Con lenguaje instrumental fluido y multivariado en sus recursos (la orquesta ubicada en el foso cuenta con sólo dos violines, viola, contrabajo y dos cellos, un piano vertical y otro de media cola, arpa, celesta, dos teclados electrónicos, vientos, percusión), melodía de timbres y una recurrente, incisiva tendencia a la creación de “clímax” e incitaciones eróticos, el contexto armónico, se lo debe decir, sin discurrir por disonancias ingratas, se maneja dentro de un apropiado espectro de libertad tonal.
De todos modos, limitado a dos únicos cantantes insertos en un marco visual también único (una caja negra suspendida), y a favor de escenas de seducción estereotipadas y de un texto no siempre fácil de seguir en sus retorcidos meandros, el producto experimental de Francesconi, carente de contenidos de genuina trascendencia, se hizo un tanto tedioso, y no pareció verdaderamente adecuado para ser presentado en las funciones de abono de la temporada oficial del Colón.
Los intérpretes
En lo que hace a los cantantes, la mezzo Allison Cook (Marquesa de Merteuil) y el barítono Robin Adams (Vizconde de Valmont), los mismos intérpretes del estreno mundial de 2011, lucieron voces enteras y potentes, a lo largo de una línea difícil, de escritura entrecortada, saltos interválicos y pasajes hablados, en la que predominan los “forte”.
En cuanto a los aspectos sinfónicos, “Quartett” requiere dos orquestas, una de tamaño más reducido, que se ubica en el foso, y la otra, de mayor envergadura, que se sitúa en alguna parte de la sala para generar efectos de espacialidad sonora integral. El martes el Colón redujo todo a un solo organismo, que condujo Brad Lubman con precisión pero excesiva contención en los “pianos”. El resto de los sonidos (descargas eléctricas, murmullos corales, proyección de las voces de los protagonistas, chasquidos), difundido a través de una banda proveniente del estreno milanés, fue pobre y no alcanzó mayores consecuencias.
Alex Ollé (“La Fura del Baus”) fue el “régisseur” de este lanzamiento continental, y su labor no pareció por cierto demasiado ocurrente en las proyecciones ni en la acción que transcurre en la “caja negra”; estática y autolimitada, la puesta empequeñeció desde ya la matriz de la obra. Muchos espectadores abandonaron la función antes del final, cuya probable moraleja es que los pecadores siempre purgan sus faltas contra la ley de Dios. Es seguro que ninguno entendió que “tenían que analizar lo que ellos mismos hacen”, según palabras del propio compositor, quien advirtió: “No venga si tiene problemas con sus relaciones. Podría descubrir algo que no quiere. Pero anímese a venir si puede enfrentar la realidad de lo seco que está su corazón, cuan pequeño es el espacio para sus sentimientos hacia cualquier cosa que provenga de estar a la defensiva, de estar aterrorizado por el mundo”. Solo hacía falta para ello una dosis de coraje, que gran parte del público no tuvo.
Carlos Ernesto Ure